En todas las superficies se distinguen libros. La oficina de Carlos Peña (1959) está cubierta de ellos: libros de historia, política y sobre todo filosofía. La mañana está soleada y la luz entra con libertad por las ventanas altas del ex Palacio Piwonka, actual casa central de la UDP. En ese espacio suele escribir sus columnas semanales. Allí también prepara sus ensayos, el último de ellos se titula Por qué importa la filosofía y lleva semanas entre los más vendidos.

Abogado y doctor en filosofía, rector desde 2007, Peña es al mismo tiempo un ensayista que dialoga con la tradición del pensamiento y un lector sagaz de la contingencia. Admirador de Mario Vargas Llosa, discrepa ahora de la columna que el Nobel peruano publicó hace siete días, donde hacía una defensa del ex ministro de Cultura Mauricio Rojas, quien renunció tras conocerse sus opiniones en contra el Museo de la Memoria.

En su texto, Vargas Llosa atribuyó la caída del ex ministro y ex MIR a una operación orquestada por la izquierda. "La columna (muy bien escrita, como siempre) es una suma de exageraciones, parece un brindis de desagravio de un amigo, más que una reflexión. Presenta la crítica cultural y política a Rojas como una quema de brujas, un acto totalitario, una reacción hepática", dice Peña, quien integra el directorio del museo.

" Creo que Vargas Llosa se dejó llevar por esa extraña y ferviente hermandad que suele atar entre sí a quienes se sienten conversos; pero eludió la cuestión fundamental: si acaso un ministro de la Cultura, un funcionario (no un intelectual, no un escritor) puede tener un discurso que considera que un museo como el de la Memoria (que, recordémoslo, el propio Vargas Llosa inauguró) es una mentira, un montaje, una puesta en escena, y que confunde la memoria con la historia. La respuesta aquí y en cualquier parte es no", dice. "En cualquier caso, esos errores de Vargas Llosa no aminoran un ápice la admiración que provoca leerlo", agrega.

Heidegger y el nazismo

En su libro Ideas de perfil, publicado en 2015, Peña había trazado algunos de los conceptos que le dan forma a la sociedad contemporánea, desde el liberalismo al sicoanálisis. En su nuevo ensayo hace una defensa de la filosofía ante el asedio de la modernidad.

Ud. afirma que la filosofía está de algún modo amenazada, pero eso parece contrastar con el interés que despiertan los libros o los encuentros sobre temas de filosofía.

Yo diría que las ideas siguen siendo atractivas, aunque muchas personas ven en las ideas una especie de respiro, un divertimento, una onda; hay mucha gente que cree que manejar las ideas es una especie de adorno aristocratizante. Pero lo que cabría preguntarse es si nos tomamos en serio las ideas. Porque una cosa es mirar las ideas como quien mira la alta cultura, una especie de adorno, y otra cosa es ver en la filosofía una disciplina, un quehacer serio que nos cuestiona y que nos plantea desafíos. Entonces no es raro que vivamos una era donde las ideas como espectáculo tengan una escena y audiencia, y al mismo tiempo no se tomen demasiado en serio.

¿De qué modo la filosofía sirve a la vida democrática?

La democracia no es solo la regla de la mayoría; la democracia en su sentido cultural más profundo es la convicción de que el mundo que tenemos en común está entregado en algún sentido a nuestro discernimiento, y que tenemos que decidir todos en conjunto mediante un diálogo cómo queremos vivir. Y si fuera cierto que el mundo ya está garantizado, la democracia es un juego de espejos con el cual nos engañamos cotidianamente. Entonces hay cierto parentesco actitudinal entre el tipo de cultura que la democracia requiere y aquel tipo de cultura que la filosofía permanentemente va a promover.

Una de las filosofías políticas más influyentes y a su vez más anatemizadas fue el marxismo, ¿cómo lo valora Ud.?

El marxismo es una de las grandes ideologías modernas, una de las más grandes invitaciones a la acción. Y al mismo tiempo es uno de los grandes aportes a las ciencias históricas. Ninguna persona interesada en las ciencias sociales puede desconocer el aporte gigantesco que Marx en particular hizo con el conjunto de su obra para inteligir el mundo que hoy tenemos por delante; Marx abre su obra El capital diciendo que a primera vista la sociedad moderna se nos aparece como un inmenso arsenal de mercancías, y todo El capital es el esfuerzo por entender este fenómeno. Marx es un punto de vista inexcusable para comprender el capitalismo contemporáneo. Otras cosas son las demasías a que nos condujo la dimensión ideológica del marxismo.

Eso es lo que está en descrédito...

Y no solo el marxismo, todas aquellas formas de concebir la realidad y la historia que creen que es posible la realización de alguna dimensión del bien y que piensan que ningún precio es demasiado alto para lograrlo, eso está en descrédito: los fanatismos, las intolerancias, las ideologías globales, que acaban dando visiones unilaterales de la realidad. En ese pecado caen todas las ideologías modernas.

Heidegger parecer ser la figura con la que siente más cercanía. ¿Cuán importante es para Ud. y qué piensa de su adhesión al nazismo?

Permítame corregirlo. No siento afinidad con Heidegger sino interés, el mismo que siento por Wittgenstein u Ortega o Weber, de quienes también trata el libro. Pero vayamos a Heidegger. La cuestión no es si Heidegger fue o no nazi (Bobbio firmó a favor del fascismo, Ratzinger sacó carné de la juventud hitleriana, Neruda fue estalinista, Platón partidario del estado total, etcétera. Y no por eso dejamos de leerlos o no nos ocupamos de sus libros). El problema real es si acaso su pensamiento conduce necesariamente al nazismo como opción política. En la literatura hay dos opiniones, hay quienes piensan que sí, que la adhesión de Heidegger al nazismo fue empujada por su filosofía (es el caso de Víctor Farías) y quienes piensan que la filosofía de Heidegger y su crítica de la modernidad no conduce necesariamente al nazismo (Derrida). Por mi parte, me inclino más por este segundo punto de vista y creo que no hay que confundir el sujeto biográfico con el sujeto del discurso ¿Fue una buena persona, valiente, arriesgada? No, creo que no ¿Invalida eso lo que pensó? No, tampoco. Como político sí, como pensador no. Una cosa es clara. Nos guste o no, la obra de Heidegger es clave para entender el pensamiento y la cultura del siglo XX y la de este mismo siglo. Lo que llamamos filosofía es incomprensible sin esa obra. Por eso me ocupé de ella: es la forma más radical de comprender la filosofía. En eso, creo, están todos de acuerdo.

¿Esa adhesión no lo deslegitima como figura moral?

Creo que sí. Su talento de filósofo no es un salvoconducto para evitar la responsabilidad moral, ni una patente de corso para haber hecho cualquier cosa. Pero lo que dijo o hizo no transforma su obra en algo que debamos silenciar. La mejor muestra de su importancia es que la obra de Heidegger se expandió por el mundo en la posguerra, cuando nadie ignoraba lo que había ocurrido con el nazismo o el papel de rector que Heidegger entonces asumió. Es un signo de cuánto su obra (al margen de sus actos u omisiones) nos ayuda a entender la condición humana.