Bobby Serna se ha suicidado. “No se suponía que Bobby Serna muriera así, porque era Bobby Serna y no tendría nunca las agallas para pegarse un tiro en la sien”. Ese es el punto de fuga de El verano y toda su ira (Seix Barral), la nueva novela del reputado escritor nacional Gonzalo Contreras. En este volumen, leemos el relato donde un narrador, Renato, se pone a reconstruir la historia de Bobby Serna, quien era su mejor amigo. Están las cuatro hermanas del difunto y con una de ellas -Moira, la segunda- Renato tuvo alguna vez una historia, y ya ambos -en la frisura de los 50 años- están viendo si se dan una oportunidad.
Contreras es uno de los titulares de la llamada Nueva Narrativa Chilena, ese movimiento que en los 90 destacó por reunir una serie de escritores que en su mayoría habían pasado por el taller literario de José Donoso. Así, en esa generación se cuentan Alberto Fuguet, Arturo Fontaine Talavera, Carlos Franz, Ana María del Río, Carlos Cerda, Darío Oses, Marco Antonio de la Parra, Sergio Gómez, Jaime Collyer. Su última novela había sido Los asaltantes del cielo (Seix Barral, 2019), es decir, pasaron 6 años. Ahora está de vuelta con una novela envolvente, que atrapa al lector, y que tiene una cadencia como las novelas más clásicas.
Contreras confiesa a Culto que fue una foto lo que comenzó a dispararle la idea de la novela. “Una fotografía del lago Silvaplana en la englandina suiza, (donde está la roca de Zaratustra) sobrevolado por kitesurfers, fue una de las imágenes detonantes. Los personajes ya estaban en la cabeza”.
- ¿Cómo fue el proceso de escritura?, ¿hubo algo diferente respecto a sus otras novelas?
- El procedimiento es el mismo, siempre es largo, como azaroso que es, concebido como exploración, lleva tiempo hasta dar con la forma y los motivos que uno quiere llevar a término. Algunas cosas van adquiriendo peso, otras lo pierden en el camino, cualquier plan se desbarata, y esa búsqueda es larga..
- ¿Qué fue lo más complejo?
- Las distintas etapas, los distintos momentos vitales por lo que uno va pasando en un proceso de tres años, en los que suceden muchas cosas en la propia biografía pero uno debe seguir en el espíritu que domina la obra, y que puede no tener mucho que ver con el espíritu que en ese momento lo domina a uno.
- Bobby leía a Nietzsche y Renato a Schopenauer, ¿cuánta diferencia marcan para usted las lecturas filosóficas a la hora de configurar una personalidad
- Dudo que las lecturas filosóficas puedan configurar una personalidad, salvo que haya una especie de perversión de esa lectura, que podría ser el caso de Bobby, y llevarnos a una suerte de patología, a la manera del Quijote. Renato, el narrador, deplora ese camino. Siguiendo a Nietzsche, Bobby cree en ese incremento del Yo y la conciencia exaltada del propio poder, en el otro extremo, siguiendo a Schopenhauer, Renato cree la vida es absurda y despreciable, pero hay que vivirla, del modo posible, después de todo.
- ¿Diría que esta novela es una novela de reconstrucción? Gran parte del tema es cómo los personajes vuelven a conocer a Bobby
- La novela supone más bien que nunca terminamos de conocer. El suicidio siempre pone en el otro un elemento nuevo y desconcertante. Nos preguntamos, ¿quién era realmente ese aquel que creíamos conocer? La respuesta es siempre la misma, qué lejos estábamos de conocerlo, si es que ese proceso pudiera alguna vez dar por concluido. Es un lugar común, pero nunca terminamos de conocer al otro, así sea nuestro más íntimo, nuestro más cercano, descartando también la idea de que el otro estaría definido por una suerte de esencia.
- ¿Cuánto tiene usted de Renato?
- Podría ser también Bobby, o ser Bobby a cierta edad, y Renato en otra edad de mi vida. Los personajes se hacen con muchos materiales, y como en la respuesta anterior, descarto que estemos constituidos por una esencia. Dudo seriamente de ese supuesto. A lo largo de la vida podemos haber sido muchos. Pero de todas formas ya se sabe: “Madame Bovary c’est moi”.
- La novela explora las dinámicas familiares, especialmente entre hermanas. ¿Qué importancia le da a las relaciones fraternales en la construcción de la identidad?
- Creo que no estamos libres de ninguna influencia, para bien o para mal, ya sea por emulación o por rechazo, por asimilación o diferenciación, los hermanos son un referente. Como sea, están ahí, para tomarse de ellos, o superarlos. Es una de las filiaciones más complejas que se dan dentro de la familia y creo que en algún modo son determinantes en nuestro carácter.
- La novela parece reflexionar sobre el sentido de la búsqueda de la vida y la realización personal. ¿Qué conclusiones o interrogantes plantea al respecto?
- Conclusión ninguna. Ojalá tuviera esa respuesta. Partiendo de la base que no hay piedra filosofal, la búsqueda es el sentido mismo de la vida. Hay que pensar que muchos ni siquiera lo buscan, ese sentido al que usted alude. Y en cuanto a la realización personal, hay que distinguirla también en los planos. No es solamente el aspecto profesional el que define esa realización, habría que considerar también el amor, las relaciones filiales, hijos, amigos, estilo de vida, tantas cosas que nos pueden hacer sentir realizados, o no. Esa completitud, parece muy difícil de alcanzar. La realización es siempre parcial, creo yo.
- Las hermanas Serna juegan un rol importante en la novela. ¿Cómo fue construir cada uno de esos personajes?
- Observación, esa es la palabra. Todos hemos conocido a algún ramillete de hermanas, todas entre sí, unas más bonitas que otras, más inteligentes, divertidas, locas, espontáneas, tímidas, resueltas que las otras, con fortalezas diferentes, con estrategias de vida distintas, pese a compartir todas las misma genética. Hay un misterio en ello. La novela no es sino contar lo que uno ha visto. James decía: “La novela es un comentario acerca de la vida”.
- En otro aspecto, usted pasó por el taller literario de José Donoso, ¿Cómo lo marcó esa experiencia a usted?
- No sé si el taller como tal de Donoso influyó en mí, puesto que estuve relativamente poco tiempo, pero sí la figura de Pepe Donoso fue muy central, lo que Pepe transmitía, en el sentido del destino literario, como lo llamaba él, ese volcarse enteramente a la literatura, donde no cabían posiciones intermedias, sino que era una llamada radical, me marcaron, y desde muy temprano. En ese sentido, su cercanía, la amistad que me brindó, fueron decisivas.
- Usted acaba de publicar esta novela, y otros escritores de su misma generación también han publicado. Arturo Fontaine, Jaime Collyer y se reeditó a Carlos Cerda. Cree que hay un revival de la Nueva Narrativa?
- La Nueva Narrativa es un fenómeno que ocurre a principios de los 90, estamos hablando de hace treinta años atrás. En ese momento, recordemos, no existía internet, ni teléfonos inteligentes, ni Netflix, ni redes sociales, y un largo etcétera. En este contexto, muy difícilmente podría darse esa efervescencia de lectura que se dio en ese momento. La lectura está en crisis, por lo tanto la literatura está en crisis. La noción de tiempo interno, de reposo, de contemplación, de reflexión están en crisis. El panorama, para las letras, las humanidades en general, yo lo veo más bien sombrío. Hay muchas cosas que vimos en el pasado y que no se repetirán, ya no las volveremos a ver.