Una tradición de verano. El jueves 23 al mediodía -hora de Chile- se anunció que el escritor argentino Guillermo Saccomanno (76) es el ganador del Premio Alfaguara de Novela 2025, por su novela Arderá el viento. La novela se impuso a otras 725 presentadas.

En esta ocasión, el jurado estuvo compuesto por Juan Gabriel Vásquez como presidente del jurado; los escritores Leila Guerriero y Manuel Jabois; la directora de cine y guionista Paula Ortiz, la escritora y dueña de la librería La Mistral (Madrid), Andrea Stefanoni, y Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara (con voz pero sin voto).

El premio está dotado con 175.000 dólares (poco más de 173 millones de pesos chilenos), una escultura de Martín Chirino y la publicación simultánea en todo el territorio de habla hispana.

¿De qué trata la novela? Desde Alfaguara se comenta: “Es la historia de una degradación, de un descascaramiento agónico que poco a poco deja a la vista las miserias del cuerpo social. Expuesta al influjo de los Esterházy, la extraña villa costera argentina deja aflorar la oscuridad que circula por sus zonas subterráneas, como si los visitantes fueran una piedra de toque maligna que lograra sacar a la luz la verdadera naturaleza de los personajes. Escrita en un estilo parco y de una rara intensidad, la novela es la cuidadosa construcción de un deterioro que, aunque transcurra en un país específico, acaba por ser una metáfora distorsionada del espíritu de nuestro tiempo”.

Una voz coral

Saccomanno, nacido en Buenos Aires, es un escritor, ensayista y guionista de historietas argentino, es también un columnista habitual del diario Página/12. En su escritura ha sido comparado con las atmósferas que crea David Lynch en sus películas. Ha sido guionista y ha incursionado tanto en el cuento como en la novela. De hecho, recibió el Premio Biblioteca Breve de Novela de Seix Barral por El oficinista (2010).

Algunos de sus relatos han sido llevados al cine y han aparecido en varias antologías, y en 2023 su narrativa corta fue compilada en Cuentos reunidos. Además, ha recibido los premios Municipal de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires de Cuento, Revista Crisis de Narrativa Latinoamericana y Konex de Platino 2014. En la actualidad dirige un taller de narrativa y vive en Villa Gesell, una localidad balnearia en la Argentina.

Saccomanno cita a Thomas Bernhard como una de sus influencias para su novela. Así lo comentó en la premiación. “Durante muchos años fui guionista de cómics, publiqué mucho en España en los 80 y eso para mí fue una gran aprendizaje el hecho de que había un dibujante esperando tu guión, trabajé muchos años en Publicidad y la cosa del apuro, en 15 tenía que estar...esa es mi manera de trabajar, no soy de los que le tienen miedo a la página. Las influencias están a la vista: David Lynch, William Faulkner, García Márquez, para mí nadie ha superado Cien años de soledad, lo volví a leer hace poco y decía que talento, que invención, no para en ningún momento. Lamento la serie de Netflix porque le mata el encanto. Onetti lo descubrí de chico, y quedé fascinado con Los Adioses, El Astillero, esa marca de estilo que tiene”.

El hecho de vivir en un pueblo chico marcó esta novela, dijo Saccomanno en la premiación. “Hay que escuchar la calle, y eso es escuchar un narrador coral, un nosotros, no es fácil. En la costa me he juntado con muchos trabajadores rurales que tienen una manera de contar su historia, son tonos que uno va absorbiendo y va incorporando, cómo habla fulano, cómo habla mengano, cómo corta la frase. Eso puede ser fruto del periodismo o de haber escirto crónicas bastante tiempo, viajé por la Patagonia escribiendo crónicas, y siempre había historias y ahbía que encontrar un tono, una manera de puntuar. Se trata de escuchar, no de replicar tal cual, el acento del nosotros donde puede tornase la lengua culta o la lengua plebeya”.

Saccomanno reconoce el cine como influencia: “Me encanta el western y eso no existe sin un pueblo...me interesa la violencia todo el tiempo, está presente en el chisme, es un componente nuestro de cada día en una sociedad que va cada vez hacia el abismo, pero como decía John Berger hay que avanzar con la esperanza entre los dientes. Así hay que escribir, con la esperanza entre los dientes”.

En una rueda de prensa posterior a la premiación, a la que asistió Culto, Saccomanno profundizó en la influencia de David Lynch en su escritura: “Es un director que siempre he admirado, lo he visto una y otra vez, verlo con frecuencia, me dolió su desaparición hace unos días pero creo que su cine sigue vigente creo que la creación de Twin Peaks, un pueblo, lo hizo con ironía y compasión, y el sentimiento de la compasión se ha pedido en la literatura, debe recuperarse. Creo que David Lynch, con su gramática de lo absurdo tiene un trabajo con lo surreal”.

No sé escribir novelas, yo sé componer a partir de situaciones, pequeñas historias que se van entrelazando, y así se urde una historia general y más colectiva, una novela coral, y eso repercute en Onetti que es un escritor que me marcó mucho, lo descubrí a los 16 años, y a Faulkner. La trama se va construyendo, soy de ir avanzado de a poco y ver qué deriva tiene”.

¿Qué diría que fue lo más complejo de esta novela?, le preguntamos. Responde Saccomanno: “Lo más difícil fue escribirla, lo más complejo fue el día a día porque la escribí en muy pocos meses, de enero a julio-agosto. Luego me llevó tiempo la corrección para llegar a la fecha de entrega. Fue un año con muchos altibajos para mí: tuve una secuela de Covid, dos pulmonías, trastornos neurológicos dos internaciones, entre medio una mudanza. Por suerte estaba mi compañera Malala que me acercaba el té con limón y las aspirinas”.

“En las mudanzas deshacerte de parte de un biblioteca mientras escribes una novela es complicado. La mudanza fue muy movilizadora. Con esto no estoy poniéndome en situación de epopeya, uno escribe en momentos de salud, el libro lo escribe la salud, en esto sigo a Guattari y a Deleuze, yo escribí en las rachas en que me sentí más o menos mejor”.

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