A veces se acusaba a la Academia Española de la Lengua de ir desfasada del ritmo de la época y a su Diccionario de ser anacrónico. Pero el mundo digital ha permitido que la Academia pueda estar al día en cuanto al uso de las palabras y que el recorrido de éstas para alcanzar el Diccionario se haya acelerado.
En 1780 se publicó la primera edición del Diccionario de la Real Academia Española y desde entonces han aparecido otras 23. La próxima, la 24ª, será plenamente digital. En espera de ella, se plantea revisarlo y ampliarlo anualmente. En diciembre de 2017 se presentó en la red el Diccionario 23.1, con más de tres mil nuevos términos, enmiendas y modificaciones. Se admitían términos de Internet, del habla común y latinoamericanismos, además de otras incorporaciones: la palabra "saga" como estirpe familiar, por ejemplo; o "aporofobia", el odio a los pobres; o "acoso escolar"; o la tan mentada "posverdad", definida como: "Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales".
También llamó la atención que pareciera responder a cierta óptica de género: como en el caso de la acepción de "sexo débil", señalada como expresión peyorativa; o la palabra "machismo" como "forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón".
En el mismo sentido, a inicios de marzo modificó la acepción "fácil", referida a la "mujer que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales", para considerar a toda persona con tal actitud. La Academia ha dicho que esto no se relaciona con la celebración por esas fechas del Día de la Mujer.
A todo esto está atento Darío Villanueva (1950), catedrático de teoría de la literatura y director de la Real Academia Española desde 2014, quien conoce muy bien lo que el escritor francés Antoine Blondin llamó la "paradoja del diccionario": las palabras solo se pueden explicar con otras palabras.
¿Le parece bien que se generen debates en la esfera pública cuando la Academia propone cambios en el Diccionario?
Me parece magnífico. La lengua pertenece a los hablantes; es uno de sus patrimonios más preciados. Tienen, por lo tanto, pleno derecho para criticar, proponer, rebatir.
¿Y son muy reñidos los debates al interior de la Academia?
De vez en cuando sí lo son. Y resultan todo un festival de sabiduría, ingenio e, incluso, ironía. Imagínese a escritores, filólogos, intelectuales de prestigio debatiendo, por ejemplo, acerca de una tilde...
Con las modificaciones dadas a conocer en diciembre ya hubo discusiones. ¿Cada diciembre se incorporarán esos avances?
Efectivamente. El pasado mes de diciembre hemos inaugurado lo que serán sendas presentaciones anuales de las modificaciones (adiciones o supresiones de palabras o acepciones, correcciones de errores, redacciones más ajustadas en las definiciones, etc.) que se incorporarán a la edición en línea del DLE (Diccionario de la Lengua Española), que se ofrece gratuitamente en la red y el año pasado, 2017, tuvo 750 millones de consultas. También está a la venta una aplicación para llevar el DLE en el celular sin necesidad de estar conectado en red.
¿Se agregaron palabras en marzo? ¿Es una forma de sumarse a una "ola feminista" con el cambio de la acepción de mujer "fácil"?
No se ha agregado ninguna palabra. Tan solo se han corregido errores, y en la quinta acepción del adjetivo "fácil" se ha sustituido la palabra "mujer" por "persona". En nuestras bases de datos está acreditada la atribución de esta acepción también a hombres. Un ejemplo: "...las acompañé en el dormitorio. Me hago de rogar, a pesar de que siempre he sido un hombre más bien fácil", según el libro Buganvilla del chileno Mario Eugenio Barahona Saldías.
Antes fueron cambios sobre las acepciones de "sexo débil" o "machismo". ¿De qué manera influyen las cuestiones de género en las decisiones de la Academia?
La RAE no censura ni censurará nunca el diccionario. Pero sí ajustará de la manera más conveniente el metalenguaje (las palabras con que se describen los significados de las palabras) con la sensibilidad actual, pues en algunos casos las definiciones vienen de muy atrás. Nada sustantivo se ha cambiado en los dos ejemplos que menciona. Y "sexo débil" no es una manifestación del supuesto machismo de la lengua española. Está en italiano, francés, inglés: "sesso debole", "sexe faible", "weaker sex".
No hay acomodo a criterios de corrección política, entonces.
En la RAE entendemos que la corrección política es una forma posmoderna y perversa de la censura.
Ha dicho que la próxima edición del Diccionario será digital, ¿qué implica eso?, ¿se abandona el papel?
Desde 1780 hasta 2014 el DLE ha sido un libro que en sus dos últimas ediciones (2001 y 2014) se ha digitalizado. En la próxima edición, la 24ª, se invertirá el orden: el diccionario será digital desde su origen y se publicará inicialmente como tal. Las ventajas son enormes: podremos incluir mucha más información en cada entrada y, sobre todo, no tendremos problemas de espacio. En un diccionario libro caben tan solo las palabras que sus dimensiones tipográficas pueden acoger. En la actual 23º edición son más de 20 millones de matrices, y eso nos permite incluir 93.000 palabras o lemas y 200.000 acepciones. Pero el español tiene muchas más palabras, que por decirlo de algún modo "no caben". Hay que seleccionar conforme a los criterios de frecuencia y dispersión en el uso. En el nuevo diccionario el espacio digital no tiene límites. Pero luego haremos ediciones en papel; y lo digo en plural. En vez de una sola podrá haber varias, diferenciadas, por ejemplo, por sus destinatarios. Salvando el tronco común del español general, que es muy amplio, el diccionario de Chile no será exactamente igual que el de Honduras.