Es viernes 6 de septiembre de 2024. Mariana Enriquez se encuentra en un hotel en Santiago de Chile dos días después de presentar la primera fecha internacional de No traigan flores, un espectáculo teatral multidisciplinario, que en cierto modo, hace un recorrido por su aplaudida trayectoria. Ve en la televisión una fecha del US Open –siempre ha sido una fanática del tenis–. Suena su teléfono y contesta sin saber quién llama. Es de la Universidad de Talca, le avisan que acaba de ganar el Premio de Letras José Donoso.
Tres meses después, la periodista y escritora argentina regresa a Chile para recibir el respetado galardón. Es miércoles, la tarde previa a la ceremonia en la que se llevará una medalla, un diploma y 50 mil dólares. Camino a la entrevista se queja del jetlag que mantiene desde los primeros días de diciembre, luego de un viaje a Australia; además, aún no termina el discurso que dará durante la premiación. Sabe que incluirá su historia con la literatura de Donoso y en específico, quiere hablar de ese libro verde –no recuerda bien el color– que estaba en el living de su casa de infancia; sabe que es del autor y que nunca lo leyó. Ahora, en varias entrevistas ha dicho que Donoso es un escritor que le gusta mucho y que siempre lo tuvo presente.
Enriquez confiesa que sintió sorpresa cuando le dijeron lo del premio. No acostumbra a tener en cuenta las fechas y considera que los géneros en los que se mueve –crónica periodística y terror–, no son tan estimados, sobre todo desde la academia. “No lo digo de falsa modestia, los premios me sorprenden. Nunca los estoy buscando. El único al que mandé un libro, de hecho, fue al Herralde”, asegura Enriquez a Culto.
En 2019 se adjudicó el galardón español con Nuestra parte de noche, su novela más célebre. El éxito de ese libro se dio en el periodo de confinamiento durante la pandemia, cuando las redes sociales comenzaron a tener aún más presencia en el área literaria; desde ahí, el interés por sus otras publicaciones comenzó un viaje en ascenso.
No escribir por complacencia
En esta idea de no perseguir los premios, Enriquez es bastante crítica: opina que al buscar esas distinciones se condiciona la escritura. “Escribo porque me gusta. No estoy buscando la aprobación de nadie, no me gusta restringirme”, comenta.
En sus palabras, los premios en general siguen un mandato de agenda. No se trata solo de escribir una historia que resuene con el jurado, sino que tiene que ser algo que calce con la contingencia, con los temas del momento. “Que no tiene que ser demasiado cruel, que no tiene que ser demasiado irreverente, que no tiene que ser demasiado chocante. ¿Cuál es el límite entre esto y lo otro? Poner esos límites en la literatura es muy peligroso”, dice la autora. En ese sentido, no solo se refiere a los premios literarios, sino que también ve con ojo crítico otras instancias como los Oscar, considerando que para llegar a ellos se necesita cierto grado de complacencia.
En cuanto al Premio José Donoso, le agrada que sea un galardón que distingue la trayectoria más que una obra específica. “Pero me parece raro igual. Estoy muy agradecida, claro, pero me parece que voy recién en la mitad del camino. Me falta mucho por escribir”, comenta. Al respecto, cree que la trayectoria no tiene que necesariamente premiar una vida entera, si una persona logra dejar una marca o crear algo importante en pocos años, eso es una trayectoria igual de valiosa.
“Todos los premios son políticos”
Durante la pandemia la escritora argentina fue invitada a participar en un conversatorio virtual en el que también estaba presente Han Kang, la reciente premio Nobel. De ese momento, Enriquez recuerda haber pensado que la autora de La vegetariana era una persona muy tímida y tremendamente inteligente. Reflexionando sobre esa distinción, aboga nuevamente por la no búsqueda de los premios y profundiza en que cuando estos se entregan por un jurado, sin tener que enviar las novelas, se pasa por un filtro que también es político.
“Todos los premios son políticos. Quiero decir que se relacionan con lo público, son un mensaje. No es solamente un señor que dice ‘a mi me gusta Mariana Enriquez así que le damos el premio a ella’. Si fuera así, por mi todos los años le doy un premio a Cormac McCarthy, y a nadie más, porque me gusta”, concluye la escritora.
En esa línea, las obras de Enriquez, además de estar insertas dentro del género del terror, también encuentran un fuerte sentido social. No se trata solo de fantasmas, oscuridad, bandas de rock y rituales; en el trasfondo de sus historias y relatos está también la visión de una periodista que ve el mundo más allá. La crítica a la dictadura, a la desigualdad económica, a la discriminación y al maltrato en general, son temas recurrentes y relevantes actualmente.
“Que Han Kang haya ganado el Nobel tiene todo un contexto por detrás. Es cosa de ver toda la influencia cultural que tiene Corea en el mundo. Con este premio las personas comenzaron a leer, a ver, a consumir en general más cultura coreana, y a mujeres coreanas, que es algo bueno”, reflexiona la autora de Bajar es lo peor. El estatus que entregan los premios sirven no solo para generar más lecturas y ventas, sino también para difundir las obras que devienen de la premiada; en este caso, no solo se distingue a Mariana Enriquez, también se reconoce a todo el fenómeno literario que aboga por temas similares, que explora géneros “poco convencionales” para dotarlos de profundidad y expandirlos.
Las redes sociales y los fandoms
Para Enriquez, las redes sociales son una especie de mapa. Ella da el espacio para que sus lectores lleguen e interactúen. “Es un mapa que se construye un poco entre todos. Hay quienes solo pasan mirando y otros que se quedan y profundizan, lo que sería ver las películas que les recomiendo, los discos que escucho y, obvio, también los libros”, dice la autora.
La exposición de las redes sociales no es para todas las personas, y en el arte de escribir, hay quienes creen que estas no aportan al trabajo narrativo. Sin embargo, Enriquez logró utilizar sus plataformas para conectar con sus lectores. No solo las utiliza como un medio de difusión de eventos o información importante, sino que también funciona como buzón abierto para que las y los fans envíen sus reacciones, algún comentario o incluso algún fan art a propósito de sus libros.
“Eso me gusta mucho de Instagram, siempre están enviándome o etiquetándome en arte, dibujos, pinturas que la gente hace sobre mis personajes. Es muy bonito”, agrega. Estas obras comenzaron a llegar en masa durante los últimos años, según cuenta la escritora, es por eso que en la puesta en escena de No traigan flores hay un intermedio en el que se proyectan fan arts en el escenario.
Pero ese proyecto estuvo pensado desde un inicio para ser efímero, que no trascendiera más allá de las pocas fechas agendadas; es por eso que recientemente se abrió la exposición Como para no estar muerta con este día. Se trata de una exhibición en la Galería de Arte Contemporáneo Mite, ubicada en la ciudad de Buenos Aires, que cuenta con más de setenta fan arts inspirados en el universo literario de Mariana Enriquez. La muestra gratuita contó con la curatoría de la autora y estará disponible hasta febrero del próximo año.
“Me encantan los fan arts. Hacen caso a esto de la influencia. Obvio tienen un aura un poco punk, bien oscuro, que se mezcla con mis textos. Me gusta mucho que se dé esta vuelta de crear arte a partir de una historia”, cuenta Enriquez.
La literatura latinoamericana y las mujeres
Hablando de libros y movimientos literarios, Enriquez cree que el panorama cambia con los años y que los escritos del Cono Sur, así como de las mujeres, están siendo más leídos y más respetados por los países canónicos. “Creo que hay un renovado interés por la literatura latinoamericana, por las mal llamadas periféricas”, comenta.
La autora es una fanática de Borges. Considera que él, junto a Bolaño, fueron los autores que lograron traer de vuelta la atención a la literatura latinoamericana luego de la “saturación”, que en su opinión, existió de las plumas latinas. Asimismo, ve un problema en la inclusión forzada y poco representativa de las mujeres en los productos culturales: “Hay que pensar mejor a las mujeres, como son en realidad, es ilógico pensar siempre en una Gal Gadot más grande incluso que Robert Downey Jr.”, expresa.
En ese sentido, considera que la inclusión tiene que ser no por el hecho de ser mujer, si no porque estas personas merecen el espacio. “Prefiero que me inviten a una antología de terror sin más, que a una antología solo de mujeres. Ahí no hay mérito. Para mi es una cárcel esto de la literatura femenina, es contraproducente”, concluye.
Desde La sustancia a Barry Keoghan: la cultura pop para Enriquez
La escritora siempre está atenta a lo que sucede en el mundo y, en eso, la cultura pop no se queda atrás. En su Wrapped de Spotify, compartido a través de Instagram, muestra que su artista más escuchada durante el año fue Taylor Swift; asimismo, en su feed e historias constantemente se pueden ver imágenes de actores o cantantes. Comenta, además, que está a la espera del estreno de Nosferatu y Anora.
Hablando sobre películas, Enriquez piensa rápidamente en La sustancia, esta cinta de horror corporal y crítica feminista que tuvo muchos adherentes; sin embargo, la autora dice no estar de acuerdo. “No me pareció fuerte visualmente. Pero lo que no me gustó fue el mensaje. Esto del cuerpo y la vejez es algo que ya sabemos. Las mujeres lo vivimos todos los días. La película no muestra nada nuevo”, reflexiona.
En esa línea, considera más interesante una lectura entre líneas: la idea de las divas pop y cómo la más joven, la nueva, va destronando a la reina en esta competencia implícita. Esto pasa no solo en la película, con ambas protagonistas, sino que la autora también lo relaciona con actrices y cantantes de la vida real: antes era Demi Moore, ahora quizás es Anne Hathaway; antes teníamos a Madonna, que sigue un poco presente, pero ahora tenemos a Sabrina Carpenter. “Las nuevas generaciones van tomando el lugar de las antiguas, y no hay mucho que hacer contra eso, es como la canción Clara Bow de Taylor Swift”, dice.
Por otra parte, a Enriquez le preocupa el nivel de exposición que dan las redes sociales y cómo estas pueden ser utilizadas para atacar a la gente por cualquier cosa. Ejemplificando, habla sobre el caso de Barry Keoghan, actor irlandés que, según aseguran medios internacionales, terminó hace poco su relación con la intérprete de Espresso. “No sabemos qué pasó, si alguien hizo algo mal o no. No podemos realmente juzgar. Pero ahí están las redes de este chico –que tuvo una infancia difícil, con la mamá que murió joven, que vivió en hogares–, las tuvo que desactivar para que su hijo no viera todo eso en el futuro y encima tuvo que sacar un comunicado”, comenta la autora con ímpetu.
Todo eso le parece muy patológico, algo de esta época. Cree que es un tema muy interesante para explorar en algún próximo producto, pero que ahora tiene tres o cuatro libros pensados que abordan temáticas distintas.
La influencia de Mariana Enriquez
La obra de Enriquez dejó de estar solamente en los textos. La autora logró crear un universo literario que traspasa formatos: lo visual, el teatro, el fan art y la música –tiene featurings con artistas emergentes de Argentina–. Según sus palabras, le gusta cuando el arte deja espacio para conocer más, esto de la intertextualidad. “Llegué a Rimbaud por Patti Smith. Fui a las catacumbas por Anne Rice y por El perfume de Süskind”, ejemplifica.
Así, su obra está repleta de referencias culturales. Ella misma, al hablar, utiliza libros, películas y autores para explicar sus ideas; creando una telaraña de referencias que terminan por formar lo que es el fenómeno en movimiento de la literatura de Mariana Enriquez.
La ceremonia de premiación a propósito del Premio de Letras José Donoso –que estuvo marcada por los 100 años del natalicio del escritor chileno–, se celebró el pasado jueves en el Centro Cultural Gabriela Mistral. En el acta de los jurados, se celebra la capacidad de Enriquez “para crear un universo de ficción tan personal como inquietante”, sumando que en su obra, “el terror es un recurso estético que nos confronta con los aspectos más apremiantes de la realidad latinoamericana, tales como la violencia, el terrorismo de estado y sus consecuencias en el presente, las desigualdades sociales, las problemáticas de género, el extractivismo, la crisis climática, entre otros”.