Crítica de discos: el debut de Lambrini Girls, los caminos de Death from above 1979 y el tesoro de Mötorhead

DISCOS

Las novedades discográficas de esta semana están cargadas al rock de alto voltaje.


Lambrini girls - Who let the dogs out

Que el punk no muere subyace como consigna en este enrabiado dúo de Brighton de la cantante y guitarrista Phoebe Lunny y la bajista Lilly Macieira, con fans como Iggy Pop. El EP You ‘re welcome (2023) llamó la atención por el foco musical y la determinación lírica para apuntar la misoginia y las agresiones sexuales en el rock (The boys in the band), y lo mismo la homofobia (Help me I’m gay), en una lograda mezcla de sarcasmo y líneas feministas con paciencia al límite. En este primer álbum oficial nada sobra y todo suma, en una prodigiosa descarga de denuncias en torno a la masculinidad retorcida y otras formas autoritarias como la fuerza policial, el motivo que propulsa el arranque en Bad apple -”insignias, armas, propiedad de abusadores”-, una ráfaga de post punk cuadriculado con rapidez y energía, mediante la guitarra convertida en una máquina de ruido y ataque sistemático. Company culture denuncia el acoso en el trabajo -”mis compañeros dicen que no tengo sentido del humor, sonreír e ignorar que mi jefe me quiere follar”-, mientras Big dick energy, alusiva al exceso de confianza masculina, es también una invitación al baile. Love abre las compuertas hacia el desenfreno con una muralla de bajo y batería enfrascada en efectos monumentales, para suspender la energía rumbo a un pasaje de spoken word, con delicados acordes. No todo es rabia en este excelente álbum.

Death from above 1979 - The Physical world (eleventh anniversary deluxe edition)

El segundo título del dúo canadiense publicado en 2014, fue el bebé tras la reconciliación después de un largo distanciamiento entre el baterista y cantante Sebastien Grainger y el bajista y tecladista Jesse F. Keeler, por desacuerdos musicales y asuntos más pedestres, como una demanda en torno al nombre. A una década de distancia, The Physical world se ha convertido en una magnífica obra atemporal. Podría ser publicado ahora y provocar el mismo impacto, sin perder un milímetro de frescura e inmediatez, y sujeto al asombro por la consistencia sonora a pesar de las limitaciones del formato dúo. El bajo funciona como una virtual guitarra de espesa textura con riffs brillantes y dinámicos, como las incrustaciones sabáticas de Right on, Frankenstein! y la canción que da nombre al disco, o el rotundo arranque de Virgins. El aporte rítmico de Grainger es fundamental en tanto impone el pulso bailable dominante en el material -de angular como batero rock clásico, todo sería mucho más predecible-, además de su singularidad como cantante expresivo, melódico y sensible. En esta edición de lujo se suman versiones acústicas de Trainwreck 1979, Crystal Ball, Virgins y White is red, que dejan en evidencia que a pesar de la espectacularidad del sonido logrado en el estudio, la calidad radica en la composición y el fiato.

Motörhead - The Löst tapes, Vol.6

Esta saga de cintas rescatando grabaciones en directo de los patriarcas del metal enfundado en velocidad punk -una volátil combinación-, ha funcionado como una biografía random; retratos de una banda que tuvo numerosas alineaciones, a veces como trío -su formación clásica-, y otras como cuarteto. Hacia 1992, Motörhead enfrentaba una nueva partida de Phil “Philthy Animal” Taylor, su baterista más emblemático -y errático-, para encontrar reemplazo en el experimentado Mikkey Dee, que venía de girar con King Diamond. Apenas ensayaron Hellraiser, compuesta originalmente por Lemmy Kilmister para el álbum No more tears (1991) de Ozzy Osbourne, el líder se dio cuenta que había encontrado lo que buscaba. Tan así, que Mikkey Dee estuvo hasta el final de Motörhead, con la muerte de Lemmy en 2015.

Este concierto del 14 de diciembre de 1992 en Eissporthalle, Berlín, pertenece a la etapa como cuarteto con Phil Campbell y Würzel en guitarras afiladas, con dejo aguardentoso y acalambrado. El aporte del nuevo batero con su estilo rudo y preciso inclina el espíritu hacia el metal, aunque siempre hay espacio para el rock motoquero en canciones como Going to Brazil, e incluso el romance en la dramática Love me forever. El registro tiene un breve pasaje de cinta arrugada como acordeón, que no hace más que remarcar la nostalgia por una institución fundamental.

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