Los ex carabineros Jorge Sagredo Pizarro y Carlos Topp Collins estaban sentados uno al lado del otro, en la cancha de la cárcel de Quillota. Cada uno, en el pecho, llevaba un círculo rojo a la altura del corazón.

Delante de ellos había 16 fusileros con ametralladoras UZI, y detrás de ellos, periodistas. Entre los reporteros estaba el viñamarino Carlos Cisternas Tapia, quien trabajaba como periodista e ilustrador de la agencia AP. No era la primera vez que presenciaba un fusilamiento, pero sí sería la última. Ya había presenciado uno en Calama, el de los agentes CNI Gabriel Hernández y Eduardo Villanueva, sentenciados por el asesinato de dos funcionarios bancarios de Chuquicamata.

“Al igual que en Calama, no tenía ningún sentimiento. Hay que ubicarse en la época: eran carabineros que habían cometido unos crímenes atroces”, dijo en Revista Sábado de El Mercurio, el 6 de octubre de 2018.

En la crónica de la época del periodista José Gai, de Las Últimas Noticias, se establece que segundos antes de que se realizaran los disparos, Collins pareció desvanecerse, mientras que Sagredo se mantuvo erguido, desafiante.

“Los fusileros entraron con uniforme y zapatillas. El piso estaba cubierto con lonas y frazadas para que Sagredo y Topp Collins no supieran el momento exacto del fusilamiento. A los dos hombres les colocaron un disco naranja en la zona del corazón para que allí apuntarán los tiradores”, escribió Gai.

A las 6 de la mañana, del 29 de enero de 1985, declararon muertos a los llamados ‘psicópatas de Viña’. “Los cuerpos de ambos se agitaron un par de segundos y desde el corazón de Sagredo brotó un hilo de sangre que regó el piso a sus pies, como si hubieran abierto una llave”, relató Cisternas.

Sus cadáveres fueron llevados al Cementerio de Playa Ancha, para ser sepultados como se ve en la imagen. Ellos fueron los últimos fusilados por pena de muerte en Chile, una ley que se derogó en 2001.

La historia de los psicópatas de Viña del Mar inspira diversas creaciones audiovisuales, como la teleserie de Canal 13 Secretos del Jardín (2014) y el documental Pena de muerte (2013), del director Tevo Díaz. Este último fue premiado en el Festival Internacional de Cine de Viña del Mar 2012.

Además, en el libro El cronómetro de la muerte. La historia de los sicópatas de Viña del Mar (2013), el periodista Ricardo Ruiz, quien fue testigo del caso, ahondó en la historia desde primera fuente.

Los crímenes

En total, fueron 10 personas que murieron en manos de Jorge Sagredo Pizarro y Carlos Topp Collins. Además, los sujetos violaron a cuatro mujeres. Todo entre 1980 y 1982.

El pánico se extendió por la región en esos años. Los asesinos atacaban a parejas en sitios alejados de Viña del Mar, y por años permanecieron en el anonimato en las filas de Carabineros.

El primer crimen ocurrió el 5 de agosto de 1980, con el asesinato del profesor Enrique Fajardo, de 35 años. Su cuerpo fue encontrado cerca del Jardín Botánico, lejos de su auto que colgaba del cerro Esperanza. Tenía un disparo en el pecho. Después, una mujer llegó a una comisaría y denunció que dos hombres le habían disparado a Enrique y la habían violado.

Cerca de cuatro meses después, la pareja de ex Carabineros atacó al médico Alfredo Sánchez y su novia, la enfermera Luisa Bohle Basso, quienes se encontraban en un vehículo cerca de la laguna Sausalito. Al médico lo sacaron del auto y lo mataron con dos disparos en el pecho; después, los asesinos se turnaron para violar a la enfermera.

Posteriormente, mataron al empresario Fernando Laguna y Delia González, quien también fue abusada. Los crímenes siguieron. Asesinaron a un taxista, a quien le robaron su auto y luego, a otra pareja: el obrero Jorge Inostroza, de 31 años, y a su acompañante, Margarita Santibáñez.

Siguió otro taxista y dos parejas más, bajo la misma dinámica. Mataban a tiros al hombre y violaban a su acompañante. En total, murieron 10 personas.

La investigación

El OS7 de Carabineros y la Policía de Investigaciones investigaban el caso. Sin embargo, fue el cabo Juan Quijada, un compañero de los asesinos, quien advirtió las primeras señales sospechosas.

Una conversación sobre uno de los asesinatos los delató. Parecían saber más que lo se manejaba en la investigación.

“Siempre se repetía la misma descripción: ojos claros, mucha prepotencia y una chaqueta oscura con un cierre blanco. Una vez me topé con Jorge Sagredo a la salida de la Comisaría. Él venía de franco, saliendo de su día libre. Fue como un rayo. Chuta, es igual a la descripción del tipo, pensé”, contaría el cabo Quijada años después, en una entrevista con La Última Hora.

“Unos cinco días después me tocó patrullar con Sagredo en Caleta Abarca. Lo encaré y le dije cómo pudiste haber matado a esos cabros. Y ahí me lo contó todo. No sólo ese asesinato, sino todos. Uno por uno. Estaba tiritando. Como que se estaba desahogando”, agregó.

Quijada denunció a sus compañeros, pero nadie hizo nada al respecto. En su lugar, culparon a Luis Eugenio Gubler Díaz, director del Banco Nacional y dueño de una empresa relacionada con mercados argentinos, holandeses y estadounidenses, con quien un alto mando de Carabineros tenía rencillas.

Sin embargo, el cabo Quijada tomó la decisión de denunciar a Sagredo y a Topp Collins en la Policía Nacional, que los detuvo el 8 de marzo. La sentencia fue confirmada en segunda instancia por la unanimidad de la Primera Sala de la Corte de Apelaciones de Valparaíso y ratificada por unanimidad de la Tercera Sala de la Corte Suprema el 17 de enero de 1985.

Si bien diversas fuentes establecen el 29 de enero como la fecha de fusilamiento de los psicópatas de Viña, el Poder Judicial fija el 3 de febrero como la fecha de muerte de ambos.

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