Hasta hoy Emmanuel Carrère, el célebre escritor francés de no-ficción, jamás había elegido una mujer como protagonista de sus libros. Ahora, Carrère (París, 1957) atraviesa una pausa creativa literaria; dirige sus energías al cine y por fin le cederá el protagonismo a una figura femenina: el autor de Limónov prepara su tercera película como director y en ella el personaje principal es mujer "y además está rodeada de mujeres", cuenta en su casa en París.
Ampliamente aplaudido por la crítica y el público, ganador del Premio Renaudot 2011, Carrère es uno de los protagonistas más relevantes de la narrativa francesa actual. Es también guionista y director: en 2003 dirigió el documental Retour à Kotelnitch, y en 2005 adaptó su novela El bigote. Ahora volverá tras la cámara.
"No es un filme sobre un libro mío, sino sobre uno de la periodista Florence Aubenas, que tuvo un éxito muy merecido cuando salió en 2011. Se llama Le Quai de Ouistreham. Es una investigación periodística en las zonas de trabajo precario, sobre personas que viven con 500 euros al mes y mantienen así una familia", relata. "La idea es hacer un filme de ficción dramática. Estoy trabajando en el guión y lo voy a grabar este invierno con Juliette Binoche como protagonista".
En la práctica desde 2014, cuando salió su último libro El Reino, que mezcla un momento de su vida en que se acercó a la fe y la historia de Pablo el Converso y de Lucas el Evangelista, Emmanuel Carrère no ha sacado una obra nueva. Podríamos tildarlo de una página en blanco que el autor vivió de manera depresiva después de Una novela rusa (2000) o El adversario (1998), cuando necesitó siete años para publicar un nuevo libro, pero que hoy relativiza y vive con humor: "Con la edad admitimos que tenemos un ritmo propio y que en este momento no hay libro pero que puedo hacer otra cosa. Me gusta hacer otras cosas".
Carrère se declara un afortunado: "Tengo la gran suerte de ser de esos escritores que viven de su trabajo en el sentido amplio, que no es solo escribir libros sino también guiones o cosas como ésas. Pero sé que es raro y excepcional y no sé si durará siempre. Por eso sigo haciendo guiones y otras cosas, porque me da la sensación de tener un oficio y no dependo solo de mi inspiración. Es como un artesano, como si tuviera una pequeña boutique", dice.
Y así como no puede vaticinar cuándo vendrá una próxima novela, tampoco puede asegurar que siga trabajando en la no-ficción, esa forma de narración de historias reales en primera persona que inició hace 18 años con El adversario. Y si bien reconoce que personajes como el ex presidente francés ahora encausado por recibir dineros del régimen libio de Gadafi, Nicolás Sarkozy, o el presidente ruso Vladimir Putin son personajes interesantes, a él no le inspiran un nuevo libro: "Para que algo me inspire necesito que sea a la vez suficientemente exterior, lejano, pero que a la vez suscite un eco íntimo en mí. Una combinación de las dos cosas".
Bolaño y Ruiz
En momentos como éste Carrère vuelve además a su oficio primero, el periodismo. De hecho el 2017 decidió junto a su editor publicar una compilación de sus mejores artículos de prensa, bajo el título irónico de Conviene tener un sitio adonde ir, y un análisis periodístico sobre la ciudad de Calais, donde estaba el campamento de refugiados más grande de Europa en el que miles de almas esperaban atravesar al Reino Unido para forjarse una nueva vida.
"Para mí hay dos familias de periodistas, los que están en el análisis y el comentario, la opinión, la tribuna y la editorial. Y los que están en el lado de los reportajes", comenta. "Yo no denigro los primeros, pero creo que estoy francamente en el segundo grupo; no me siento capaz de escribir editoriales, tribunas o comentarios, es un dominio donde no estoy cómodo. Lo que me gusta es ir a ver de cerca una situación y conocer a la gente que las encarna con su complejidad y contradicciones".
Tampoco se siente en propiedad de recordar la herencia de Mayo 68, la gran revuelta social francesa que cumple 50 años este 2018. "Tenía 11 años y mi mamá me llevo a ver qué pasaba", rememora haciendo algunas pausas largas. "Y dimos vuelta entre las barricadas. Tuve la impresión de aventura y transgresión. Le agradezco hasta hoy haberme llevado. Pues yo hago parte de una edad que no vivió Mayo del 68 ni lo que siguió o antecedió. Yo estaba en un liceo burgués del barrio 6 donde los ecos de Mayo 68 no llegaron demasiado".
Hace unos días, en una conferencia en la Casa América de París, Carrère declaraba su admiración por el escritor mexicano Juan Rulfo, al rememorar el reciente premio que la Feria del Libro de Guadalajara, la FIL, le entregó en su última edición por "una vida dedicada a la creación literaria". Su casa, en pleno centro de París, es una suerte de loft ubicado en el mismo edificio Art Decó en que vivió alguna vez Julio Cortázar, el escritor argentino: "Fue puro azar pero si hubiera tenido que elegir un edificio de un escritor para vivir podría haber sido Cortázar y podría haber sido Roberto Bolaño. No es un juicio muy original porque en los últimos 10 o 15 años la figura de Bolaño es una figura mayor, pero es verdad que para mí fue una gran revelación literaria, uno de los grandes schocks literarios contemporáneos de mi vida adulta, en que tuve cinco o seis".
Carrère pide que en el artículo aparezca la gran admiración que tiene por el escritor Cristián Warnken y su esposa, Danitza Pavlovic, con quienes se relacionó en el que ha sido su único viaje a nuestro país en diciembre del 2015 para participar en el ciclo La Ciudad y las Palabras del Doctorado en Arquitectura de la Universidad Católica: "Aprecié mucho su inteligencia y elegancia".
Carrère, quien admite en De vidas ajenas que los dos grandes miedos de su vida son una madre que muere joven o una madre que pierde un hijo, habló con Pavlovic sobre la pérdida de su hijo Clemente, fallecido antes de cumplir tres años hace justo una década: "Ella me habló con mucha naturalidad, con gravedad y simplicidad a la vez, que me tocó mucho".
De Chile dice que admira a Patricio Guzmán y su filme Nostalgia de la Luz, del que se acordó especialmente al visitar el observatorio ALMA en el Desierto de Atacama. Y dice que el país se le había cruzado ya en sus años de crítico de cine, cuando entrevistó varias veces a Raúl Ruíz, una persona a la que "no sólo admiraba sino que además era amable, vivo, divertido, sin pose, sin afectación".