El fallecido director y guionista David Lynch, desarrolló una filmografía que se caracterizó por su peculiar visión autoral. Con un Oscar honorífico por su destacada trayectoria, los críticos repasan la que consideran su mejor obra cinematográfica.

Una historia sencilla (1999)

Dónde ver: No disponible en streaming

Alvin Straight (Richard Farnsworth) es un achacoso anciano que vive en el Iowa profundo con una hija discapacitada (Sissy Spacek). Además de sufrir un enfisema y pérdida de visión, tiene graves problemas de cadera que casi le impiden permanecer de pie. Cuando recibe la noticia de que su hermano Lyle (Harry Stanton), con el que está enemistado desde hace diez años, ha sufrido un infarto, decide ir a verlo a Wisconsin. Para ello tendrá que recorrer unos 500 kilometros, y lo hace en el único medio de transporte del que dispone: una máquina cortacésped. Toda una hazaña para su delicado estado de salud.

Para Antonella Estévez esta es una obra que pasa muy desapercibida. ”Es la más rara de las películas de Lynch porque no es rara, es una película preciosa, muy humana, de un anciano que viaja en tractor por varios estados para reencontrarse con su hermano que está enfermo. Esa película nos mostró un lado de Lynch que alimenta su cine más experimental, más jugado porque él decía en entrevistas que ‘la sencillez y la ternura también eran rarezas dentro de lo humano’. A mí me parece que nos habla de otras dimensiones de David Lynch”.

Por su lado, Sol Marquez, crítica de cine, también escogió esta película como la mejor del director “Lo interesante de esta película es que la extrañeza, esta idea de mostrar un otro, la otredad que en los años ‘80/’90 era especialmente rechazada, quizás ahora con todos los estudios que se están realizando podemos pensar que la norma tiene que ser cuestionada. Pone lugar de lo extraño en la audiencia, nos pone a prueba en términos de cuan de la vista somos o no porque vamos a conocer la historia de un hombre que está en los últimos años de su vida, que decide comprar un tractor para ir a visitar a un amigo que está muriendo (...) es una película muy cariñosa con el protagonista, pensando en esta figura, ‘del viaje del héroe’, esta pequeña odisea (...) es una exploración ser universo de Lynch, la otredad a partir de presentarnos a un personaje que puede resultarnos difícil de comprender, pero que es muy parte del día a día de la humanidad”.

Terciopelo azul (1986)

Una mañana, Jeffrey Beaumont, después de visitar a su padre en el hospital, encuentra entre unos arbustos una oreja humana. La guarda en una bolsa de papel y la lleva a la comisaría de policía, donde le atiende el detective Williams, que es vecino suyo. Comienza así una misteriosa intriga que desvelará extraños sucesos acontecidos en una pequeña localidad de Carolina del Norte.

Dónde ver: Google Video y AppleTV (ambas opciones para alquilar)

Para Rodrigo González, critico de cine de La Tercera, se trata del título indispensable. “Para mi gusto la mejor película de David Lynch es Terciopelo Azul, pues fue ahí donde pudo plasmar todas sus inquietudes y ambiciones, tanto temáticamente como a nivel estético. Fue capaz de despertarnos de un cachetazo y hacernos ver que el sueño americano era solo una fachada que escondía un país en estado de putrefacción y decadencia. Rescató a actores como Dennis Hopper y Dean Stockwell desde el olvido y los colocó en roles esperpénticos, enfrentados a unos virginales Kyle MacLachlan y Laura Dern, para darles la lección sobre lo que realmente era Estados Unidos”.

Antonio Martínez coincide en señalar a la obra que posicionó a Lynch en la medianía de los ochenta. “Es una historia que de la superficie desciende a la hierba, y a lo que hay por debajo. Ese tránsito misterioso está en el corazón de su cine, también en los intestinos. Es fulgor y barro. Es bondad y perversión. Y no hay forma de separar lo uno de lo otro. Una película única, temible y radiactiva”.

Alejandra Pinto, de El Agente Cine, no pudo decidirse por ningún largometraje, pero se decantó por una opinión general sobre David Lynch y su cine. “Cuando hablamos de David Lynch no solamente hablamos de un cineasta, sino que de alguien que entendió la imagen como una forma de expansión de lo real, de lo táctil y de lo surreal. Sus películas son una continuación de su trabajo como escultor y artista visual, y por lo mismo, su cine nos permitió ingresar en mundos ininteligibles a simple vista, pero que forman parte muy profunda de nosotros”.

Sigue leyendo en Culto