El viernes pasado, la Escuela de Danza del Teatro del Lago fue testigo de la técnica para ejecutar el defilé. Evento del ballet clásico francés que la Opera de París mantiene como tradición hace más de siete décadas. Con el cuello erguido, la espalda recta, los brazos ágiles y las piernas firmes, el defilé enseña al bailarín a caminar elegantemente, al ritmo de la música y a la par de sus compañeros sobre el escenario para presentarse al público.
En cinco días, 120 alumnos del teatro de Frutillar se convirtieron en herederos de la técnica guiados por el coreógrafo francés Bernard Courtot (1973), ex bailarín de la Opera de París y actual asistente de dirección en el Ballet del Sur de Argentina. "La técnica toma mucho tiempo y es la primera puerta al aprendizaje en el ballet", dice por teléfono.
Su estadía fue breve. Siete días bastaron para que el francés traspasara su conocimiento a la directora de la Escuela de Danza, Macarena Montecino, quien asumió el cargo en 2013. Su visita responde al vínculo profesional que el coreógrafo ha desarrollado con el escenario austral estos últimos tres años: estuvo en 2016 para montar Giselle con Marianela Nuñez, y volvió el año siguiente con La Sylphide protagonizada por Ludmila Pagliero. Además, comparte la bandera educativa que promueve el escenario del Llanquihue a través de las artes escénicas. "Los profesores aquí trabajan bien, entonces puedo legar el esqueleto del defilé y sé que pulirán el look que se necesita", afirma.
En su ausencia los ensayos continuarán a cargo de la directora del área, certificada por la Royal Academy of Dance de Londres (RAD), hasta el 17 de mayo. En 21 filas ordenadas por edad, los alumnos se presentarán como antesala de la primera cuenta anual del Teatro de Lago desde marzo de 2016, cuando comenzó a funcionar como fundación.
El encuentro busca transparentar el presupuesto de un millón de dólares aproximado que cada año se destinan a becas y a potenciar los tres ejes artísticos de su programa educativo: vocal, instrumental y danza.
Amor y disciplina
La visita de Courtot se enmarca en la estrategia de "generar y traer contenido artístico de alto nivel" al teatro, explica Carmen Gloria Larenas, directora artística. "Nuestra misión es que esto deje huellas y seguir potenciando esa conversación artística-educativa... es una sinergía que nos caracteriza", enfatiza.
"Lo importante de las visitas es el aporte directo en los estudiantes", dice Macarena Montecino. "Es lindo que ellos tengan acceso a esto a pesar de que estemos en las puertas de la Patagonia", agrega. Montecino nació y creció en Osorno. A los 14, y con el sueño de convertirse en bailarina, viajó a Santiago para completar sus estudios.
Ahora como profesora dos veces seleccionada en el programa internacional para maestros de la École Nathionale de Danse de la Ópera de París, está satisfecha de que los jóvenes puedan comenzar su sueño en el sur del país. Cuenta que tiene alumnos procedentes de Rancagua y Coquimbo.
Recuerda que en 2013 habían solo 50 alumnos y hoy ese número se ha cuadriplicado. Así también, han aumentado los niveles. Hoy funcionan con 19 cursos con diferente malla curricular donde aprenden ballet clásico, contemporáneo, música y técnicas modernas. La matricula anual es de $ 30 mil y los cursos cuestan $ 45 mil.
Hay niveles desde cinco años hasta adultos sin experiencia, como también unos más exigentes con exámenes de admisión, para quienes quieren dedicarse a la danza de manera profesional.
Para este último grupo, denominado como los cursos vocacionales, la escuela tiene la facultad de brindar la certificación internacional RAD, que acredita técnicas y estándares de calidad. Cada año un examinador de la academia londinense viaja y toma exámenes. Hace una semana, 93 alumnos recibieron certificación, la que sirve para continuar estudios en Europa. Resalta el ejemplo de Belén Winkler (14), aceptada en la Escuela de la Ópera de París, y el de Amalia Gimpel (15) en la Royal Ballet School de Londres.
"Somos una escuela joven y tener estos logros habla de que tenemos estudiantes comprometidos y disciplinados, además de un gran equipo detrás", dice Macarena Montecino. De acuerdo a ella, los ingredientes principales son el amor de los docentes por la enseñanza y la disciplina aplicada a través del respeto, enfocada en el desarrollo artístico como una parte integral de las personas.
La escuela recibe ahora la visita de la mexicana Paola Haro. Profesora y examinadora RAD con el rango más alto en Latinoamérica, estará desde hoy al 6 de abril para dar clases y capacitar a profesores en el trabajo con niños con necesidades especiales. "Queremos recibir a todos y que reciban enseñanza de excelencia", apunta.