Fito Páez en Chile: el nostálgico y emotivo viaje de uno de los grandes del rock latino
La noche del martes 10 de diciembre Fito Páez regresó a Chile con un emocionante concierto en el Movistar Arena, donde mostró dos de sus incontables facetas como artista de la mano de su gira PAEZ4030. Sobre el final, además, invitó a Álvaro Henríquez.
“Ole, ole, ole, ole, Fito, Fito”, coreaba el público en el Movistar Arena cuando ya faltaban cinco minutos para que se cumplieran las 21:30 de la noche. Impacientes por ver al rosarino subir al escenario, no faltaron los típicos chiflidos de algún que otro espectador que se impacientaba por la tardanza de Páez.
El artista argentino regresaba a Chile la noche de este martes 10 de diciembre de la mano de su gira PAEZ4030. Los números no son casualidad, y es que el rosarino se encontraba celebrando 40 años del lanzamiento de su primer disco, Del 63, y 30 años del emblemático Circo Beat, dos álbumes que, de una manera u otra y desde distintos ángulos, han definido su carrera como artista.
El apagón de luces a las 21:45 horas indicaba el esperado inicio del show, que fue recibido con aplausos y vítores por parte de un público emocionado. Vestidos de punta en blanco, los músicos entraron al escenario tomando sus respectivos puestos, mientras que Fito Páez los seguía por detrás, contrastando con un look de traje negro cubierto de brillos. “Santiago querido”, expresó, saludando al público para luego tomar su lugar frente al piano.
Acariciando las teclas del piano con suavidad, el artista partió interpretando la primera canción de su disco debut, y aquella que, de alguna forma, lo introduce al mundo de la música a sus 21 años: Del Sesenta y Tres.
Tres Agujas y Viejo Mundo le siguieron a aquella gran introducción que sacaba aplausos de un público entregado, pero que aún no se atrevía de levantarse de la comodidad de sus asientos. Con un aire más enérgico continuó con La Rumba del Piano, una de las canciones más elogiadas de aquel primer título. Siguió con Sable Chino, donde el saxofón se llevó los aplausos tras un impresionante solo. “La única aristocracia es la del espíritu”, anunció Páez tras terminar la canción, elogiando además a su saxofonista.
La primera parte del show terminó con las emociones a flor de piel, donde Páez deleitó al público con la potente balada Canción sobre canción, para luego cerrar con el último tema del disco, Un Rosarino en Budapest. Cerca del final de la canción, el argentino se levantó finalmente de su piano por primera vez en la noche y se acercó a cantarle al público, como diciendo “no sean tímidos, levántense”.
Tras un breve intermedio en el que los espectadores de Platea Baja alegaban por un bloque de cortina que les bloqueaba la vista, Fito Páez volvió a subir al escenario con toda la energía que trae la segunda parte de su show, de la mano de Circo Beat, el segundo disco más vendido en la carrera del rosarino.
“Buenas noches, ladies and gentleman, bon soire, sean bienvenidos a la primera función del Circo Beat, el circo más sexy, más alto, más tonto del mundo” comenzaba a relatar la voz de un Fito Páez del año 94, uno más exuberante, más experimentado, más afianzado en su carrera. A Circo Beat le siguió Mariposa Tecnicolor, una canción que, como era de esperarse, hizo que incluso aquellos que aún no se habían levantado de sus asientos se pusieran de pie para corear el clásico del artista.
El rosarino siguió interpretando Normal 1 y Las tardes del sol, las noches del agua, con un ritmo más lento y melancólico. Sin embargo, Tema Piluso volvió a subir la energía, una canción que el público cantó a la par junto a Páez.
El último tramo del show pasó por temas como She’s Mine, El jardín donde vuelan los mares, Si Disney Despertase y Soy un Hippie, canción en la que la banda se paró codo a codo junto a Páez para interpretar la primera parte a lo a capella. El artista terminó con Nada en el Mundo Real, la última canción del trabajo. Sin embargo, el show estaba lejos de terminar.
“Un poco más”, el encore que cerró desde lo alto
Cuando ya marcaban las 23:30 de la noche, el argentino cerró el show invitando al escenario a Álvaro Henríquez, líder del grupo Los Tres, quien fue recibido por el público con gran emoción. Con guitarra en mano, el artista chileno comenzó a tocar el reconocido riff de su canción Déjate Caer, la cual interpretó junto a Páez, recordando aquel concierto en el Festival de Viña de 2007 cuando ambos tocaron aquel clásico frente al público viñamarino.
Finalmente, Páez y Henríquez cerraron con Ciudad de pobres corazones, un clásico que resonó en todo el Movistar Arena con unos intensos solos de guitarra que enloquecieron al público y que despidieron al argentino desde lo más alto, reafirmando su reputación como uno de los músicos más grandes y transversales del rock en español.
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