Fue una obsesión. Mientras Alberto Fuguet escribía una novela cuyo título work in progress era Prensa (y que al final terminó siendo Sudor, del 2016), se le apareció un comienzo en la cabeza: “Voy a escribir de ti”. No quiso dejarlo escapar, y decidió lanzarse a escribir esa nueva novela que le había llegado. Había que atrapar a ese fantasma. La primera versión la hizo en solo dos semanas y luego volvió a ella en un viaje a las Termas de Puyehue. Había nacido No ficción.

Publicada originalmente en 2015 por Random House, diez años después vuelve a las librerías de la mano de Tusquets, casa que desde 2023 se encuentra reeditando todo el catálogo de Fuguet. Ahora llega con un nuevo prólogo y con el subtítulo entre paréntesis “Una historia de no amor”.

En estas páginas, se cuenta la historia de Álex y Renzo, quienes alguna vez tuvieron algo parecido a una relación. El primero-escritor y cineasta- va al departamento del segundo a comentarle que va a escribir sobre él. Inevitablemente surgen los recuerdos y comienzan a ajustar cuentas. Toda la novela transcurre en unas horas y está escrita en forma de un diálogo, como si fuese una obra de teatro. Es por mucho la novela más emocional y “del corazón” del catálogo fuguetiano. Si el resto de sus novelas serían movidas canciones de Aparato Raro, Viena o Faith No More, esta sería una balada de Javiera Mena.

“Buscaba leer algo que realmente me hablara de la experiencia gay de manera honesta, sin adornos ni clichés -cuenta Fuguet a Culto-. Sentía que faltaban relatos como ese y no podía, ni quería, esperar a que alguien más lo hiciera. Dicho de otra manera: ¿cómo sería una novela gay fuguetiana? ¿Cómo podría remixear el tema de la salida del clóset y hacerla mía? Entonces apareció Sudor y ahí nació, como un alien, como una esquirla, No ficción. Esos dos personajes (Álex y Renzo) no cabían en la otra novela, poco y nada tenían que ver con la escena nocturna ni la locura de las aplicaciones de citas. Quería leer algo acerca de los sentimientos y, quizás, de la tristeza y la locura de las emociones alteradas, de lo romántico que al final es el amor no correspondido o ‘no amor’ como en el subtítulo nuevo. Creo que empezó siendo más un ejercicio personal, una búsqueda de cómo lidiar con el pasado y también de rendir cuentas conmigo. Era llevar a un paso más mi estética e intereses. Invierno es la obra anterior, una película, lleva la conexión íntima entre hombres hasta donde se podía. Pero quería seguir, ir más allá”.

De hecho, la relación entre los amigos de Invierno, José y Alejo Cortés, tiene algo del lazo de los amigos de No ficción, ¿no?

Puede ser. Estábamos rodando en unas torres altas de avenida Santa María, conocidas como las gay tower, una escena nocturna con el personaje de Alejo. Ahí estaba Matías Oviedo, sudado, en bóxers y polera, en medio del calor. Alejo escritor, Alejo solo. ¿Qué pasaría si Alejo o alguien que escribe fuera a un departamento parecido o lo visitara alguien importante, como José, y el drama se quedara adentro? El drama y toda la historia sucedería en un departamento nuevo, pequeño, con vista y el sol ardiendo.

¿No temiste en quedar tildado de escritor gay?

No, aunque me lo advirtieron. Pero hay que apostar, no pensarlo todo. No ficción es eso: acá está esto y es raro y palpita y me expongo. Durante años temí ir a una librería. Ahora me dicen que me temen a mí. Es extraño cómo la crítica se ha vuelto tan homofóbica, tan homofóbica que me han tildado de escritor heterosexual. Pero creo que No ficción demostró que uno puede ser gay, uno puede escribir de temas gay, pero seguir siendo pop y tratar temas que le incumben a todas y todos. Es decir, no pasar al mesón específico sino ir a la vitrina. No todo es identidad, pero sí todo es conexión, personajes. El tiempo me dio la razón. El libro engancha mucho con mujeres y en rigor con cualquiera que haya tenido un lazo “raro”. La meta fue, supongo, ver si algo queer podía ser pop, dejar de ser ghetto o disidente. No ficción es queer no solo por lo homoerótico sino porque ambos son raros. Uno está embobado por no tenerlo. Lo que a Álex le fascina es no poder tener a Renzo. Es la histeria masculina que ahora con RRSS explotó. Si iba a pasar a una fase 3, Pablo, si iba a revelar más y de paso profundizar más las emociones de mis personajes, debía ser con un texto, no en una entrevista, no en un podcast, no para la revista Sábado.

En el prólogo de esta nueva edición comentas que no es una novela estrictamente autobiográfica. Aun así, reconoces que un escritor “todo lo usa”, ¿cuánto de ti hay en esta novela?

Todo y nada a la vez. Es una mezcla curiosa. La verdad es que hay algo de mí, pero no todo. Y tuve un lazo parecido. No es mi historia en sentido estricto, pero está impregnada de fragmentos de lo que he vivido, de lo que he observado, de lo que he escuchado. Obvio que es personal, pero no es no ficción. No es una crónica. Es solo ficción que nace de un lugar real. Nunca he estado con alguien de mi pasado y he saldado cuentas así. Pero creo que en algunos casos me gustaría. No creo que sea el único. Mucha gente me cuenta historias y una de ellas que se repite es haber sido herido y haber herido. La novela es un collage. Lo uso todo. Cuando escribo, uso lo que tengo a mi disposición: vivencias, las de mis amigos, las de personas que he conocido, incluso las de algunos enemigos. Eso es parte del oficio, ¿no? Todo sirve. Todo debe servir. Todo tiene que servir. No puedo salir a buscar temas de moda ni ver qué conviene o cómo me puedo ganar el Premio Plagio a la trayectoria de los que no han ganado nada. Existe un morbo en pensar que todo lo que escribo es autobiográfico, capaz que eso genere una especie de magnetismo. Me alegro. Es parte de la chamba: que te crean. Jugar con los límites de la realidad es lo que la hace interesante, porque el lector puede pensar que está leyendo sobre mí, pero en realidad está leyendo una versión de algo colectivo.

¿Te identificas con Álex o con Renzo?, Álex al igual que tú es escritor y cineasta, es la referencia más obvia.

Creo que es más interesante enfocarse en el lector, en cómo cada uno de ellos conecta con los personajes. Es interactiva. Los años la han mejorado en ese sentido. La gente habla de team. Team Álex, Team Renzo. No busco dictarles con quién deben identificarse, sino ofrecerles algo que les resuene. Ahora muchos lectores tienden a empatizar más con Renzo que con Álex. Y creo que tiene sentido. Renzo es más complejo, tiene una profundidad emocional más marcada. A veces parece ser un personaje casi trágico, alguien marcado por heridas profundas, tanto físicas como psicológicas. Es como un personaje de Donoso. Es el obsceno chico de la larga noche. Y Renzo es un dañado. Ese tipo de personaje que se autolesiona, con crisis de salud mental y un pasado oscuro de abuso. Renzo pasó de ser un freak a ser “uno de nosotros”. Incluso su opción de ser asexual ahora es más que tolerada, está normalizada. Un tipo de provincia, marcado por abusos de familiares, lleno de cortes en sus brazos y otros traumas. Es el tipo de persona que arrastra una carga pesada y eso lo hace más cercano.

¿Por qué ubicar el relato en una locación en Santiago Centro? ¿Tiene alguna relevancia?

Ubicar la historia en Santiago Centro tiene más que ver con una cuestión de atmósfera que con una ubicación geográfica específica. El centro de Santiago, con su densidad, su calor, y esos departamentos pequeños y apretados, crea una sensación de claustrofobia, de que todo puede explotar en cualquier momento. La pensión de Donoso ahora es el edificio de departamentos de un ambiente. La plaza ahora es el mall o el MUT. La mansión es el condominio. Los escritores viven en edificios y escriben de casas. Me gusta haber apostado por un “nuevo lugar” que no es para nada nuevo. No todo es Ñuñoa o si se usa, hay que bombardearlo. Estos edificios, que fueron tan vilipendiados por la élite, han creado un nuevo tejido. Y eso que ni entran los inmigrantes. Quizás Renzo ahora debería ser de Venezuela, de los llanos. Desde Aeropuertos ando tratando de habitar “no lugares”. El espacio está comprimido, tanto física como emocionalmente, lo que ayuda a que los personajes se enfrenten a sus propios límites y conflictos de manera más intensa. Es una cuestión de ritmo, de tensión. La portada de María Jesús Contreras deja claro la estética. Es Hopper llevado a nuestros días. Es importante darle voz a los personajes que realmente representan esa parte del país que no se encuentra en Vitacura o Providencia. Maipú o Santiago Centro son lugares donde se vive otra realidad, una mucho más cercana a lo que es Chile. Peirano me atacaba desde un fanzine en los noventa llamado Tócame la Zona y se reían de que todo era Vitacura. Yo nunca he sido de Vitacura, pero había algo de cierto que la moral cuentos con walkman se hacía cargo de un cierto sector que, de igual modo, era capaz de conectar con otros de realidad distintas. Si creo que cada uno debe, por un lado, escribir de su lugar, pero ingresar a territorios nuevos o locaciones. En la medida que no sea una escenografía sino algo cercano. En marzo haré un taller al respecto.

¿Y te sientes capaz de capturar esas voces?

Espero. De alguna manera, la experiencia de haber crecido en Encino, en el valle de California, me dio una perspectiva única sobre los suburbios y esa sensación de estar en lugares donde, en teoría, nada interesante sucede, pero en realidad todo está pasando en sus márgenes. Es una estética particular, pero que tiene una energía muy propia.

Alberto Fuguet, periodista, escritor y cineasta chileno Foto: Luis Sevilla

¿Cómo fue el proceso de escritura en comparación con otras de tus novelas?

El proceso de No ficción fue una experiencia mucho más vertiginosa y fluida en comparación con otras de mis novelas. Yo no la hice, se hizo. Fui poseído y todo fue en trance. La dinámica de los dos personajes en ese departamento, el espacio reducido donde todo ocurre, hizo que la novela se escribiera con una energía casi cinematográfica. Casi como un guion, pero con una carga emocional literaria. Creo que la simplicidad de su estructura fue lo que permitió que la novela se resolviera de manera tan rápida.

Muchos dicen que parece una obra de teatro o una película. ¿Puede serlo? ¿Lo es?

Parece, pero no lo es. Si se adapta el texto tal cual, es una obra de 3 a 4 horas. Casi se monta, pero al final nos peleamos. Me rogaron que la adaptara, y no les gustó mi texto. Insólito y aberrante e insultante. En vez de usar dos personajes usé cinco. El productor me dijo que era muy caro. Yo creo que puede ser una super obra, pero debe procesarse: borrar y agregar. No todo lo que es literario funciona en las tablas. No ficción es un artefacto literario que debe usarse como excusa o gatillador, pero no se puede llevar de forma literal. Por eso estoy entusiasmado con una adaptación muy creativa que han hecho en Argentina y que desean filmar este año y que saca a los dos del departamento y los rodea de gente y naturaleza. Pero por contrato no puedo decir más.

La novela aborda temas como la amistad masculina, la homosexualidad y la ambigüedad. ¿Cómo fue el proceso de explorar estas temáticas a través de los personajes?

No quería simplemente dibujar personajes que fueran fáciles de entender, quería personajes llenos de contradicciones y capas que pudieran reflejar las complejidades de la vida real. La amistad masculina, la homosexualidad, la ambigüedad… todas esas son cuestiones que, más allá de las etiquetas, viven en un espacio de tensiones no resueltas, de silencios profundos. La amistad entre hombres, por ejemplo, es un territorio cargado de cosas no dichas, de afectos que no siempre se verbalizan, pero que están ahí, flotando en el aire. Lo que se llama el bromance. Esa ambigüedad siempre me ha fascinado, porque es casi como una paradoja: cuanto más cercana es la relación, más complejas se vuelven las emociones que se esconden detrás de los gestos y las palabras. Lo que quise fue capturar las dinámicas complejas entre ellos: el deseo que se cruza con el rechazo, la complicidad que roza la traición, el abismo que se abre entre lo que sentimos y lo que podemos mostrar. No ficción fue una catarsis.

No Ficción se centra en el diálogo entre dos personajes. ¿Qué te atrajo de este formato y cómo influyó en la construcción de la narrativa?

Puig es mi Dios. Lo que me atrajo de centrarme en el diálogo entre dos personajes fue la oportunidad de explorar la narrativa desde un lugar más inmediato y directo. Y no meternos en sus cabezas. Y los silencios dicen mucho. Quería ver hasta dónde se podía llevar un diálogo y, de paso, ser íntimo, cachondo, cómico. Experimentar. A mí me gusta experimentar, siempre. Creo que hay algo muy interesante en revisar lo que uno ha sido, lo que has vivido en primera persona y a través de terceros, y desde ahí crear una historia. Crear un espacio a algo necesario de expulsar. Cada vez me gusta más lo minimalista. Esta es mi novela más minimal. Debo hacer otra así. Me han comentado que la han leído en menos de un par de horas, y eso es justamente lo que quería: un texto que tuviera un ritmo tan rápido, tan envolvente, que empujara al lector a no detenerse hasta llegar al final. Lo triste es que no se escribe en dos horas. Sería genial que fuera así.

¿Qué lugar ocupa No ficción entre tus novelas?, ¿cómo la miras hoy?

Feliz de estar conversando de ella como si fuera nueva. Ya la están comprando y leyendo gente que no supo o que era muy joven cuando apareció hace 10 años, es verdad, está de aniversario. Es importante. Aunque si hablamos de Aeropuertos el próximo invierno, te diré algo parecido ojalá. Ocupa un lugar importante porque siento que me marcó un punto de inflexión. Tal vez no lo había entendido completamente en su momento, pero muchos me lo han señalado después. Esta novela representó un antes y un después en mi forma de acusar recibo. Antes de No ficción tenía una constante preocupación por el “qué dirán”, por cómo mis textos serían recibidos o interpretados. Pero algo cambió con esta novela. I don’t give a fuck lo que muchos opinan. A partir de ahí, dejé atrás esa ansiedad y comencé a escribir con más libertad, de una forma más directa, más auténtica. Esa libertad fue clave para poder llegar a un lugar más personal y menos condicionado. No ficción me permitió enfocarme más en lo que yo quería contar, en cómo quería que se sintiera la historia y no despedirme definitivamente del qué dirán literario y la lucha por tener un cierto reconocimiento. La dupla Sudor-No Ficción me alejó de intentar creer que podía haber un lugar para mí y que me era mejor construir uno. O sea, fue regresar a McOndo pero ahora más punk. La gente culta dice que tolera la disidencia, pero es mentira. Ser fugitivo, estar ostracizado, ser expulsado de Alfaguara y Random House, te puede remecer pero te hace más fuerte, duro, libre.

Esta es quizás tu novela “del afecto”, “del corazón” a diferencia de las demás donde tocas otras teclas. ¿Sentías algún tipo de pudor en su momento por mostrar otro costado de tu escritura?, ¿cómo lo ves ahora?

Por un lado, sí. Sí, sí. Me da pudor hablar del pudor. Prefiero hablar del sudor. Lo que no me da escribir o rodar emociones. Para mí la literatura es conexión y todos mis personajes han mostrado su corazón: a veces están a solas, a veces están perdidos. Renzo y Álex muestran sus corazones. Y en Ciertos chicos la intención fue ser ultra romántico y eso sí que es castigado. Creo que Sudor conecta por lo horny, pero No ficción molesta algo porque es más acerca de la intimidad masculina y eso repele a muchos. Lo que me interesa es ser sincero con lo que escribo, con lo que tengo que decir. No ficción es una novela que, desde su concepción estuvo fuera del clóset, tanto en lo temático como en lo personal. Cuando la escribí, ya hacía rato que yo había dejado de estar en el clóset, y eso se refleja en el texto. No es una novela que busque ocultar nada, es completamente transparente en su exploración del afecto, del deseo, de la amistad. Así que no, no hubo ningún pudor, sino más bien una afirmación de quién soy como escritor y como persona. Dicho eso, cambiemos de tema porque me está dando pudor.

Alberto Fuguet, periodista, escritor y cineasta chileno Foto: Luis Sevilla

Ciertos chicos –tu última novela– en alguna medida también es una novela de “no amor”, ¿ves algún vínculo entre ambas?

No estoy tan seguro de que Ciertos chicos sea una novela de “no amor”, aunque entiendo por qué podría pensarse de esa manera. Ellos se aman y aprovechan el tiempo. En Ciertos chicos los dos quieren conectar y los dos entienden que implica piel. En No ficción, Renzo cree que no hace falta. A lo mejor tiene razón.

¿Cómo miras No ficción 10 años después?

Creo que se lee diferente, se lee mejor. Hoy me gusta más y lo que escandalizaba antes, ya no. El paso del tiempo y un contexto más desprejuiciado la han hecho envejecer muy bien. Y, sobre todo, todo aquello que ha pasado entre medio. Desde pandemias, al pasar a ser seres digitales, a la caída de una cultura central, a la denominación del pop.

Alberto Fuguet, periodista, escritor y cineasta chileno Foto: Luis Sevilla

En otro plano, ¿cómo está tu relación con el cine actualmente?, ¿qué películas te han llamado la atención?

Más como espectador. Siempre veo cine. Me encantan las películas. Me educan. Amé Guerra Civil. Tiene una belleza ver a Estados Unidos caer, arder y Kirsten Dunst agotada. Hace poco vi una del 2023, Arturo a los 30 de Martín Shanly. Humana y cero pretenciosa. Hermosa. De esas que uno dice: ¿por qué no se hacen películas así acá? El cine argentino es una maravilla. También conecté con The Substance. Creo que dice cosas que nadie dice; se la pasa la mano y puede ser burda, pero se atreve y tan pocos se atreven. Todos insisten en ser queridos. Mi admiración por Demi Moore como símbolo pop es inmenso. Se puede ser guapa, promiscua, mina, mostrarse, usar tu cuerpo y también ser gran actriz. Por fin estamos entendiendo que todo es cuerpo, y que el cine y el arte también lo son. No todo es cerebro. Por eso las dos de Luca Guadagnino me encantaron: Queer que es media hetero y Challengers que se decide ser ultra gay para contar una historia supuestamente hetero de dos chicos cuyo bromance es medio Álex y Renzo.

¿Volverías a rodar un filme?

No cierro la puerta y Fábula siempre me puede tocar el timbre, pero creo que por ahora no. No sé postular al Fondart. Pero hay cosas que dan ganas de rodar. Hacer cine con pocos recursos es entretenido y gratificante, pero desgastante y demandante a la vez. Tengo más de diez películas, creo que todas dicen algo y siguen diciendo algo y siento que muestran coherencia y consistencia. Pero por ahora no tengo la necesidad de volver a ese lugar. Hoy más que nunca me siento escritor. Creo que estoy siendo arropado por un buen equipo que me permite producir y estimula mi creatividad. Escribir es el lugar donde tengo que estar. Tengo que ponerme al día.

¿Cómo has percibido la recepción de tu última novela, Ciertos chicos?

Un antes y un después. El efecto Ciertos chicos me ha permitido recuperar el tiempo perdido, derrumbar los muros del pasado, recuperar obra y querer mirar hacia el futuro escribiendo. Es un agrado no ser ese tipo de escritor cuyas obras mejores fueron las primeras sino las que vienen. Lo que realmente me ha emocionado es ver cómo esta novela ha logrado atraer a una nueva base de lectores, aquellos que no conocían mis trabajos anteriores. Que no saben quién es Matías Vicuña, que no saben qué es la “Zona de Contacto” o Missing o McOndo, y que no fueron entrenados o adoctrinados para solamente celebrar cierto tipo de literatura. A veces pienso que debí comenzar a publicar a los 50 y haberme saltado tanto asalto, insulto y ninguneo. Pero lo bueno es que tengo mucho libro y, como me han explicado, un universo.

¿Cuáles son tus próximos planes?, ¿habrá nueva novela?, ¿en qué te encuentras?

No quiero adelantar demasiado, pero sí puedo decir que definitivamente no pasarán otros ocho años sin que publique ficción. Capaz que publique algo a fin de año o comienzos del otro. Y también seguiré trabajando en proyectos de no ficción, ya que siento que ellos van sentando las bases de mi universo. Adicional a lo nuevo, tengo más de cuarenta años de material guardado en mis archivos, tanto físicos como digitales. Esto es algo que cada día retumba con más fuerza en mi cabeza: el convencimiento de que todo lo que escribí, todo lo que tengo en mis carpetas y documentos, tiene un valor y siento que a veces las novelas fueron las excepciones y ese material escrito en la prensa es mi obra real, porque también es personal. Hay novelas, guiones, incluso, spin-offs. Mi futuro está lleno de historias por contar. Tengo una fábrica de historias, una usina de personajes, un planeta que gira. Estoy muy motivado y estimulado, no tengo intención de parar ahora. Como te mencioné antes, todo lo uso.

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