El drama de Emilia Pérez traspasó la pantalla y se instaló con fuerza estas últimas semanas, en medio de un periodo clave para el mundo del cine: comienza la temporada de premios que incluye la insigne ceremonia de los Oscar, el próximo 2 de marzo, donde la película compite en 13 categorías, convirtiéndose en la más nominada.

La controversia en torno a la cinta, dirigida por el francés Jacques Audiard, comenzó con cuestionamientos a los acentos de las actrices, para después escalar a críticas más potentes en torno a la apropiación cultural.

Pero la mayor amenaza para el filme fue su actriz protagónica, Karla Sofía Gascón, la primera transgénero en ser nominada a la estatuilla por Mejor actriz. Ella interpretaba a Juan ‘Manitas’ del Monte, un peligroso líder del narcotráfico que transiciona de género y deja atrás su pasado criminal más turbio, para convertirse en Emilia Pérez.

Zoe Saldaña como Rita Moro Castro.

¿Una película hipócrita?

Su estreno fue en el Festival de Cannes, en mayo de 2024, y se llenó de elogios por parte de la crítica. Ese éxito se materializó con las 10 nominaciones en la 82° edición de los Globos de Oro, anunciadas a inicios de diciembre. Se quedó con cuatro premios, entre ellos Mejor película musical o de comedia, Mejor película de habla no inglesa, Mejor actriz de reparto en una película dramática—Zoe Saldaña— y Mejor banda sonora original.

Las críticas comenzaron a escalar en redes sociales, por las siguientes razones: pese a que su trama se centra en México, cuenta con solo una actriz mexicana en el reparto (y con un papel secundario); la acusación de apropiación cultural; el tratamiento de la realidad de ese país con estereotipos y, por supuesto, los acentos.

La película definitivamente hace un retrato lleno de clichés con respecto a la sociedad mexicana—dice a Culto el crítico de cine de La Razón México, Jesús Chavarría—, pero no es la primera ni la última. En este caso, se ha sobredimensionado por los temas que toca, y tiene que ver con que los trata de forma sumamente superficial. Incluso, es frívola. Todo lo que tiene que ver con las mujeres buscadoras y las desapariciones es un tema muy sensible, pero en realidad pienso que no era para tanto”.

El crítico de cine de Rolling Stone Colombia, André Didyme-Dome Fuentes, recuerda el caso de Narcos y Breaking Bad, series en las que los latinos son retratados como criminales. Sin embargo, según declaró a Culto, nadie las cuestiona.

“Es una película hecha desde el norte global que tiene un espíritu colonizante. Realmente no está hecha para los latinos, sino para Europa y Estados Unidos”, afirma Antonella Estévez, crítica de cine y editora general de la Enciclopedia del Cine Chileno.

Inmune a las críticas, la película siguió sumando victorias en la temporada de premios, incluyendo las 13 nominaciones en los Oscar y posicionando a Gascón como una de las favoritas.

Iba todo bien, hasta que salieron a la luz declaraciones que contrastaban con el espíritu “progresista” y transgresor de la cinta. Como por ejemplo, cuando Jacques Audiard aseguró que no investigó para la película y que el español es una lengua “de pobres y de migrantes”.

“La película está viviendo las consecuencias de los dichos de sus creadores”, afirma Estévez. He ahí el primer aprendizaje: si los actores y el director no se alinean al mensaje de tu película, habrá problemas. “Empezaron a declarar cosas que reafirmaban la visión que se estaba teniendo de la película”, agrega Chavarría.

La actriz Karla Sofía Gascón en una escena de Emilia Pérez.

El efecto bola de nieve en redes sociales

Todo esto se intensificó con el sesgo de confirmación de las redes sociales. Didyme-Dome Fuentes, quien además es psicólogo, lo ejemplifica con el fenómeno que causó Oppenheimer en 2023. “Quienes comenzaron a decir que iba a ser la mejor película de Christopher Nolan tuvieron muchos likes y visitas, así que otros lo replicaron. Quien decía lo contrario perdía esas visitas. Se convirtió en una bola de nieve que hizo que la película ganara el Oscar”.

En el caso de Emilia Pérez, “fue una profecía autocumplida. La gente va a ver Emilia Pérez para confirmar que es mala, que hay apropiación cultural y confirmar lo que las redes están diciendo”, agrega el crítico de Rolling Stone Colombia.

“Las redes sociales impulsan un odio muy fuerte contra la película”, dice por su parte Chavarría. De ahí se desprende la lección dos: cuidar los movimientos en redes sociales es clave en una campaña por una estatuilla.

Primero, Gascón denunció en una entrevista que el equipo de la brasileña Fernanda Torres (aspirante a Mejor actriz por Aún estoy aquí) estaba detrás del ataque online que han recibido tanto ella como la película. Luego se disculpó.

Lo peor vino después, y desde las mismas redes. La periodista Sarah Hagi difundió el jueves 30 de enero una serie de tuits en los que Karla Sofía Gascón se refería ofensivamente sobre el islam. “El islam se está convirtiendo en un foco de infección para la humanidad que hay que curar urgentemente”, escribió en julio de 2016.

También se viralizaron otros donde Gascón se refería a las vacunas, al asesinato de George Floyd (lo trataba de “drogata”) y a la gala 2021 de los Oscar, a la que llamó un “festival afrocoreano”.

Ahí comenzó el control de daños por parte de Netflix —distribuidora de la cinta en Estados Unidos, Canadá y Reino Unido—, a quien se le cuestiona si debió o no realizar un chequeo de sus figuras antes de comenzar una carrera en los Oscar.

Así lo plantea Scott Feinberg, de The Hollywood Reporter. “El precio de investigar el historial de redes sociales de un candidato y eliminar publicaciones ofensivas es minúsculo en comparación con el costo de cortejar a los votantes de los Oscar”. Ahí sobresale la gran pregunta: ¿cómo una compañía como Netflix no revisó lo que había dicho la estrella principal de Emilia Pérez en su pasado reciente?

Es muy difícil poder pedirle eso a una plataforma—dice Estévez—. Uno pensaría que son los productores de las películas los que tienen que asegurarse de que sus actores o su equipo no tienen tuits controversiales, o hayan tenido un comportamiento inquietante o denuncias”.

En la carrera de los Oscar, ¿todo vale?

Cuando todo estalló, Netflix se negó a hacer comentarios. Fue Karla Gascón quien rompió el silencio en una entrevista con Variety: “Como miembro de una comunidad marginada, conozco muy bien este sufrimiento y siento una pena profunda por aquellos a quienes he causado dolor. Toda mi vida he luchado por un mundo mejor”.

Pero después, la actriz cerró su cuenta de X. “Ya no puedo permitir que esta campaña de odio y desinformación afecte a mi familia o a mí”, explicó a The Hollywood Reporter.

“Ella empezó a cancelar gente, a responderles, a enfrascarse en discusiones. Era bastante hostil su posición. Ella fue muy irresponsable”, reflexiona Jesús Chavarría. Por ejemplo, en The New York Times, dijo en agosto de 2024: “Me encanta pelearme con todo el mundo y si por mí fuera estaría en todos los programas y con toda la gente bum, bum, bum”.

La posterior entrevista que concedió a CNN Español fue otra jugada en contra. Según The Hollywood Reporter, la gestión de esa entrevista no habría sido a través de Netflix. “Ella tiene un problema. Hoy los actores y directores tienen un asesor de imagen que les dice qué pueden decir y qué no, pero ella no les hace caso, dice lo que siente”, explica André Didyme-Dome Fuentes.

Los publicistas personales, que son expertos en gestionar el riesgo de relaciones públicas de sus clientes, también pueden tener algo de culpa, y otros sugieren que era responsabilidad de los agentes de Gascón saber sobre su perfil en las redes sociales. Gascón está representada por Lede y UTA, quienes se negaron a hacer comentarios”, escribe The Hollywood Reporter.

Cuando se trata de conseguir un Oscar, parece que hay que hacer lo necesario. Como medida definitiva, la plataforma retiró a la actriz protagónica de la campaña de promoción de la película, para no perder sus posibilidades. Así, centró su atención en la nominada a Mejor actriz de reparto, Zoe Saldaña.

El director Jacques Audiard también se desmarcó, tachando que se estaba haciendo la “víctima”; y Saldaña se mostró “decepcionada“ ante los dichos de Gascón. En suma, su equipo completo le dio la espalda y la dejó sola.

Según The New York Times, esta polémica cambiará para siempre las campañas de los Oscar. “La temporada de los Oscar se ha convertido en una batalla campal descentralizada en la que detectives de las redes sociales y determinados ejércitos de simpatizantes desentierran errores del pasado, tuits malintencionados y clips perjudiciales, y luego los amplifican en X, TikTok y subreddits relacionados con los premios”.

Los Oscar no premian talento, sino momentos

“Los Oscar son tremendamente políticos y no necesariamente premian las mejores películas, premian lo que la Academia considera que el cine debe ser en ese momento”, dice Estévez.

André Didyme-Dome explica que los Oscar, al ser una ceremonia con audiencia televisiva, tienen pauta publicitaria y necesitan televidentes. “En los últimos años, las nuevas generaciones han dejado de ver la ceremonia, porque plantean que los Oscar no tienen nada que decirles, que es una ceremonia anticuada, con gente y películas anticuadas. Películas de gran calidad pasan a un segundo plano, inclusive no son nominadas, y se pone como prioridad películas populares”.

“Nunca se premia solamente los valores cinematográficos”, agrega Jesús Chavarría. “Están los valores más lo que tiene que ver con tendencias, posturas políticas y popularidad”.

Antonella Estévez apunta, precisamente, a lo político. “Apostaría a que parte importante de los votantes nominaron a Emilia Pérez porque es una película con una protagonista trans, en un momento en que Hollywood está absolutamente en contra de las medidas que Trump está tomando con las distintas comunidades de minoría. Si gana algo, es un gesto a Trump de: ‘nosotros no estamos de acuerdo, seguimos celebrando la diversidad”.

De hecho, Variety relacionó la actitud de Karla Sofía Gascón con la del presidente Donald Trump, argumentando, en una columna, que la actriz cayó en las mismas actitudes del mandatario, pese a que la película se vendió como contestataria a los ideales que presentaba el magnate. Sin embargo, Didyme-Dome cree que ambos puntos son incomparables: “Trump es transfóbico, la visceralidad de Trump en redes sociales está asesorada y pensada para generar reacciones, que es diferente a esta mujer que no le importó el manejo de redes”.

El futuro de Emilia Pérez en los Oscar es incierto, pero hay ciertas apuestas. “Si nos enfocamos en el desempeño actoral, me parece que con la nominación está más que premiada”, dice Chavarría.

Pensando que los Oscar solo premian interpretaciones, el escritor español Sergio del Molino plantea que “si los académicos estaban convencidos de que Karla Sofía Gascón merecía el Oscar por su trabajo en Emilia Pérez, no hay ninguna razón para que hoy opinen lo contrario”. En su columna en El País, titulada Karla Sofía Gascón sigue mereciendo el Oscar, argumenta: “A lo mejor (los miembros de la Academia) cambian el voto porque su apoyo a Gascón tampoco tenía que ver con la cinefilia. Quizá venían dopados por la farfolla propagandística que la misma interesada había diseminado, poniendo su identidad por encima de su trabajo, cuando para muchos espectadores de Emilia Pérez, entre los que me incluyo, no había ninguna necesidad”.

“Si no hubiera existido esta anti campaña que se han hecho a sí mismos, hubiera pasado desapercibido, pero ella es muy políticamente incorrecta para Hollywood. Ya no van a poder usar la película como bandera woke”, dice Estévez.

En medio de este huracán, los organizadores de los Oscar anunciaron que este año se eliminará la dinámica de los Fab Five en la categoría de Mejor actor y actriz. En este formato, cinco galardonados de años anteriores dedicaban palabras a los nominados, para después dar paso al anuncio del ganador. Eso sí, la Academia asegura que esa decisión se tomó antes del drama de Emilia Pérez.

Para el crítico de Rolling Stone, la carrera de Gascón ya terminó. “Como psicólogo, creo que esto la puede llevar a una depresión y cosas que Dios no quiera. Lo que me preocupa, es que estamos muchos subidos en el cielo juzgando a los vivos como si fuéramos dioses”, concluye.

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