Música coral de Franz Schubert y fundido a negro. Luego, en primer plano, una masa sanguinolenta y palpitante llena toda la pantalla. La cámara se aleja y se ven unas pinzas por el costado. Después, unas tijeras, un bisturí y las manos vellosas de un cirujano. La masa palpitante es un corazón en operación abierta, un bypass de rutina a cargo del médico Steven Murphy. Unos segundos después, el doctor camina junto al anestesista jefe y mantiene una inexpresiva conversación sobre las ventajas de las correas de metal en los relojes.
Es el racional y práctico mundo de Murphy, un perfecto profesional si no fuera porque a veces confía demasiado en sí mismo. Incluso con unas copas de más. Al realizador griego Yorgos Lanthimos (1973) le bastan estos pocos minutos para establecer el singular clima de El sacrificio del ciervo sagrado (2017), la película que el año pasado le significó su segundo reconocimiento en el Festival de Cannes: ganó el premio a Mejor Guión (compartido con You were never really here de la escocesa Lynne Ramsay) después de que en 2015 obtuviera el Premio del Jurado por The lobster.
Esta es, además, la primera producción del cineasta nacido en Atenas que llega a salas en Chile (The lobster se estrenó a través de Netflix) y lo muestra en pleno dominio de un estilo que combina la provocación, el humor negro y el horror.
¿Qué le pasará al doctor Murphy (Colin Farrell), a su esposa sicóloga (Nicole Kidman) y a sus dos hijos? La respuesta la tiene un muchacho de 16 años que se interpone en su muy bien planificada vida de los suburbios de Cincinnati. Su nombre es Martin (Barry Keoghan) y el doctor tiene una debilidad por él: se siente culpable por la muerte de su padre, que fue además uno de sus pacientes. Barry, a su vez, está convencido de que el cirujano sí fue responsable por el deceso de su progenitor, pero no se lo ha dicho. Tiene planes para más adelante y guarda municiones.
El clima de progresivo terror de El sacrificio del ciervo sagrado se establece desde el momento en que Barry es invitado por el doctor a su casa. Conoce a sus hijos (una de ellas adolescente como él) y a su esposa. Es suficiente para él. Entonces elaborará una estrategia que combina extorsión, magia negra y hasta telepatía.
Un heredero de Kubrick
Aunque Yorgos Lanthimos no lo ha reconocido públicamente, su cine y en particular El sacrificio del ciervo sagrado es tributario de las ambiciosas puestas en escena de Stanley Kubrick. La predilección por los planos panorámicos y simétricos y la precisión por los detalles escenográficos son evidentes, en particular en las recurrentes escenas en el hospital. Las tomas que incluyen los pasillos del recinto tienen una clara conexión con algunas películas del director de La naranja mecánica.
La propia Nicole Kidman lo reconocía en una entrevista genérica concedida a través del estudio. "Compararía la película con el mito griego de Ifigenia y con lo que Stanley Kubrick hace en El resplandor", decía la actriz, dejando entender que lo de Ifigenia tiene que ver con el sacrificio que se plantea en el mito griego y que en la película juega un rol clave.
Pero además Lanthimos mantiene citas expresas a Ojos bien cerrados (1999), la última película de Kubrick. La pareja formada por Farrell y Kidman es similar en más de algún sentido a la que ella misma formó con Tom Cruise (que también hacía de médico) en aquella cinta. Al respecto, hay una escena en una elegante fiesta que recuerda directamente a un pasaje de Ojos bien cerrados.
Lo que distancia al realizador ateniense de Kubrick o de Lars von Trier (con quien también lo comparan por su tendencia al sadismo) es un raro sentido del humor, presente en varias de sus películas, a partir de una premisa absurda. En la celebrada The lobster, por ejemplo, la acción transcurría en una sociedad distópica donde las personas son obligadas a procrear en un hotel en un plazo de 45 días. Si no logran la meta, son convertidos en animales y enviados al bosque. En Alps (2011), ganadora del premio a Mejor guión en Venecia, una empresa se dedica a consolar a recientes deudos enviándoles a personas que se encargan de caracterizar a sus familiares y amigos fallecidos.
Pero antes de todas estas películas estuvo Canino (2009), el celebrado largometraje que puso a Lanthimos en la órbita de los críticos y festivales en todo el mundo y que ganó la sección Una Cierta Mirada de Cannes en 2009. De la misma manera que en El sacrificio del ciervo sagrado acá la familia es el eje de todos los infortunios: un padre tiene a sus tres hijos encerrados en casa y les dice que sólo cuando hayan perdido su dientes caninos pueden salir al exterior. Por lo demás, allá afuera es tan peligroso, que sólo pueden ir en auto.
Con cinco películas a sus espaldas y una nueva a punto de ser estrenada (The favourite, con Rachel Weisz y Emma Stone), Lanthimos asoma como una de las voces más originales del cine europeo en la última década. Tiende a dividir a las audiencias y sus últimas películas han sido aplaudidas y pifiadas en Cannes, pero nadie puede decir que pertenezca a la raza de la indiferencia.