Hubo una época en la que visitar la Estación Mapocho cada año para asistir a la Feria Internacional del Libro de Santiago implicaba ser parte de uno de los grandes panoramas literarios que ofrecía la ciudad. Originalmente convocada en pleno Parque Forestal, Filsa nació en como una iniciativa del alcalde de Santiago, Carlos Bombal.

Su primera edición en 1981 marcó el inicio de lo que sería una larga tradición, y si bien los primeros años prometían una experiencia cultural refrescante y enriquecedora, con el curso del calendario comenzó a tropezar con algunos inconvenientes. Los problemas comenzaron en 1989, cuando Filsa se trasladó a la Estación Mapocho y empezó a cobrar una entrada por el ingreso. “En recinto cerrado, donde cobran por entrar, la Feria se guateó. Me quedo con la del Jumbo: gratis, más barata y mayor variedad de libros nacionales” argumentó en 2010 para El Mercurio el escritor chileno Pablo Huneeus.

No ayudó a las críticas que a finales de 2015 las editoriales Cal y Canto, Catalonia, Cosar, Edebé, Ediciones B, Nueva Patris, Penguin Random House, Planeta y Zig-Zag decidieran abandonar la feria y crear, unos meses después, la Corporación del Libro y la Lectura, hoy presidida por María Angélica Zegers. Sin embargo, la relación con la corporación terminó por romperse el año 2018, fecha en la que se desligaron completamente del evento debido a que “prioriza objetivos e interés comercial de una determinada agrupación gremial por sobre los requerimientos nacionales para la formación de hábitos lectores”.

La decisión, a la que se sumó la Asociación de Editores de Chile (AECh), implicó que la feria perdería a las editoriales que dominan más de la mitad del mercado de libros en Chile, además de dos de los cuatro grandes gremios que existen en el país en torno a la literatura. “La Filsa fue decayendo desde el 2016 a la fecha. Para ellos es un negocio, ellos quieren vender libros y para todo el resto de los actores no es tan así”, asegura Sebastián Rodríguez Peña, Director General de la editorial Penguin Random House.

43 años han pasado desde la primera edición de la feria y para muchos, los años dorados quedaron en el pasado. Hoy en día, y después de que el 70% del mercado editorial se desligara del evento, existe un consenso más menos general en el mundo del libro de que la feria no representa al país y que perdió su relevancia como evento cultural.

“No tiene nada de lo que era 10 años atrás. No hay grandes lanzamientos de libros. Es una feria donde uno va y encuentra saldos de libros baratos. Es como ir a comprar libros a librerías de saldo” asegura Rodríguez Peña. “A nivel de representatividad, no representan a nadie”.

Una promesa por volver a cautivar al público

Relevante o no, la Feria Internacional del Libro no ha dejado de celebrarse cada año en la Estación Mapocho -a excepción de los tres años perdidos debido a la pandemia y el estallido social- y este 2024 no es diferente. En su versión 43, Filsa se llevará a cabo entre el 8 y el 19 de noviembre y tendrá a China como país invitado, algo que los organizadores de la Cámara Chilena del Libro catalogan como un logro histórico.

“Estamos muy contentos porque esto es un hito dentro de la trayectoria que es tan larga de la feria, va a ser histórico. Nosotros hemos tenido países invitados, principalmente en nuestra lengua, pero hoy estamos dando un salto mucho más lejos”, expresa para Culto Eduardo Castillo, presidente de la Cámara Chilena del Libro.

Castillo reconoce que “como en todo” la feria ha tenido mejores años que otros. Sin embargo, su mirada es más bien positiva respecto a la relevancia del evento, a pesar de lo que se comente desde la industria. “La feria ha seguido su curso, acogiendo nuevas iniciativas dentro del ecosistema del libro. El público siempre está ahí, en este rito al que anualmente la gente asiste. En nuestro país donde poco duran las cosas, que duren en cultura es un orgullo para todos”, expresó.

La feria y su comentada baja representatividad de lo que es el panorama literario en el país tampoco es algo con lo que el presidente de la Cámara esté de acuerdo.“Yo creo que eso no es así porque al final del día lo importante son los libros y los libros siempre están”, aseguró. “Hay empresas que durante una época están, durante otra época no están, van tomando distintas formas dentro del desarrollo comercial que han tenido que enfrentar, pero los libros y el público siempre están”.

Respecto al cobro de entradas, el ejecutivo asegura que se trata de una eterna paradoja. “Siempre la cultura debiera ser gratis, pero resulta que a veces compramos con meses de anticipación una entrada de 130 mil pesos para ir al Lollapalooza”, expresa. “Depende de muchas cosas. Este esfuerzo tiene que ver con facilitar el acceso, no con cobrar entrada ni tener un mayor financiamiento. Igualmente se necesitan algunos recursos para que pueda existir.”

Con China como invitado estelar y una exhibición de miles de publicaciones entre novedades literarias y clásicos, Filsa 2024 pretende convocar a un número importante de personas este año. “Hemos creado una expectación muy importante”, asegura Castillo.

Por su parte, el mundo editorial en Chile espera levantar una feria en un futuro que represente la difusión cultural que existe en el país. Sebastían Rodriguez Peña dice: “Queremos hacer una Filsa, estamos trabajando nosotros como gremio y como editorial con los Editores de Chile justamente porque queremos levantar una feria internacional como Dios manda”.

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