La primera escucha de un disco muy esperado siempre encuentra dos tipos de oyentes. Los defensores y los desconfiados. Trato de ser del primer grupo -un disco es bueno hasta que no demuestre lo contrario-, pero suelo ser del segundo. Desconfiando, escuché El CLúB, sintiéndome estafada precisamente por su falta de estafa: al parecer, Bad Bunny nos estaba dando justo lo que queríamos. Una canción que sugiere que sigue pensando en Gabriela, su ex, porque sabe que sus fans somos apasionados de ese amor y no de lo que pasó con Kendall. “Veo tu truco, BB”, pensé, al escuchar la frase en la que cantaba “2022, la última vez que yo te vi”. 2022: el año del lanzamiento de Un verano sin ti y, se supone, el posible año de término con Gabriela.
El problema es que yo estaba juntando dos pésimos mundos: desconfianza y desprolijidad. La secuencia de años de El CLúB no partía el 2022, si no en la frase “2019, un pestañeo y ahora estamo` aquí”.
Y el 2019 no puede pasarse por alto en esta canción porque no puede pasarse por alto en la historia de Bad Bunny porque, finalmente, no puede pasarse por alto en la historia de Puerto Rico.
2019: gobernaba Ricardo Rosselló y sucedieron al menos dos cosas que volvieron al pueblo puertorriqueño contra él. Un escándalo de corrupción y la filtración de 889 páginas de chats de Telegram que tenía con sus asesores y otra gente cercana. En ellos había mensajes homofóbicos, misóginos y -tal vez el verdadero explosivo-, mensajes de burla a los muertos por el Huracán María, ocurrido en 2017. Así que voy más atrás, a ese año. No es un asunto de consignación histórica nomás. Pasa que Bad Bunny cuenta que partió trabajando DtMF en enero del 2023, “técnicamente”, pero que en realidad partió mucho antes. Fuerzo ese “mucho antes” para situarlo en 2017: no puedo saber si Benito tenía en mente un disco como DtMF -tan político, identitario, épico y nostálgico-, pero sí sé que bastante de lo que pasó ese 2017 contiene lo que estamos escuchando ocho años después.
Entonces, 2017: hay un video incomodísimo grabado dos semanas después del Huracán María. En él, se ve al gobernador Rosselló junto a Trump en una conferencia de prensa. Trump, muy en su tono, dice que los puertorriqueños deberían estar agradeciendo no haber tenido una tragedia “real” como la del Huracán Katrina y, para probar su punto, le pregunta la cantidad de muertos a Rosselló. “16″, responde él. Días después reconocerá a 64. Lo que se sabe hasta hoy es que son más de cuatro mil. Algunos por consecuencia directa del huracán, la mayoría por consecuencia de años de gobierno negligentes alineados con el desdén gringo hacia la isla: muertos por no poder llegar al hospital ante las carreteras cortadas y los puentes destruidos. Muertos en el mismo hospital por falta de electricidad, una falta que en Puerto Rico es constante.
Reírse de los muertos en esos chats de Telegram destapados el 2019 tendrá como consecuencia quince días de protestas en las que participan Residente, Luis Fonsi, Ricky Martin y el mismo Bad Bunny; y que terminarán en la renuncia de Rosselló. Triunfo momentáneo porque el episodio -como muchos otros episodios latinoamericanos- recuerda al capítulo de 31 minutos en el que el mundo se acaba pero ni se nota “porque inmediatamente después empezó otro igual”: hasta hoy gobierna el PNP, el mismo partido de Rosselló.
Algo sí se notó en Bad Bunny. En esos días de 2019, junto a Residente e iLe, hizo el tema “Afilando los cuchillos”, su primer tema de protesta, aunque no su primer gesto político. En 2018 había resignificado “Estamos bien” en el show de Jimmy Fallon para dedicársela a las víctimas del huracán.
En Afilando los cuchillos, Residente dice:
“Esto va pa’ los artistas internacionales:
¿Y las banderitas de Puerto Rico en las redes sociales?”
Si marco estas frases es porque aunque Residente es un amigo admirado e influencia de Bad Bunny, la forma que encontrará Benito para hacer sus propios llamados de emergencia en DtMF es muy distinta. No torea a quien no se manifiesta políticamente, si no que busca que la gente sienta deseo por poner las banderas de Puerto Rico. Dicho más simple: no te hace sentir hueón por no subir la banderita de Puerto Rico, si no que te hace querer subirla. Algo más audaz le leí vía Instagram a alguien a quien siempre cito, Pablito Wilson, autor de Reggaetón: una revolución latina: en DtMF, Bad Bunny logra poner al mundo entero a cantar por la independencia de Puerto Rico, que hasta ahora es un estado libre asociado de Estados Unidos. ¿Qué significa esto? Por ejemplo, que no tienen derecho a votar por presidente, pero de todos modos los gobierna quien gane en Estados Unidos, esta vez Trump. Que Estados Unidos, tal como hizo en Hawaii -canta Benito- hace lo que quiere (la ley 22 exime a los extranjeros que inviertan en la isla de impuestos) y los descuida como quiere.
También hay un asunto de foco. Residente ha defendido muchas causas: la puertorriqueña y la de los palestinos. La de los estudiantes chilenos y la de los mapuche. Bad Bunny -y con esto no digo que sea mejor, sólo distinto- ha sido más acotado, al menos hasta ahora. Ha hecho algo por las disidencias, sí, pero sobre todo se ha dedicado a Puerto Rico: el 2022 sacó el corto documental El apagón -sobre gentrificación en la isla- y el 2024, año en el que estuvo casi silencioso en términos musicales, sí que habló de otras cosas. Llamó a los jóvenes a inscribirse para votar, apoyó al candidato de izquierda e independentista Juan Dalmau, pagó letreros que podían verse en la carretera contra el PNP -el partido de derecha y anexionista a Estados Unidos-, lanzó el precioso tema Una velita, otro homenaje a las víctimas del huracán a la vez que una insistencia sobre la precariedad de infraestructura y electricidad de la isla; y trabajó silenciosamente en DtMF.
Bad Bunny ha dicho que no le importa si quienes no somos de Puerto Rico nos perdemos cosas de su léxico o referencias del disco, y me encanta. Si no pensara así, neutralizaría su lenguaje y todo sería más aguado. Además sabe que ya nos tiene ganados porque, una vez teniendo el deseo de subir la bandera de Puerto Rico, ya tenemos también el deseo de hurgar en todo misterio y entonces querer saber, por ejemplo, que la palma que se tumba en Una velita (que no es del disco, pero bien podría estar) representa al PNP porque ese árbol es el símbolo del partido. Que Toñita, del tema NUEVAYoL, es María Antonia Cay, dueña del bar Caribbean Social Club y matriarca de los puertorriqueños en Nueva York. Que las voces del inicio de EoO son un sample de Tito el Bambino. Que el sapito tan querible que aparece en el cortometraje de DtMF y en las visualizaciones en Spotify, se llama “sapo concho”, es endémico de la isla y está en extinción, metáfora clara del mensaje del disco.
En una entrevista del año pasado en el podcast El Tony Pregunta, Bad Bunny dijo que no comulga con los discos que son un repositorio de canciones sin conexión. Él busca un hilo y una atmósfera. En Un verano sin ti, dice, el comienzo del disco sugiere otro comienzo: llegar a la playa, abrir la primera cerveza con ese entusiasmo de recién llegado en el que todo es futuro. Pero en el transcurso del disco -o de esa día de playa- el ánimo decae, aparece la nostalgia, van demasiadas cervezas.
DtMF comienza con la migración boricua en Nueva York y cierra con Bad Bunny en La Mudanza, diciendo que no se moverá de la isla. Las colaboraciones son sólo con puertorriqueños, está expresamente dedicado a la gente de su país, los ritmos -reggaetón, plena o salsa- son del caribe, el arte está a cargo de gente de Puerto Rico y hay fragmentos de la historia de la isla escritos por el historiador puertorriqueño Jorell Meléndez-Badillo al ver las canciones en Youtube.
Esto que escribo partió como un intento de trazar la trayectoria política de Bad Bunny que confluye en DtMF, pero temo que se esté volviendo algo que quería evitar: la afirmación de que el disco es bueno porque es político. O que el disco es bueno porque enseña algo. El disco es bueno, más bien, porque eso que enseña, queremos aprenderlo. Y el disco es bueno porque Bad Bunny lo hizo bueno, una afirmación casi tonta por lo sencilla, pero que encierra cosas complejas. El disco me admira, debiera decir, porque Bad Bunny es el mejor Bad Bunny posible, y aquí quiero hablar de nostalgia. Cuando salió X100PRE, muchos conectamos con la tristeza incombustible de alguien que siempre estaba pensando en el amor pasado. Esa conexión fue encontrando momentos de reafirmación en La canción -donde la nostalgia importa más que el amor- y, por supuesto, en Un verano sin ti. Pero lo que hay en DtMF es la ejecución más luminosa o movilizadora de la nostalgia, que es la nostalgia que ya echa de menos al presente. En DtMF, ante todo en la canción que da nombre al disco, Bad Bunny sabe movernos al amor por lo que se tiene -pareja, amigos, la tierra- a tal punto que bordeamos el temor a la pérdida y no hay nada que queramos defender más que ese presente. Bad Bunny nos hace pensar en nuestras propias banderitas y, en eso, atisbar la dimensión de la pérdida de su gran bandera.
Partí hablando del tema El CLúB y vuelvo. Al final de su video, vemos a Benito de noche, rodeado por una plantación de plátanos, enterrando un pequeño baúl con fotos. Sobre la tierra, clava una banderita de Puerto Rico. Al principio del cortometraje de DtMF, un hombre de 90 años está en el mismo paisaje, esta vez de día, desenterrando el baúl. Es un Benito ya viejo, viviendo una distopía muy posible en la que ya están consolidados todos sus temores. Se habla en inglés y la gentrificación ha arrasado con todo, casi. Bad Bunny, creo, no es un optimista desbordado pero sí un hombre que quiere ser feliz y eso se ve en el final del corto. Este Benito ya viejo -interpretado por el actor puertorriqueño Jacobo Morales-, le dice a Concho -el sapito en peligro de extinción- que miren fotos del pasado. Concho le propone otra cosa. ¿Por qué no tomar una foto de este día que están viviendo? Su propuesta sugiere que todavía queda algo por cuidar. Y la emoción que produce ver esa propuesta, esa escena, hace aparecer una palabra que no había pensado para el disco, pero creo que se ajusta.
Ternura.