Pedro Aznar: “Siempre fui un chico muy ambicioso, estaba convencido que iba a lograr grandes cosas”
En 50 años de carrera, el destacado cantautor argentino se hizo un estilo y un lenguaje propios. A partir de hoy en el Teatro Caupolicán, inicia una gira local para festejar ese hito. Esta semana, el artista asistió al espacio Desde la Redacción de La Tercera, donde dio una extensa entrevista hablando de su trayectoria. La puedes leer y ver aquí.
Pedro Aznar recuerda con claridad su primera visita a Chile en 1977. En ese entonces, el artista formaba parte de la agrupación de rock progresivo Alas, donde tocaba el bajo eléctrico junto a Gustavo Moretto y Carlos Riganti. El grupo trasandino tocó en el Campus Oriente de la Universidad Católica, en una fiesta novata junto a los chilenos de Congreso, en plena dictadura y en una época en la que el rock argentino se aproximaba a una inminente explosión por Latinoamérica.
Poco menos de cinco décadas han pasado desde aquella vez y 50 años desde sus inicios en la música junto a Madre Atómica. 50 años en los que el artista ha recorrido de arriba abajo el mundo de la música, desde el rock de progresivo de Serú Girán hasta el jazz de Pat Metheney Group. 50 años en los que ha estudiado y re estudiado todo lo que se debe saber sobre composición y producción musical. 50 años tras los que el artista ha decidido detenerse unos segundos y recordar cada etapa de su carrera con una gira mundial que lo trae de vuelta a Santiago este viernes 29 de noviembre en el Teatro Caupolicán.
La gira, titulada “Pedro Aznar 5.0 – 50 años de música”, también lo llevará a recorrer varias ciudades del país, como Viña del Mar, Concepción, La Serena, Colchagua y Frutillar, además de otros grandes escenarios en Europa y Latinoamérica.
Para hablar de todo aquello, el músico estuvo esta semana en el espacio Desde la redacción de La Tercera, donde fue entrevistado por los periodistas Francisco Aravena y Claudio Vergara.
—¿En qué momento un artista con una tremenda trayectoria como la tuya dice ‘es momento de hacer el recuento, de recoger 50 años de música’?
Bueno, el número redondo es una invitación inevitable. 50 años de carrera no se cumplen todos los días ni muchas veces, así que ese fue el motivador y era un buen momento de hacer un, no sé si llamarlo un balance, pero sí una revisita a toda esa música que fuera exhaustiva, que tocara todos los puntos. De hecho, en este show tocamos música de toda mi discografía, de todos los grupos en los que toqué y lo hacemos en orden cronológico, así que es un hermoso viaje. Empezamos de hecho con una de las primeras piezas que escribí cuando estaba en el grupo madre atómica a los 15 y cerramos con un estreno compuesto hace pocos meses, así que es un viaje exhaustivo por estos 50 años.
—Tu carrera es muy exhaustiva en términos de composición, en términos de lanzamiento, en términos de discos. ¿Cómo se fue ordenando eso y como fue ese viaje en términos nostálgicos?
Bueno, me tocó recuperar canciones que hace 50 años que no tocaba, como esta primera pieza que les decía que recuperé de una cinta que un fan grabó en un casette en 1975. Se escuchaba bastante deficientemente, entonces la recuperé, la limpié un poquito. Es algo que me llegó y por suerte pude recuperar esa pieza de allí.
Me senté con mi guitarra a aprenderla como si fuera una obra de otro autor y fue muy emocionante porque además el cuerpo se empezó a acordar de las posiciones. Hay una memoria que tiene el cuerpo que va mucho más allá de la mente, la memoria motriz y empezó a aparecer y a decir “ah claro esto era así y esto era asá” y como con esa canción me pasó con muchas, de recuperarlas, volverlas a pasar por el cuerpo y volver a sentir esa emoción y recordar las motivaciones por las que compuse eso. Fue muy emocionante.
—Normalmente, uno piensa que hay cosas que si viviera de nuevo las haría de manera distinta, las haría de manera “mejor” ¿Tienes la disyuntiva de mejorar esos trabajos o bien de respetarlos?
Trato de ser lo más respetuoso posible de lo original. De hecho, en esa primera pieza de los 15 años cambié un solo acorde porque había una cosa que se repetía cuatro veces y dije “con tres ya estaba bien. La cuarta tiene que ser un poquito distinta”, pero la reemplacé con un acorde que lo podría haber hecho tranquilamente en aquel momento, solo que no me di cuenta en ese momento.
—No hiciste trampa...
Claro, no hice trampa en ese sentido. Me respeté a mis 15 años como era. Pero el resto, que es el 99% de la obra, está exactamente igual. Me di cuenta que me llevo bien con el músico que fui siendo a cada paso. Estoy más de acuerdo y vivo más en consonancia con el músico que fui a cada etapa que con la persona que fui en cada etapa. El chico de 15 años quedó lejísimos y le pasaban cosas que ya no me pasan y pensaba cosas que ya no pienso y cambié de piel, por eso el espectáculo también se llama 5.0, es como renovar un sistema operativo varias veces. Entonces ya como que morí y renací cinco veces como mínimo. Pero con el músico que fui siendo me llevo muy bien y estoy muy de acuerdo y digo “ah, muy bien esto, está muy bien.
—El grito de dolor de la muerte es el silencio, esa es la pieza a la que te refieres.
Así se llama, uff, ampuloso el título.
—¿Te sorprende un título así a los 15 años? Una edad adolescente, prácticamente en donde uno quizás tiene otra clase de pensamiento. ¿Te sorprende el nivel de poesía que lograbas ya en esa época?
No me sorprende, porque me acuerdo como era a los 15 años y era un chiquilín ambicioso.
—Siempre trazaste metas altas entonces
Sí. Hoy no le pondría un título así, aunque más no sea por la cantidad de sílabas. Me dio un poquito de mmm, pero digo si se llamaba así, se llama así. Listo, ya está.
—¿Qué recuerdas de esos años de Madre Atómica? Que es también un grupo, para los 15 años, desafiante, un grupo de rock progresivo, un grupo que mezclaba el jazz, que mezclaba las vanguardias. Un grupo superinteresante que te tuvo debutando en grande en la escena argentina.
Bueno cuando me convocaron MonO Fontana y Lito Epumer yo ni siquiera tocaba el bajo profesionalmente. Yo era guitarrista en mi grupo de barrio, grupo de garage, que tocábamos versiones de Beatles, Rolling Stones y de otras cosas, creo que no teníamos ningún tema original o uno tal vez y cuando ellos me convocan me preguntan si me animaría a tocar el bajo. Les dije, por supuesto, porque además era un instrumento que me llamaba mucho la atención, me gustaba mucho. Así fue que me hice de un instrumento que no era mío, me lo habían prestado, que ni siquiera tenía el jack de conexión en su lugar, tenía como unos cables pelados que salían del instrumento. Era bastante rústico. Empecé a tocar con eso, pero fue un desafío muy grande tocar con ellos dos porque ya eran músicos, a pesar de que con Mono teníamos la misma edad, teníamos los dos 14 años y Lito tenía 19. A pesar de su juventud eran ya músicos muy consolidados y yo venía de enfocarme más en rock y en blues. El blues me gustaba mucho, me sigue gustando muchísimo y ellos hacían rock progresivo, muy ambicioso y escuchaban música que yo en ese momento no le prestaba mucha atención que eran grupos como Emerson, Lake & Palmer, Yes, Génesis y tuve que correr para ponerme a tono porque me subieron a un tren que iba a 300 km por hora.
Esos desafíos me pasaron varias veces, cuando lo miro a la distancia. Me volvió a pasar con Serú Girán. En Serú Girán aparecí teniendo 18 años tocando con los que habían sido mis ídolos y mis referentes, que eran tipos absolutamente ya consagrados, eran célebres a su manera y me tocó estar ahí. Después me tocó con Pat Metheny, también alguien que yo admiraba y de golpe aparecí tocando ahí. Entonces fui creciendo como de a grandes zancadas, ¿no?, como que de golpe se me venía un tsunami encima y tenía que aprender a surfear arriba de esa ola.
—¿Y sientes tú que eso iba dejando su impronta en tus propias composiciones y que ibas de alguna manera convirtiéndote como en una mezcladora de todas esas influencias?
Absolutamente. Sí, sí, sí. Cada uno de esos aprendizajes fue dejando sedimento y me fue formando y conformando como el músico que fui después, sin duda.
—Y en el caso de Serú Girán, ¿cómo fue enfrentarse a algo que tenía que ver con la reputación musical, pero también con la fama? Porque fue una banda muy conocida en términos de popularidad, en términos de arrastre.
Sí, sin duda. Era parte del desafío, estar con estas celebridades y estar de repente expuesto a ese nivel de popularidad, a ese nivel de visibilidad.
—¿Te gustaba la popularidad? ¿Cómo te llevabas un poco con la popularidad, con la exposición?
Bien, en realidad, yo creo que bien porque nunca le presté mayor atención. Siempre me pareció como una, como un gaje del oficio, como algo que viene con el territorio. Lo que nosotros hacemos es público, entonces la gente te para por la calle, te pide una foto, te saluda, te critica, te quiere, no te quiere…
—En ese sentido, te acomodaba estar, por ejemplo, al lado de un Charly García que es en toda propiedad un personaje estridente, florido….
Yo era estridente a mi manera.
—¿Cuál era esa manera?
Que era un chico muy ambicioso musicalmente, tenía grandes planes y estaba convencido de que iba a lograr grandes cosas… pero no de un modo vanidoso personal, sino como que yo sentía que la música tenía el poder de salvar al mundo… y estaba lanzado a eso entonces yo tenía como mi misión entre comillas. Me sirvió yo creo, esa tierna inconsciencia y esa fe ciega, me sirvió para estar al lado de tipos tan notables y no sentirme disminuido.
—Sabías cuál era tu lugar…
No sé si sabía exactamente cuál era el lugar, pero si sabía que yo quería ir a por algo grande y sabía que lo que yo podía aportarle al grupo atravesaba la fama de los otros. Yo sabía que lo que tenía para aportar era algo valioso artísticamente. Felizmente di con tres tipos de gran corazón, de una gran generosidad, con los cuales después quedamos amigos para toda la vida a los que tengo muchísimo para agradecer, porque fueron abiertos, fueron generosos conmigo, me dieron espacio, me dieron lugar, jamás hubo una cosa de “tu pequeñín te callas”, nunca hubo eso.
—Bueno, con Charly después te seguiste relacionando durante muchísimo tiempo, Tango, Clics modernos, bueno hasta La Lógica del Escorpión, digamos que es algo bastante reciente con la canción América.
Nos hicimos profundos camaradas, con Charly somos confidentes uno del otro, grandes amigos a pesar de que nos vemos poco por las actividades de cada uno y esas cosas. Somos muy distintos en algunos sentidos y muy iguales en otros.
—¿En qué son iguales?
Yo creo que somos iguales en que sentimos que la canción es una entidad muy poderosa, capaz de verdaderamente cambiar, no sé si el mundo, pero sí cambiar cabezas y corazones y de enseñarnos a nosotros mismos cosas que todavía nosotros no sabemos. Cuando uno escribe uno muchas veces se manda como, mensajes a uno mismo hacia el futuro y unos diez años más tarde dice, uh, yo escribí esto. En eso nos parecemos muchísimo y en otras cosas somos muy distintos, en cuanto al acercamiento al hecho creativo tenemos métodos tal vez distintos de trabajo, pero yo creo que los dos estiramos el brazo hacia lo mismo, la intención es tratar de alcanzar lo mismo.
***
A fines del 81 y después de tocar en Serú Girán junto a Charly García, David Lebón y Oscar Moro por casi 10 años, Aznar dejó la agrupación y se marchó a estudiar a la reconocida Escuela de música de Berklee. Ahí fue donde el arista grabó su primer disco como solista, Pedro Aznar, para posteriormente ser convocado por el guitarrista norteamericano Pat Metheny para unirse a su banda Pat Metheny Group, con la que se van de gira por Estados Unidos y Europa.
—En un momento tú dices, “necesito ir a estudiar música” y te vas a Berkeley, a Estados Unidos ¿Por qué tomas esa decisión?
Yo creo que fue una actitud que tuve toda la vida, que sigo teniendo, que es la de sentir que en esto no se deja de aprender nunca y que uno es siempre un aprendiz que va humildemente buscando y encontrando algunas cosas. De hecho, eso de irme a estudiar lo repetí muchas veces más, más adelante. A los 46 años me puse a estudiar composición formalmente. Cosa que ya hacía, pero dije, quiero ir a estudiar composición con un profesor de composición y estudiar contrapunto y fuga y volver a estudiar armonía desde el principio para suplir algunos bachecitos que sentía que tenía. Estudie jazz antes de estudiar música clásica, digamos. Entonces dije, vamos a estudiar el estilo clásico en profundidad y vamos a aprender a dirigir una orquesta y vamos a aprender orquestación y escribir formalmente para cualquier instrumento que sea y eso me lo propuse a los 46 años. Y aquí estoy, y sigo estudiando cosas.
—Y en esa etapa con Pat Metheny, ¿pudiste ir más allá en las ambiciones que tenías?, compositivas, de interpretación, de exploración del instrumento, etc.
Sí, esa fue una escuela de escuelas, tocar con músicos de ese calibre internacional fue una escuela importantísima. Aprendí muchísimo. Aprendí mucho desde lo musical, aprendí mucho desde lo profesional, del profesionalismo en todo lo que respecta a tocar, a presentarse en vivo, a grabar, a viajar, a producir.
—¿Y era muy distinto pasar de la escena de la música argentina con tus compañeros a pasar a una escena más internacional?
Sí, nuevamente un desafío, un tsunami al que me tuve que acostumbrar. Lo que aprendí con el grupo de Pat Metheny fue todo eso que les decía y además aprendí que ese no era mi lenguaje. Yo tenía como una idea de que en el jazz podía encontrar un modo de expresión para mí y después estando totalmente inmerso ahí adentro me di cuenta, dije “esto está muy bien, pero no es necesariamente lo mío, lo mío es la canción”. Yo de hecho empecé a escribir poesía antes de escribir canciones, antes de escribir música, entonces para mí eso es un centro de operaciones muy importante y fue revelador, atravesar esa experiencia, disfrutarla muchísimo, aprender mucho de ella, pero si fue “muchas gracias, pero me parece que lo mío va por este otro camino”.
—Pasaste de curso ahí
Sí, y me fui a volver a dedicar a lo mío, o a dedicarme cabalmente a lo mío, porque lo que había hecho antes con Serú Girán y todo eso, yo ahí más que como compositor que tenía apenas un poquito de influencia, funcionaba más como arreglador, como coordinador, como productor, digamos. Después me dije, lo mío es componer canciones y a partir de ahí, de fin de los años 80, enfoqué absolutamente para ahí.
—O sea la academia y el jazz y Pat Metheny sirvió un poco para darte cuenta de lo opuesto, de una situación distinta. ¿Como eso influye en ti como músico? Una decisión atípica para la época con un rock argentino que valoraba también otro tipo de tópicos como la actitud, la crudeza, la estética, lo frontal.
No es lo opuesto en principio. Yo de ese mundo del jazz tomé muchas cosas que están en mi vocabulario de hoy. Tal vez están en dos más homeopáticas, pero están. Si uno rasca un poquito la superficie se da cuenta de que ahí hay un trabajo interno en la música, o ahí el que es músico y conoce de cómo se conforma la música se va a encontrar con que hay movimientos de voces y con que hay una estructura contrapuntística y un trabajo muy detallado en algo que uno escucha, y que es una canción hecha y derecha, y que en muchos casos tiene esto que decías de la furia, de la protesta, de la actitud desafiante, de la rebeldía.
Todo eso del rock está en mi música, claramente, y es te diría casi que es el centro de mi música. Pero ahí dentro también conviven con una estética que toma muchos elementos del jazz, que toma muchos elementos de la música clásica, que toma muchos elementos del folklore, que toma muchos elementos del tango, que toma muchos elementos de la música latinoamericana como un todo. En esa confluencia de cosas se formó lo mío.
—¿Te sentías parte por ese lado de un rock argentino que uno siempre lo asocia a la década de los 80, la época de gloria en términos de popularidad, de pasividad, de radiodifusión del rock que conocimos como rock argentino con Charly, con tu presencia, con Soda Estéreo, con Sumo, con Virus?
Los 80 fueron el momento en el que el rock argentino saltó al mundo ¿no?, y se lo conoció en todas partes, pero yo me siento más heredero de los 60s, 70s, más de los 70s, de esa concepción de la idea de que podría ser el rock y que podría vivir adentro del rock, porque en los 70s el rock se abrió cuando se convirtió en un lenguaje universal se abrió a permitirse englobar las músicas locales de cada país donde se daba como un fenómeno cultural, y en Latinoamérica eso dio frutos extraordinarios. Por ejemplo, el trabajo de Arco Iris de Gustavo Santaolalla en los 60s, es un ejemplo, el trabajo de Alas, banda en la que yo toque a los 17 años fusionando rock, jazz, soul, con la que vine por primera vez a Chile en el año 77. Entonces yo siento que esa fue un poco la matriz sobre la que yo construí lo que hago, donde pueden convivir todas estas músicas más la música local de mi país, de mi región.
—A propósito de tu primera visita a Chile y esa explosión del rock argentino en los años 80 que empieza a generar un movimiento acá, donde todavía estaba muy fuerte la dictadura y la música de alguna manera se transforma en un vehículo de expresión. ¿Cómo veías tú esos procesos cuando venías a Chile?
Por eso decía antes que me siento más hijo de los 60s y 70s en el rock, porque en ese momento la música de rock era expresión no solo cultural sino expresión sociopolítica cultural. Como decíamos recién era oxígeno, particularmente para países como los nuestros que habían sido o estaban siendo sojuzgados por dictaduras. El lenguaje poético tiene la capacidad de interpelarnos no solo racionalmente a través del sentido de lo que dice, sino emocional y estéticamente porque conecta con nosotros a través de la belleza, además, de lo que estopa diciendo, del sentido de lo que está diciendo, y eso es una herramienta poderosísima, porque involucra a las personas emocionalmente, no solo racionalmente, y es un elemento fundamental para cambiar conciencias, para crear conciencia.
—¿Te acuerdas de esa visita el año 77 a Chile? Un Chile en la penumbra dictatorial.
Sí, esa es la palabra perfecta, penumbra. Me acuerdo, mi sensación es esa. Es un lugar oscuro, en el sentido metafórico de la palabra, es de un lugar oscuro. Me acuerdo del toque de queda, del estado de sitio, del miedo de la gente de que te pillara por decirlo en chileno el toque de queda en la calle, porque era peligroso y estamos hablando del año 77, ya habían pasado 4 años, pero aun así el nivel de terror se sentía, era palpable y el solo hecho de estar vivo y de ser una persona libre de la cabeza te ponía en riesgo.
—A propósito del rock argentino y su etapa de gloria en los 80, ¿tienes una opinión de la escena argentina actual hoy en día?
Bueno hay expresiones nuevas, hay chicos jóvenes que están haciendo cosas muy interesantes, pero también hay un nuevo movimiento que es heredero del hip hop y del rap y del trap que hace un excelente uso de la palabra poética y hace una música que, en muchos casos, es muy contestataria y muy reflejo de la sociedad que vivimos y de alguna manera recoge el guante del rock como elemento de cambio. Yo creo que una parte de la fuerza del rock también se derivó por ahí, como que tomó un poco por ese curso.
—De modo que le das valor a esas expresiones como el trap, el reggaetón y la música urbana?
Sí, claro. No toda me gusta, de la misma manera que no todo el rock me gusta. Hay algunas cosas que me parecen banales, que me parecen superficiales, que no me interesan, pero hay otras cosas que son poderosísimas.
—¿Qué estás escuchando ahora Pedro?
Escucho de todo en realidad. Escucho de todo y tampoco escucho mucha música porque cuando escucho tiene que ser algo que verdaderamente me convoque.
—¿Es cierto que quisiste ser músico cuando escuchaste Revolver, el disco de Los Beatles?
Sí y no. Sí porque fue una explosión y no porque yo creo que ya venía de antes.
—Pero, ¿escuchas Revolver de vez en cuando?
Sí claro, claro. Y tengo todos los relanzamientos que se hicieron, las remezclas. Lo he escuchado de diez mil maneras distintas. Yo creo que es un trabajo de referencia, así como lo es sentarse a escuchas Bach, eso no caduca nunca, eso tiene valores a los que se les puede sacar jugo y se puede estar inspirado por eso de aquí a cientos de años.
—¿Te parece que el rock hoy está en un acento nostalgico? Como una suerte de museo que un poco mira su obra, mira su trayectoria. Estamos hablando de Revolver un disco del año 66 que se reedita constantemente, estamos hablando de una gira de 50 años que tu estás haciendo.
Un museo de grandes novedades como diría Cazuza. No, porque fíjate, yo creo que estamos habituados a pensar la cultura contemporánea desde las modas y desde la velocidad de los medios eléctricos y electrónicos, de los medios digitales y de comunicación. Ahora, si uno piensa ¿es válido ir a escuchar Mozart a un teatro? Por supuesto que sí, ¿por qué? Y porque Mozart tiene valores perdurables ¿Es válido sentarse a escuchar Revolver? Sí, sin duda. ¿Está de moda? No ¿Es actual? No, ¿no es actual? ¿Mozart no es actual? ¿Bach no es actual, el canto gregoriano no es actual? Si en este momento me emociona y me cambia la vida, definamos la palabra actual.
—Aproposito de eso mismo, ¿hay alguna cancion del repertorio que tocas en esta gira de 50 años que te emocione particularmente?
Como la Cigarra, por razones obvias. El canto de libertad.
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