Para junio de 1973, José Donoso Yáñez estaba molesto. Más bien sentía envidia. Su nuevo libro, Tres novelitas burguesas, llevaba pocas semanas en las librerías españolas, pero la novela que se estaba llevando los focos era Pantaleón y las visitadoras, de Mario Vargas Llosa, publicada casi al mismo tiempo que la suya. Esos sentimientos los anotó en su diario: “Qué siento hoy respecto a la importancia que le están dando al libro de Mario Vargas y la falta de importancia que le dan al mío? Envidia. Odio. Pero, curiosamente, no me siento culpable de estos sentimientos ‘negativos’. Los asumo, y les doy un mayor y más amplia resonancia”.
Eclipsada entre los soles de El obsceno pájaro de la noche (1970) y Casa de campo (1978), Tres novelitas burguesas permaneció largo rato en las sombras, inencontrable en las librerías, hasta ahora que la casa editora Alfaguara decidió volver a editarlo en el marco del centenario del autor.
“Celebro infinitamente que Alfaguara haya reeditado Tres novelitas burguesas, un libro que ha sido subvalorado injustamente desde que fue publicado”, señala a Culto la académica e investigadora Cecilia García-Huidobro. Fue ella quien estuvo detrás del monumental trabajo de compilar los diarios del autor, y en ellos recoge los pesados sentimientos que le embargaban cuando el libro se publicó. “En medio de su momento de ira, agrega en el diario: ‘Lo curioso es que mi reacción después de la furia es el deseo inmediato de irme a Chile y escribir una novela política sensación’. Acaso esa molestia haya sido la cimiente de Casa de campo, novela que comienza en 1973, donde llevó la exageración a extremos alegóricos”.
En sus páginas, leemos tres historias breves. Tres novelas cortas, o cuentos largos, si se les quiere abordar así, aunque tienen una unidad difusa, con personajes que se repiten en las tres novelitas. ¿Cómo se les puede definir desde la academia? María Laura Bocaz, profesora asociada en la Universidad de Mary Washington, en Virginia, Estados Unidos, explica a Culto: “La frontera entre cuento largo y novela breve es jabonosa, pero Donoso era un escritor muy cuidadoso. Si usó ‘novelitas’ en el título es porque las consideraba más cercanas a novelas breves que a cuentos largos. Al escritor también le gustaba mucho el término ‘nouvelle’ para referirse a una novela breve. La extensión de la novela breve, sin duda, le gustaba y la escogió como forma muchas veces”.
Cecilia García-Huidobro dice al respecto: “Cuando se publican en 1973, Donoso las llama indistintamente ‘cuentos’ y ‘nouvelles’ en su diario íntimo. Para mí, en cambio, se trata de una sola novela que puede abordarse como un todo aunque cada una de sus partes tiene autonomía de significación y pueden leerse en forma independiente. Aquí Donoso explora forzar la estructura narrativa hacia una mayor fragmentación de la que había trabajado hasta ahora. Los personajes van saltando de una novelita a la otra como si se tratara de un puzzle lúdico”.
“Un dejo gótico y caricaturesco”
Las Tres novelitas burguesas son, en orden de aparición: Chatanooga Choocho, Átomo verde número cinco y Gaspard de la nuit. En ellas, vemos a una serie de personajes de la clase alta de Cataluña que intentan disfrutar sus vidas privilegiadas, pero al mismo tiempo se enfrentan a situaciones anómalas que los sacan de su comodidad. Una mujer que es armada y desarmada por su esposo, un hombre que pierde misteriosamente su pene. Una pareja que adorna su casa y de repente -sin ninguna explicación lógica- empieza a perder todas sus cosas. Un muchacho misterioso que llega a convivir con su madre, y a través de un silbido su conciencia es invadida por otra ajena. Acá leemos a José Donoso poniendo un pie en lo fantástico, muy en la línea del Boom, pero con su estilo en que los conflictos van por dentro, en las casas y en las mentes.
A pesar de ser un libro poco conocido del catálogo donosiano, Bocaz le otorga un lugar fundamental en su obra como un momento bisagra en su narrativa. “Es la materialización de ese cambio de dirección total que toma la narrativa donosiana tras la publicación de El obsceno pájaro de la noche en 1970. Constituye el primer hito de una narrativa más breve, menos caótica, más legible, donde el humor y la ironía tienen más cabida”.
García Huidobro señala algo similar: “En Tres novelitas burguesas Donoso se aparta de esa suerte de ombligo donde se anudan amos y sirvientes para focalizarse en la burguesía -catalana además- lo que no le perdonaron como puede observarse desde las primeras reseñas que aparecieron en España. Lo interesante es que pese a ello, aquí afloran temáticas donosianas características como la inaccesible identidad y la desintegración de la personalidad, ahora expresado en forma paródica y envuelto en rasgos fantásticos que ponen su narrativa en sintonía con tendencias actuales. Todo muy camp, o sea exagerado y deliciosamente kitsch como remarcaba Susan Sontag que por esos año puso en el mapa cultural sus Notas sobre lo camp”.
“¿Qué lo lleva a transitar del Obsceno pájaro de la noche a Tres novelitas burguesas? Lamentablemente Donoso no llevó diarios en 1972 de modo que no conocemos la interna de este proceso creativo que en otras novelas podemos seguir con minuciosidad. Pero es claro que Donoso está siempre en busca de nuevas estrategias literarias, interesado en adentrarse en la tradición (una de las novelitas burguesas comienza parafraseando Orgullo y prejuicio de Austen) para transgredirla o forzarla en nuevas formas, esta vez con un dejo gótico y caricaturesco con personajes desmontables que pueden ser guardados en maletines”.
“Divierte por su tono audaz”
En su tiempo, hubo reseñas para el libro. El señero crítico literario Ignacio Valente lo comentó en abril de 1975 y lo criticó con dureza. “Los tres relatos se dejan Ilevar, en ocasiones, por una manía de profundidad que no convence porque está un tanto superpuesta a la narración”. Al sacerdote Opus Dei no le terminaba de cuajar la entrada de Donoso en lo fantástico. “José Donoso me parece un escritor de vocación naturalista malgré Iui, que se esfuerza a por introducir el elemento fantástico en el corazón de la realidad, para obtener de ella, como un extraño fermento, las metamorfosis más mórbidas y turbadoras: pero no consigue bien”. Eso sí, le rescató un elemento: “Lo mejor de estos relatos termina siendo, no la fantasía usada a lo Cortázar o a lo García Márquez, sino simplemente el realismo costumbrista, la pintura de caracteres reales, la novela de crítica social”.
El escritor y guionista Jorge Marchant Lazcano la comentó en la revista Qué Pasa, en enero de 1975. “Las ‘novelitas’ van adquiriendo calidad en el mismo orden con que se leen, y si bien es cierto que Chatanooga Choochoo divierte más por su tono audaz y casi intrascendente, a pesar del drama que se oculta en los maletines de las burguesas catalanas; Átomo verde número cinco vuelve a la obsesión de las grandes páginas donosianas, cuando elementos identificados con lo miserable, lo ajeno al orden, invaden la vida apacible de un matrimonio estéril. Gaspard de la nuit, por su parte, la mejor novela, retoma a un tipo de personaje que Donoso había abandonado desde sus cuentos: el niño…Mauricio, el protagonista, corre detrás de su anulación como persona silbando, quiere mantenerse en un estado natural, sin comprometerse con nada, hasta que a través de lo abyecto, lo ambiguo, logra romper el lazo familiar. ¿Descanso? ¿Tregua? ¿O permanente estallido de ingenio? Solo la futura obra de José Donoso podrá hacemos ver claro qué significó en su novelística este tríptico burgués”.
Algo más generoso fue Hugo Montes, en La Tercera, quien comentó el libro en septiembre de 1985, reconociendo en este libro una bisagra en la carrera de Donoso. “Del naturalismo regionalista de Mariano Latorre se pasó al realismo mágico del ‘boom’ narrativo latinoamericano. Este nuevo y complejo realismo parece tener en José Donoso una expresión renovada: lo fantasioso altera hasta la ruptura el nivel de la realidad. Esta ya no se integra con lo suprarreal, sino que con él se desintegra. iCulminación curiosa de un proceso que quizás llega así a su término!”. Y agrega: “Las tres novelitas no son bromas. Suponen un trabajo tremendo, abordan temas bastante trascendentales, se desarrollan con originalidad. No es como para mirarlas por debajo de la pierna”.
Les pedimos a nuestras entrevistadas que eligieran su “novelita burguesa” favorita. Parte María Laura Bocaz. “En Chatanooga Choochoo me parece interesante la alternancia entre orden y caos; la inversión del poder y de los roles asumidos por los personajes masculinos y femeninos, pero mi preferida es Atómo verde número cinco. Por cómo el mundo narrado nos hace testigos de la desintegración total de una pareja que en las páginas iniciales parecía haber llegado al clímax de sus vidas adultas, simbolizado en ese departamento que compran y decoran con extremo cuidado, respondiendo plenamente a sus anhelos y ambiciones. Junto con la inesperada salida del cuadro del departamento, se abre la puerta a una vorágine que comienza a minar esa relación aparentemente sólida, dejando al descubierto sus cimientos corroídos por heridas pretéritas. La sólida caracterización de los personajes, la descripción en las páginas finales de los protagonistas enfrentados, desprovistos de todo y listos para la última embestida o para huir como dos fieras, poseen esa fuerza y maestría propias de la mejor prosa donosiana”.
Cecilia García-Huidobro opina: “Me gustan las tres, quizás me incline por Átomo verde número cinco por la cotidianidad y simpleza con la que transcurren hechos inexplicables que desencadenan la acción que se vuelve delirante. Una vez más, como buena parte de la obra de Donoso, un espacio cerrado, en este caso un elegante departamento burgués, es invadido por un elemento externo desatando el desmoronamiento de un mundo que simulaba ser armónico. Es hora de volver a leer Tres novelitas burguesas, una novela paródica, absurda y fantástica con indudables resonancias con la actualidad”.