Columna de Marisol García: Dylan y otros intrusos

El filme Un Completo Desconocido -biopic de Bob Dylan- se estrena en Chile justo en los días en que un debate cacofónico ensordece a nuestro sector cultural, y puede haber asomos de inesperada relación entre ambas cosas. Aunque partió exigiendo explicaciones por un despido aún sin aclarar, a estas alturas la discusión sobre la muestra porteña de Te amo, Mon Laferte Visual es plataforma de simplones cuestionamientos al talento de la más exitosa cantautora chilena en actividad
Son los desobedientes quienes hacen avanzar la música. El repaso histórico de cualquier género —incluso de los más calmos y comedidos— es, en parte, el seguimiento de una acción/reacción persistente entre talentos establecidos y lo/as insolentes que llegan a quitarles el puesto; que al tiempo serán a su vez desplazados por otros disruptivos más jóvenes, y así. Ted Gioia recorre más de un milenio en el estupendo La música, una historia subversiva; un saludo a aquellos bufones, apóstatas, brujas, proxenetas, herejes, transgénero, drogadictos, desclasados y analfabetos que les han dado a la composición y la canción popular filos vitales de renovación. “La verdadera historia de la música no es respetable. Lejos de eso”, advierte el autor antes de presentarnos una galería de indeseables.
De todas las muchas perspectivas que pudo haber adoptado la nueva película sobre Bob Dylan —la primera en calificar de biopic—, Un completo desconocido elige, precisamente, relatar la ruta de una insolencia. Es un chico joven sin recursos ni iniciales contactos, de datos biográficos difusos y talento probablemente autodidacta, el que se considera suficientemente capacitado para enfrentar primero el circuito de pequeños escenarios neoyorquinos, luego el intento de domesticación de un par de novias, más tarde la ansiedad de sus primeros fans por tenerlo per-so-nal-men-te de su lado y, al fin, las palabras mayores —sus dogmas, sus prejuicios, su temerosa rigidez— del folk organizado. El manifiesto de una verdad conectada a la tradición ya estaba dentro suyo en esos primeros años de creación soberbia, demasiado contundente y ambiciosa como para calificar de ensayo/error. No lo pienses dos veces: está bien.

La insolencia que pide permiso deja de ser tal. Un manifiesto artístico con vocación de ruptura requiere que el gesto se imponga a las explicaciones, y que las (inevitables) críticas que sigan se enfrenten con el temple de un cantautor aferrado a una guitarra eléctrica a quien ni todos los abucheos e insultos le harán bajar el volumen. Más allá de las varias licencias del guión, fue eso lo que sucedió en el Festival de Newport en 1965 con Dylan y su banda, y es a donde toda la película busca desembocar, como hito de efectos definitorios para la música de la segunda mitad del siglo XX. El filme se estrena en Chile justo en los días en que un debate cacofónico ensordece a nuestro sector cultural, y puede haber asomos de inesperada relación entre ambas cosas. Aunque partió exigiendo explicaciones por un despido aún sin aclarar, a estas alturas la discusión sobre la muestra porteña de Te amo, Mon Laferte Visual es plataforma de simplones cuestionamientos al talento de la más exitosa cantautora chilena en actividad. Tiene razón Mon Laferte en captar el odioso resquemor hacia una autodefinida “intrusa” en el medio artístico, pero no tanto en buscar defenderse de aquello con la serie de datos autobiográficos que le darían a su esfuerzo un certificado de validación ante la adversidad. “Tiene todo lo que necesita / Ella es una artista, no mira atrás”, cantó Dylan en un disco del período cubierto en Un completo desconocido. Quizás fuese un consejo.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.