No hay pruebas pero tampoco dudas: la escucha de música popular se orienta por cauces torrentosos imposibles de medir, que a veces —pero no siempre— coinciden con el flujo sinuoso de ránkings y likes, pero que casi siempre avanzan más bien en la suya. No hay cifra que certifique que el bolero sea hoy un género musical importante para las audiencias, pero de todos modos sabemos que es así: por todos lados hay pistas innegables, en nuestra historia cultural y en las intimidades vigentes.

Al borde del fin de 2024, la salida de dos estupendos nuevos discos chilenos refuerza no solo la firmeza de ese lazo, sino también la frescura que músicos jóvenes siguen imprimiéndole. La Nueva Imperial es un conjunto que ya supera la década de vida, aunque ninguno de sus integrantes llega aún a los 40 años de edad. Sus talentos están puestos al servicio de composiciones propias, pero tributarias de lo que ellos llaman «una inspiración en común», en la que Ramón Aguilera se encuentra con Roberto Parra, y Los Ángeles Negros con Django Reinhardt. Pero si en discos previos esas referencias exigían una interpretación aplicada y estricta (no sorprende que hayan sumado colaboraciones con Macha y Pancho Sazo), en el nuevo Deshojado el lirio el cuarteto se permite ciertas particularidades de cruce con lo contemporáneo. “Bolero del trabajador”, por ejemplo, es una canción de impronta social, a la que el énfasis de las rimas de la rapera Dania Neko refuerza en su apelación de solidaridad hacia el cansancio proletario.

En comparación, Presagio, esperado álbum debut de Catalina y Las Bordonas de Oro, es un trabajo más pulcro, pero no por eso distante. Es música de interpretación lustrosa, en instrumentos (cuatro músicos, de sobrado oficio) y en el canto cautivante de Catalina Plaza, cuya mudanza de Punta Arenas a Santiago ha tenido la dirección irrenunciable de hacer de la música profesión. Un single como “Para no odiarte” es el tipo de grabación sin tiempo ni locación geográfica, en el mejor sentido: una declaración romántica que sale a sumarse a todo un torrente previo de boleros latinoamericanos, cuyo sentimiento excede una autoría en particular.

Nombres jóvenes asociados al bolero en Chile consiguen hoy una convocatoria considerable. Asómese usted por cualquier concierto del Dúo Pajarito, La Flor del Recuerdo o Demian Rodríguez para comprobar no sólo la capacidad seductora de su lectura del género, sino también el valor de un repertorio original, enlazado al de antiguos y valiosos compositores (Luis Bahamonde, Armando González Malbrán, Francisco Flores del Campo) e intérpretes que consiguieron hacer del bolero una expresión musical también chilena. Insignificante para los conteos de streaming. Fundamental en el acervo sentimental. Hoy el bolero es canto de resistencia.