"Yo estaba muy entusiasmado con la idea de hacer este museo", dice el ex alcalde de Santiago (1990-2000) Jaime Ravinet sobre el Centro de Estudios y Difusión de Arte Clásico (CEDAC) que bajo su mandato, pretendió instalar en el sector de Quinta Normal. "Me parecía algo muy interesante. En esa misma época estábamos creando el Museo Artequin con una colección de reproducciones de arte moderno de muy buena calidad. Pensé inmediatamente en replicar eso con estas obras grecorromanas", agrega.
Las piezas a las que se refiere el ex edil desembarcaron durante los 90 en el país, gracias a la gestión del abogado chileno Rafael Vargas Hidalgo, a cargo del proyecto. En un documento de 1992 titulado Cultural Center for Antiquity of Chile, al cual tuvo acceso La Tercera, él mismo hace un inventario de las obras ya donadas con las que pretendía fundar la institución. Entre ellas figuran más de 30 réplicas de personajes clásicos -una cabeza de Platón proporcionada por el Museo Vaticano, otra de Aristóteles donada por el de Historia de Viena-, 100 fotografías en blanco y negro que "ilustran la vida de la antigua Grecia" donadas por la Escuela de Arqueología de Atenas, y lo que ha causado más polémica la última semana: dos lámparas romanas originales, además de fragmentos de cerámica y mármol de más de dos mil años de antigüedad. Éstas últimas otorgadas por el Ashmolean Museum perteneciente a la Universidad de Oxford.
Michael Vickers, profesor emérito de esa casa de estudios, quien estuvo a cargo de la donación, en una carta enviada el 6 de julio de 1993 a Vargas, se refería así a las piezas: "Pese a que la cerámica está en fragmentos, son al menos artefactos originales y podrían alentar algún día a un estudiante a interesarse por la antigüedad griega". Hoy, sin embargo, parece haber cambiado de opinión: "No vale la pena buscar el material en cuestión. Ningún artículo tenía valor en absoluto", acota.
Según se manifiesta en las cartas, las piezas habrían sido recibidas por Florencia Varas, asesora de cultura de la Embajada de Chile en Londres de la época. "La señora Varas vino y recolectó las cajas, que espero ya hayan llegado a Santiago", escribió Vickers en octubre del mismo año. Consultada por el diario electrónico El Mostrador, Varas negó haberlas recogido. "Nunca recibí ninguna caja, ni ninguna caja llegó a la embajada".
Ultimas pistas
Como sea, todas las donaciones que efectivamente llegaron a Santiago fueron a parar al mismo espacio: la bodega del municipio ubicada en Matucana 272, donde también funcionaba la Subdirección de Cultura de la alcaldía. "Cuando llegaron las piezas, mi asesor cultural Alberto Jerez pidió a un grupo de escultores chilenos que las revisaran y encontraron que eran bastante rascas, todas de yeso: no daba para un centro", recuerda Ravinet, quien nombró a Paula Jaramillo, hoy directora del Comité para la Infancia de Santiago, como nueva encargada del proyecto.
"Habían unas 40 esculturas en la bodega", recuerda la gestora cultural. "Como se había determinado que no eran valiosas, pensé en hacer un proyecto educativo y me comuniqué con Vittorio Di Girólamo para darle forma, pero resultó que su creación era muy cara y simplemente no se hizo nada más", cuenta.
Hoy, el paradero de las piezas es un misterio. El último rastro de algunas de ellas fue esbozado ayer en una carta enviada a la alcaldía por George Anastassiou, presidente de la Fundación Mustakis, donde señala: "El año 2006 nos acercamos al Municipio y al alcalde Raúl Alcaíno, para conocer de la existencia de estas piezas (...) Al confirmar nuestro interés nos fueron ofrecidas como donación".
El empresario relata que escogió 17 piezas para ocuparlas en un evento, y luego las donó, con el beneplácito de la municipalidad, a instituciones como el Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohelénicos de la Universidad de Chile. "Recibimos dos esculturas en bastante mal estado que hubo que reparar, ahora están en nuestra sala de lectura", cuentan desde el recinto.
Esta semana la concejala por Santiago Irací Hassler planteó el tema al concejo municipal, el que durante este mes deberá responder a una solicitud realizada por medio de la Ley de Transparencia.
Ayer a través de un memorándum, la Subdirección de Cultura del municipio señaló que el año 2000, durante la administración del alcalde Joaquín Lavín, se dio instrucciones para que dicha oficina abandonara Matucana 272. "Las dependencias se entregaron a un prestigioso decorador para elaborar en dicho espacio patrimonial un workshop de decoración", dice la misiva. "Las piezas de la colección quedaron en las bodegas de Matucana sin que esta subdirección haya tenido injerencia en su destino posterior", concluye.