Columna de Marisol García: Lo mejor del año: las cifras (quizás) engañan
Un diario local definió hace poco al Unplugged de Los Bunkers como una grabación “mítica”, lo cual es imposible para una cita no sólo concreta y comprobable sino que, además, fehacientemente reciente. Tal como la palabra “fenómeno” no es justa para calificar a toda figura emergente, no tiene sentido que persistamos en tratar a las reuniones de grandes bandas como noticias de excepción, siendo que por estadística ya son más bien la norma.
Si es por sospechar, sospechemos: ni Taylor Swift es la mayor estrella del pop, ni el disco 2024 de Sabrina Carpenter fue más escuchado que el de Karol G, ni Amy Winehouse tuvo el más relevante biopic musical del año. Vamos, sincerémonos: es muy poco probable que Barack Obama tenga a Gata only (de los chilenos FloyyMenor y Cris MJ) entre sus temas favoritos. Los ránkings y conteos digitales dicen que sí, y los medios no hacen más que reproducir listas certificadas. ¿Por qué desconfiar, entonces?
Suele hablarse de la era del streaming como una de cambios radicales en los formatos y modelos de negocio asociados a la distribución de música. Pero acaso el giro mayor se esté dando en nuestros hábitos de escucha, tan profundamente alterados en las dos últimas décadas que aún no terminamos de asimilar cómo el alza de extractos de hits por TikTok, la creación de comunidades online de fans y la promoción (casi imperativa) a través de selfies cambiará el mapa de nuestra selección sonora. En esa refronterización, también los conteos y “top de tops”, la viralización y lo que sea se entienda por “batalla cultural”, merecen, si no la sospecha, al menos la justa exigencia de precisión.
Un diario local definió hace poco al Unplugged de Los Bunkers como una grabación “mítica”, lo cual es imposible para una cita no sólo concreta y comprobable sino que, además, fehacientemente reciente. Tal como la palabra “fenómeno” no es justa para calificar a toda figura emergente, no tiene sentido que persistamos en tratar a las reuniones de grandes bandas como noticias de excepción, siendo que por estadística ya son más bien la norma. El reajuste de conceptos en torno a la música popular avanza hoy valiéndose de entusiasmos amplificados pero imprecisos, alentados por la fragilidad de los datos de referencia histórica y lo incontestable que se nos vuelven los clicks sumados hasta lo apabullante. Quién es uno para recelar de estrellas sub-21 con plays de nueve cifras (o más).
Sin embargo, ¿no es, al menos, atendible recordar que un récord no siempre equivale a una marca cultural? El repaso por las tendencias musicales del 2024 deba atender a lo más vistoso y rentable, pero también a pulsos persistentes de tantas o más pistas sobre el paisaje creativo alrededor. El empleo imaginativo de máquinas. La reformulación de sonidos y estructuras en complicidad con la IA. La vigencia de una autoría atrevida en lo emocional. Festivales definidos por una curatoría distinguible. Sonidos trasfronterizos. Ahí están: insilenciables, propositivos, elocuentes de nuestro tiempo. Si es por masividad, los conciertos de los avatares de ABBA en Londres han resultado un exitazo, pero nada pueden decirnos sobre el pop de hoy. Por fortuna, en la música no manda quien consigue más likes.
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