Fue una máquina de la fábrica de metales donde trabajaba la que, como un monstruo inclemente, rebanó los dedos de la mano derecha de Anthony Frank Iommi, uno de los obreros de la fábrica que pasaría a la historia como Tony Iommi. Y todo por hacer un reemplazo. “Fue mi último día de trabajo. Había una señora que doblaba piezas de metal en una máquina. Me enviarían sus cosas y luego las soldaría. Ella nunca llegó ese día, así que me pusieron en su máquina porque de lo contrario estaría parado sin nada que hacer. Como nunca lo había trabajado en mi vida, no sabía cómo hacerlo. Fue una gran prensa de guillotina con un pedal que se tambaleaba. Tirarías de esta plancha y luego pondrías el pie en este pedal y esta cosa caería con un estruendo y doblaría el metal”, recordó en su autobiografía Iron Man: My Journey through Heaven and Hell with Black Sabbath (2011).
“Las cosas salieron bien por la mañana. Después de regresar de mi descanso para almorzar, presioné el pedal y la prensa bajó directamente a mi mano derecha. Mientras retiraba mi mano en un acto reflejo, simplemente me arranqué las puntas de los dedos. Cuando extiendes la mano y alineas el dedo índice y el meñique y trazas una línea entre la parte superior de ellos, son los trozos que sobresalen de los dos dedos del medio los que se cortaron. Los huesos salían de ellos. Simplemente no podía creerlo, solo vi sangre por todas partes. Estaba tan conmocionado que ni siquiera me dolió al principio”.
Con el dolor palpitante en sus dedos, Iommi fue corriendo al centro asistencial más próximo. No solo se trataba de un instrumento laboral, con sus manos también tocaba la guitarra y eso era lo que realmente le importaba. “Fui al hospital y me cortaron los huesos salidos, y me dijeron ‘olvídate de tocar guitarra’. Dios, estaba tan enojado. No podía aceptar que no iba a haber alguna forma de poder hacerlo, que no iba a poder seguir tocando”.
Iommi se había unido recientemente a una banda, la semilla de lo que sería posteriormente Black Sabbath. No podía creer su mala suerte. “Pensé, eso es todo, ¡se acabó! No podía creer mi suerte. Me acababa de unir a una gran banda, era mi último día de trabajo y estaba mutilado de por vida”.
El capataz de la fábrica fue a visitarlo, y sabiendo del gusto de Iommi por la música, le llevó un vinilo. “Te voy a contar una historia. Este tipo toca la guitarra y solo tiene dos dedos”. Era un disco de Django Reinhardt, el legendario músico gitano de jazz y gypsy jazz. En ese momento, a Iommi se le abrió el mar Rojo para que lo cruzara. “Esta revelación me sorprendió por completo y quedé tan impresionado por lo que acababa de escuchar que de repente me inspiré para volver a intentar tocar”.
La solución que se le ocurrió fue fabricar unos implantes de dedos, que le permitirían recuperar la movilidad. Después de probar con piezas de vidrio y plástico, probó con un trozo arrancado de una vieja chaqueta de cuero. Y ahí lo consiguió. “Funcionó, pero tuve que perseverar por mucho, mucho tiempo para acostumbrarme a trabajar con ellos -detalló en una entrevista años después-. Fue doloroso. El primer show que tuve con una banda era solo yo con un baterista y un pianista, ambos 30 años mayores que yo. Fue en un pub y yo ni siquiera era lo suficientemente mayor para estar ahí”.
“Y sigo usando la misma pieza de chaqueta que usé durante 40 años. Ya no queda mucho, pero debería durar unos años más”, agregó.
Con sus nuevas prótesis, Iommi debió reinventar su estilo de tocar la guitarra, volviéndolo lento y pesado. Esto porque disminuyó la afinación para reducir la tensión y empezó a conectarse en amplificadores con entrada de bajo. Sin quererlo le había dado forma al heavy metal, con su majestad el riff a la cabeza.
El resto es historia, Black Sabbath, el álbum debut del grupo salió al mercado el viernes 13 de febrero de 1970. Algo grande había nacido.