Fue después de su último cumpleaños, en septiembre de 2017, que el poeta y Premio Cervantes Nicanor Parra (1914-2018), quien falleció a los 103 años el pasado 23 de enero, hizo la petición. El mayor del clan Parra Sandoval, que con su libro Poemas y antipoemas (1954) revolucionó la poesía hispanoamericana, solicitó al director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica, Emilio de la Cerda, realizar un inventario de su patrimonio.
Así inició el registro de su obra que abarca libros, cuadernos, piezas de la exposición Obras públicas y sus cuatro casas. En resumen, décadas de creación literaria dispersa en papeles donde apuntaba chispazos creativos que, eventualmente, verían la luz en forma de poemas y artefactos.
Bastaron dos meses para que surgieran los primeros problemas: durante la última semana de noviembre, el equipo de trabajo de Emilio de la Cerda y la familia del antipoeta se percataron de la falta de cuadernos y documentos de los años 90 y 2000.
La primera denuncia la hizo Cristóbal Tololo Ugarte, nieto del autor de Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977), y fue dirigida hacia coleccionistas como César Soto, Carlos Cruz e Isabel Croxatto. La acusación: estar en poder de manuscritos de puño y letra del poeta obtenidos de forma irregular. Sin embargo, consultados entonces por La Tercera, señalaron que recibieron o adquirieron los cuadernos a través de Juan de Dios Parra Tuca, el menor de los seis hijos de Nicanor, nacido de su unión con Nury Tuca.
Después de 10 meses viviendo en Querétaro, México, y alejado de la polémica que suscitó la pérdida de los manuscritos, Juan de Dios Parra, conocido como Barraco, regresó el martes pasado al país. "Estoy en Chile y vengo a recuperar los cuadernos de mi padre", escribió en su página de Facebook por la tarde.
"Estoy de acuerdo en todo lo que se ha hecho y todo lo que queda por hacer", continúa la publicación, aludiendo a cómo el equipo liderado por De la Cerda ha procedido con la llamada Operación Inventario. Y en apoyo a su hermana mayor, Colombina Parra, y su sobrino Tololo Ugarte, quienes emprendieron la búsqueda del material perdido y antepusieron una querella en contra del biblióflio César Soto. Coleccionista de la obra de Nicanor Parra, Soto declaró haber comprado la colección a Juan de Dios.
Barraco Parra, quien se dedica a la música, creció junto a su padre en la casa de Julia Bernstein en La Reina. Incluso después que el poeta se retirara al balneario de Las Cruces, donde pasó las últimas dos décadas, el hijo menor vivió en la Universidad Abierta de La Reina, como llamaba Nicanor Parra a su terreno adquirido en 1958, hasta inicios del año pasado. Misma casa que fue declarada como Inmueble de Conservación Histórica por la Municipalidad de La Reina, donde actualmente se concentra el catastro de todos los bienes del autor de las Bandejitas de La Reyna y futuro espacio para la antifundación.
Para terminar su posteo, Barraco Parra agregó que regresaba para integrarse al equipo y preservar el legado del antipoeta que "le pertenece a Chile y al mundo".
Además de las palabras publicadas en su Facebook, durante la mañana, medios nacionales hicieron circular una carta firmada por el menor de los Parra Tuca que hace referencia a las acusaciones en su contra. "Efectivamente, como señalan estas personas -César Soto, Carlos Cruz y su ex pareja Constanza Franz- fui yo quien se las entregó en su momento, por supuesto que sin el conocimiento ni visto bueno de mi padre", se leía en el comunicado.
"Sé perfectamente qué cosas entregué y quiénes las tienen, por lo tanto espero que voluntariamente estas personas puedan devolverlas (...) si no hay entrega me pondré a disposición de la fiscalía para entregar toda la información que sea necesaria", prosigue.
Sin embargo, al mediodía, Barraco Parra volvió a escribir en su Facebook para desautorizar esa publicación: "La única declaración que he dado es la que escribí acá en facebook (sic). Cualquier cosa que haya salido en los medios es falso".
Respaldo a Colombina
La muerte de su padre y la búsqueda del material perdido no es el único motivo que trajo de vuelta al músico que giró por México junto al grupo Los Piures. Volvió también para respaldar a quien fue designada como la albacea del legado de Nicanor Parra, su hermana: Colombina Violeta Parra Tuca.
El escritor Eduardo Labarca, quien conoció a Nicanor Parra en 1990 y fue su vecino en Las Cruces, publicó una carta en el sitio digital El Mostrador. En la columna "el vecino de Viena", como lo llamaba el antipoeta, opina que "si una persona ha superado los cien años, su firma al pie de un testamento desestibado a favor de un solo heredero siempre tendrá un tufillo sospechoso".
Su opinión concuerda con la declaración de la primera de los seis hijos, Catalina Parra, en la revista Ya. Seis días después del funeral en el balneario de la Quinta Región, la artista, que nació en 1940 y vive en Estados Unidos, dudaba de la lucidez de su padre al momento de firmar el testamento.
La columna de Labarca afirma que "Nicanor Parra llamaba a gritos durante el sueño a su hermana Violeta y con un saldo de energía lanzaba garabatos y arrojaba lejos el lápiz cuando le traían un nuevo documento para que lo firmara". Y se lanza contra el criterio de Tololo Ugarte y el abogado Luis Valentín Ferrada -que presentó la querella contra quienes resulten responsables de tener material del antipoeta-quienes "proclamaban que Nicanor Parra seguía plenamente lúcido y activo, feliz por el rescate de documentos", continúa.
Frente a esto, Barraco Parra, quien se aloja en la casa de su hermana, y dirigiéndose a Eduardo Labarca, respondió a través de su Facebook que no se meta con su familia.