Valentina Insulza, dueña de la Librería Tripantu, hizo un público un secreto a voces: las librerías independientes y de barrio están desapareciendo. “Arriendos caros, IVA alto, márgenes estrechos y una competencia desigual con las plataformas online y los libros pirata, hacen que esta actividad se vuelva inviable”, dice parte de su carta titulada Las librerías están desapareciendo, publicada el 9 de diciembre a El Mercurio.
Además, la dueña de la librería agregó que “el gobierno debiera impulsar el proyecto de ley de precio único (política que no solo favorecería al mundo del libro, sino a todo pequeño empresario), para que las editoriales y otros distribuidores vendan a los mismos precios tanto al retail como a las pequeñas librerías”.
A su llamado se sumó al día siguiente Iván Guerrero, quien redactó: “Las amenazas son muchas y requieren de una pronta corrección por todos los entes (gobierno, Estado, editoriales, libreros, etcétera)”.
Gerardo Jara estaba al tanto de ese panorama cuando fundó La Inquieta Librería (Ramón Carnicer 65, Providencia), hace poco más de un año. “Trabajar con libros es siempre muy difícil. Llevándolo a una materia más concreta (la librería) es un negocio, que tiene que pagar arriendos, sueldos, mantenerse. El libro también es un objeto muy complejo y cambiante. Claro, ya lo sabía, pero igual me envalentoné”, cuenta a Culto.
La escritora Catalina Infante también tiene claras las realidades del rubro. Junto a su hermana, Laura, sostienen Librería Catalonia, que existe desde 1996. “No creo que una librería sea, estrictamente, un negocio como otros. No es el tipo de local comercial que alguien monta para hacerse millonario, ni siquiera para vivir cómodamente solo de eso. Las librerías independientes, en particular, están profundamente vinculadas al propósito de crear un espacio de encuentro cultural. Eso no significa que dejen de ser un negocio, pero es importante aclararlo porque ya de por sí es un negocio difícil: el margen de ganancia es muy bajo y los gastos son altos. A esto se suman las múltiples dificultades del rubro que, lejos de facilitarlo, lo hacen más cuesta arriba”.
La visión de Luis Cruz, dueño de La Flor de Papel, es similar. “Las librerías independientes subsisten gracias a diversos factores, por una parte, está la voluntad de los libreros por mantener sus librerías aunque las condiciones del medio sean adversas. Creo que esta es una cuestión que atraviesa a gran parte del ecosistema del libro en nuestro país, libreros, editores y escritores”, dice Cruz, quien además de ser editor y dueño de la librería, ejerce como periodista.
Por ejemplo, tal como lo señala Insulza en su carta, los arriendos constituyen uno de los principales desafíos a la hora de mantenerse. “Han subido exponencialmente, especialmente en zonas clave—señala Infante—. Nosotros estamos en Providencia, donde los aumentos de arriendo en los últimos años han sido realmente drásticos. A nuestro lado hay cadenas conocidas de café y farmacias, y competir en esas condiciones es prácticamente imposible”.
Del precio fijo al IVA
“Que las editoriales y otros distribuidores vendan a los mismos precios tanto al retail como a las pequeñas librerías”, escribió la dueña de la librería Tripantu. La competencia es desigual. Mientras una librería independiente puede ofrecer un descuento del 10%, existen sitios web que ofrecen hasta un 80% de rebaja en el precio.
“Uno de los peligros que está teniendo la librería es la competencia sin reglas. Con esto me refiero, particularmente, a Buscalibre, que ofrece títulos con unos porcentajes con los que las librerías no pueden competir. A mí me encantaría hacer un 70, 80% de descuentos en los libros, pero no puedo, no es rentable”, explica Gerardo Jara. Además, agrega que por libro, la librería llega a recibir solo el 20% de ganancia.
“Buscalibre casi ofrece libros a saldo, porque ahora encima las novedades duran un mes, después de tres meses ya se están saltando por Buscalibre. ¿Qué clase de negocio es ese, o qué nos queda a las librerías?”, reflexiona Jara.
Para Luis Cruz, de La Flor de Papel, el problema pasa por el encarecimiento del costo de la vida. “El precio de los libros ha subido mucho, y esto en un contexto de inflación generalizada, provoca que las personas no compren libros, compren menos o busquen alternativas como libros piratas o descargados de internet. En Chile, aunque pequeño comparado con otros países, existe un público lector y este público lector, que es el que sustenta el trabajo de todo el ecosistema del libro, también ha visto su presupuesto mermado por los vaivenes de la economía”.
A la vista salta una solución que se discute hace años: el precio único y el impuesto al libro.
“En cuanto a fijar el precio de los libros, creo que sería una utopía en el contexto actual de Chile, somos algo así como el país más capitalista del mundo—profundiza Catalina Infante—. Lo que sí considero más viable es que como sector tengamos acuerdos éticos mínimos. Hoy por hoy, competir con plataformas como BuscaLibre es inviable para nosotros, por ejemplo, porque ellos apuestan a cantidad y tienen una logística que las librerías independientes jamás podrán alcanzar. Por eso pueden bajar los precios a un nivel que nosotros no podemos, y eso nos perjudica sin duda”.
Para Gerardo Jara, “este tipo de medidas ayudarían a tener como una base para que todos podamos jugar, vender y promover dentro de un piso; pero desde lo cultural, empezar a decir: bueno, el libro también es un objeto que vale todo lo que su precio estipula, porque se trabaja en cadena”.
Respecto a los precios de los libros, Infante asegura tener “una opinión que quizás no sea tan popular”.
“Es común escuchar que los libros son caros y que el IVA debería eliminarse. Con esto último estoy totalmente de acuerdo; sin IVA los libros serían más accesibles, pero ¿cuánto más? Alguien que no puede pagar 11.900 pesos por un libro tampoco podrá pagarlo si cuesta 10.000. Más allá de eso, creo que existe una idea equivocada de que los libros deben ser baratos. Ese discurso desvaloriza todo el trabajo e inversión que hay detrás: desde los autores, los editores, los libreros, hasta toda la cadena que hace posible que un libro llegue a nuestras manos”, explica.
Para Luis Cruz es fundamental que el Estado impulse medidas, entre ellas, la rebaja del impuesto al libro, el precio fijo y, como ocurre en Alemania, por ejemplo, que correos tenga una tarifa rebajada para el envío de libros.
“Desde la dictadura en adelante, los libros han sido caros en nuestro país, y actualmente son objetivamente más caros si lo relacionamos con el sueldo mínimo o el ingreso promedio de una familia de clase media o media baja. Hay quienes argumentan que el precio del libro no es un factor relevante y que la rebaja del IVA no tendría un efecto real en el precio de estos, sin embargo, de ser esta cuestión cierta, ¿cómo se explica el auge del libro pirata en nuestro país?”, reflexiona.
¿Las librerías van a desaparecer?
“Quizás mi mirada es pesimista, pero veo pocas alternativas para garantizar la subsistencia de las librerías independientes. Sin embargo, hay iniciativas que son un gran apoyo, como los fondos del libro dirigidos a las librerías. Estos fondos ayudan a financiar sistemas de venta, sistemas de seguridad (la merma por robo de libros no es menor) y actividades culturales, entre otros aspectos. Estas ayudas son fundamentales porque, más allá de la venta de libros, las librerías también buscan ser un espacio de encuentro, un lugar donde la cultura y la comunidad se desarrollen”, dice Infante.
Para la escritora, algo importante es la conexión entre las diversas entidades que forman el ecosistema del libro. “Si nos organizamos como rubro, podemos ser más fuertes. Por ejemplo, diciembre es un mes importante para las librerías, ya que es cuando tratamos de recuperar las pérdidas del año. Sin embargo, en la misma fecha, el 2024, se organizaron ferias como la Furia del Libro y otros festivales en el GAM, que nos afectaron directamente en las ventas porque terminamos compitiendo. Por supuesto, todos tienen derecho a hacer su venta directa cuando más les convenga, pero estas decisiones no siempre consideran lo frágil que es la cadena del libro. Saltarse a las librerías como punto de venta también contribuye a su desaparición”.
Eso sí, Gerardo Jara no ve que todos los actores colaboren en la macro problemática. “A pesar de que el Estado intenta hacer lo suyo y hay un montón de ferias que resuelven un problema para algunos, no hay un apoyo o bonificación de todas las partes del mundo del libro para encontrar soluciones. Sería bueno que tal vez hubiese algo como que pudiera aunar editoriales, distribuidoras, librerías en vez de tantos intentos individuales para sostener algo”.
Luis Cruz añade otra problemática a la ecuación: “La otra gran amenaza que observo es la irrupción del libro electrónico. En el mundo del libro este fenómeno se ha dado de manera más lenta, pero los efectos se están observando ahora”.
Para cerrar, Catalina Infante concluye: “A largo plazo, creo que la única forma de asegurar la subsistencia de las librerías es implementar subsidios estatales, por ejemplo, para cubrir parte de los arriendos. Sin este tipo de apoyo y sin una mirada colaborativa en el rubro, será muy difícil seguir adelante”.