El personaje principal de Todo por un sueño (1995) no lucía como la apuesta más segura y cómoda para una estrella de Hollywood a mediados de los años 90. Meg Ryan, quien estaba en uno de los mejores momentos de su carrera (gracias a la comedia romántica Sintonía de amor, junto a Tom Hanks), mostró interés en el proyecto, pero finalmente rechazó la oferta. Patricia Arquette, otro nombre importante que sonó para liderar el elenco, no pudo hacer la película por problemas de agenda.
La propuesta consistía en trabajar bajo las órdenes del director Gus Van Sant en la adaptación de una novela inspirada libremente en la historia real de Pamela Smart, una mujer que fue sentenciada a cadena perpetua por conspirar para matar a su marido en 1990. El filme, escrito por Buck Henry (El graduado), giraría en torno a Suzanne Stone, una ambiciosa aspirante a periodista de televisión de un pequeño pueblo que obliga a un par de adolescentes de la localidad a asesinar a su esposo.
Nicole Kidman, quien había debutado en esa industria con Días de trueno (1990), pero aún no había sumado su primer protagónico en suelo norteamericano, se obsesionó con el guión. Le pareció oscuramente divertido y ocupó todos sus recursos para obtener el papel, lo que incluyó llamar a Van Sant para que se convenciera de que ella era la mejor candidata para hacerse cargo de esa labor, una estrategia que nunca había tenido que emplear mientras trabajaba en Australia. Sus esfuerzos dieron fruto y terminó filmando la cinta con Matt Dillon en el rol de su pareja y Joaquin Phoenix y Casey Affleck en la piel de los jóvenes que cometen el crimen.
El éxito de ese largometraje sentó las bases de una de las carreras actorales más diversas y consistentes de las últimas décadas. La intérprete, quien tenía 27 años cuando Todo por un sueño se proyectó en el Festival de Cannes, demostró tenacidad para conseguir el papel, y una paleta de colores amplia para interpretar un rol difícil, una sociópata que fácilmente se podría haber convertido en una caricatura en manos de otra persona.
Pero quizás lo más importante de todo es que fue la primera prueba de que tenía genuino interés en abrazar personajes y proyectos que a otras colegas les producirían alergia, ya sea por factores externos o internos. Sin esa voracidad sostenida a lo largo de los años, su filmografía no tendría títulos como Ojos bien cerrados (1999), Dogville (2003), Birth (2004), El sacrificio del ciervo sagrado (2018) o Destrucción (2018).
Esa debilidad por correr riesgos ha vuelto a la palestra a raíz del debut de Babygirl, la cinta por la que la actriz ganó la Copa Volpi en el Festival de Venecia 2024 y que se lanza el próximo jueves 16 en las salas nacionales. Ambientada en Nueva York en la actualidad, la película presenta a Romy, una exitosa mujer con una vida aparentemente radiante y en orden. Se desempeña como la CEO de una compañía de robótica especializada en la automatización de almacenes y está felizmente casada desde hace casi dos décadas con Jacob (Antonio Banderas), un director de teatro con el que comparte dos hijos adolescentes.
Aunque las miradas externas podrían suponer que lo tiene todo, la realidad es que se siente insatisfecha y embargada de preguntas que interpelan su costado más íntimo y vulnerable. Algo que se manifiesta desde un inicio: en el primer plano del largometraje Romy aparece al borde del orgasmo (fingido, según se desliza después) mientras está en la cama junto a su marido; segundos más tarde, ahora en solitario, ella alcanza un placer mayor mientras ve videos porno en su celular.
En un giro que plantea un guiño a thrillers eróticos tan recordados como Nueve semanas y media (1986) y Bajos instintos (1992), la directora ejecutiva se siente fuertemente atraída a Samuel (Harris Dickinson), un joven que llega a realizar su pasantía a la empresa que lidera. Queda intrigada por su presencia poco antes, cuando lo ve calmando a un perro que acaba de atacar a una persona. Debajo de su apariencia de mujer profesional y con familia Romy esconde un deseo oculto: quiere ser dominada. Pese a la evidente diferencia de edad y de jerarquía, Samuel será la persona con la que explorará ese apetito hasta ahora no confesado.
Kidman fue una de las primeras personas en leer la versión inicial del guión escrito por Halina Reijn (Muerte, muerte, muerte), cineasta neerlandesa a quien conocía desde hace algún tiempo. Le pareció fascinante la manera en que la realizadora abordaba el poder, el deseo y la liberación. La urgencia se apoderó de ella. Aunque el texto no estaba terminado, la actriz quería empezar a filmar la película de inmediato si era posible. “Me cautivó, no me asustó”, explicó recientemente sobre la posibilidad de dar vida a Romy.
Durante sus diferentes llamadas y encuentros conversaron en detalle sobre el personaje y los diferentes temas que se desprenden. Y compartieron sus opiniones sobre lo que yace en su capa más profunda. “Es sobre una crisis existencial. Sí, es sobre (sexo), pero también sobre una mujer que se pregunta: ‘¿Quién soy?’. Ella está en un estado muy turbulento, porque no está muy segura de quién es ni de lo que quiere realmente, y eso es algo con lo que la gente se identifica mucho”, planteó la actriz a The New York Times.
Babygirl contiene una seguidilla de acaloradas y sudorosas escenas –utiliza los arquetipos y lugares comunes propios de los thrillers eróticos–, algo que no debería sorprender a nadie al tanto de la premisa que aborda. Pero esas escenas son parte de un retrato más amplio en que, por ejemplo, se ve a Romy sometiéndose a un tratamiento de crioterapia y recibiendo las burlas de sus hijos por sus intentos por seguir luciendo joven. Esos apuntes sobre el paso del tiempo y la imagen expanden el radio de acción de la cinta y la vuelven más incisiva de lo que sugiere a primera vista.
A juzgar por las palabras de la actriz, es ese aspecto lo que lo volvió un trabajo particularmente intimidante durante el rodaje. “Es increíblemente profundo. Siento que he expuesto una parte de mí que es muy privada”, indicó recientemente, asegurando que Babygirl tocó una fibra más personal que producciones como Big little lies, la serie de HBO en la que encarnó a una mujer que es víctima de violencia doméstica. “En esta (película) mi corazón está en la pantalla. Es diferente”.
La estrella de Las horas (2002) no ha tenido tapujos en hablar sobre las diferentes maneras en que su último estreno la ha impactado. Con una pizca del mismo humor que posee el filme, contó algo muy personal: “babygirl” es cómo la llama desde hace años su marido, el músico Keith Urban. “¡De hecho, tiene babygirl tatuado en la nuca!”, contó entre risas.
Con prisa
Nicole Kidman no es la clase de actriz que se toma grandes pausas entre proyectos. Así lo comprueba la impresionante cosecha de su último año, donde lanzó múltiples proyectos, todos inscritos en diferentes géneros.
En la miniserie Expatriadas (disponible en la plataforma Prime Video) encarnó a una mujer estadounidense que no ha vuelto a ser la misma desde que sufrió una dolorosa pérdida en Hong Kong. Luego, cerca de fin de año, llegó a Paramount+ con la segunda temporada de Lioness, la serie de Taylor Sheridan en que asume el rol de una funcionaria de alto rango de la CIA.
En Netflix apareció por partida triple: en la comedia Un asunto familiar, donde su interés romántico era Zac Efron; en la serie La pareja perfecta, donde interpretó a la matriarca de un adinerado clan sospechoso de haber cometido un crimen, y en Hechizados, cinta animada en que prestó su voz a la reina de la trama.
Así, Kidman se ha convertido en la clase de actriz/productora que puede hacer los proyectos que quiere y que ha cumplido con su compromiso de trabajar con una realizadora mujer cada 18 meses (lo que declaró públicamente en 2017). Si se ha consolidado como una de las estrellas más prolíficas del presente no es por problemas de dinero, sino por su consciencia de que el tiempo es limitado.
Una reflexión que se acentuó tras sufrir una dolorosa pérdida durante los últimos meses: en septiembre, a horas de que se anunciara que sería premiada en el Festival de Venecia, su madre murió a los 84 años. Ambas eran muy cercanas y ella solía ver cada uno de sus trabajos. Para su pesar, no alcanzó a ver Babygirl, la película que posteriormente le concedió su 17° nominación a los Globos de Oro.
Uno de sus siguientes proyectos será Scarpetta, una serie para Prime Video que produce y protagoniza con Jamie Lee Curtis. Allí se pondrá en la piel de la médico forense Kay Scarpetta, el personaje principal de la saga de novelas policiales de Patricia Cornwell. Sus primeras palabras han disparado las expectativas de sus fanáticos. “Está muy bien escrito. Es una locura lo asustada que estoy al leerlo. No he hecho algo de ese tipo. No puedo pensar en un filme que haya hecho que fuera tan aterrador”.