Riad vivía en Teer Maaleh, Siria, cuando cumplió siete años. Era un niño tímido con una larga melena rubia y ojos avispados. Con su visión infantil, pero severa, observaba el comportamiento contradictorio de los adultos que lo rodeaban y, siendo hijo de un matrimonio sirio-francés, entendía que existían varias diferencias entre ambas culturas.

Actualmente, Riad Sattouf (París, 1978) tiene 39 y recuerda con detalle su infancia que, debido al trabajo de profesor de su padre, pasó entre la Libia de Gadafi, la Siria de Hafez el-Asad y la Bretaña francesa. Esas andanzas de niño, con mirada cándida pero estricta, las dibujó en El árabe del futuro (Salamandra), novela gráfica que a fines de enero publicó su tercer volumen.

Con trazos gruesos y perfiles caricaturescos, sobre fondos celestes, rosas y amarillos, el autor lanzó en 2015 Una juventud en Oriente Medio (1978-1984), la primera parte de esta tetralogía. Con ella, y por segunda vez en su carrera como dibujante, recibió el Gran Premio a la mejor obra en el Salón del Cómic de Angulema (Francia), que lo ubicó en la primera línea de la historieta actual al ser traducida a 18 lenguas.

Del mismo modo que el testimonio personal de Marjane Satrapi en Persépolis (2003) transportó al lector al Irán de los 70, las secuencias del dibujante transportan a las calles de Siria en la década de los 80. Evocando la voz del niño que era entonces, Sattouf retrata su dinámica familiar con un relato íntimo, donde su mirada franca y desprejuiciada choca con el racismo, prejuicio ideológico, el patriotismo extremo y el contraste de Oriente y Occidente.

Estas diferencias quedan visualmente expuestas en escenas como su primer día en la escuela de Francia y en la de Siria. "Para mí, los niños de Francia no eran los mismos que los de Siria. En Francia (...) se comportaban como bebés. En Siria, en cambio, eran pequeños adultos", dijo el ex caricaturista de Charlie Hebdo a la revista estadounidense Slate.

En esta tercera entrega, que transcurre entre 1978-1984, pocas cosas han cambiado. El pequeño Riad, que ahora cursa tercer año en la escuela del pueblo, continúa escuchando con admiración todo lo que dice su padre, el sirio Abdel-Razak. Un inteligente profesor universitario licenciado en La Sorbona que, sintiéndose subestimado en Europa, elige dar clases en los países árabes.

La voz de Abu Riad, "el padre de Riad", es un pilar con la que el autor de Los cuadernos de Ester (2017) describe las circunstancias de cada país: cómo se levantó Arabia Saudí, quién es Francois Mitterand, Gadafi y el -Asad. Y, a la vez, deja en evidencia todas sus contradicciones. Abdel-Razak dice ser laico, pero al mismo tiempo impone a Riad leer el Corán para quedar bien frente a sus amigos y familiares.

¿Quién es el árabe del futuro? La idea del título, explicó el también cineasta, ganador del Premio César por su ópera prima The french kisser (2009), la tomó de su padre. Quien después de sus estudios en Francia "quiso devolver al mundo árabe lo que este le había aportado. Es decir, quería contribuir a educar al árabe del mañana... al árabe del futuro", dijo al diario El País.

Crónicas ilustradas

Art Spiegelman (Maus) y Joe Sacco (Notas al pie de Gaza), entre otros autores, son ejemplos de que la novela gráfica es un instrumento eficaz para dar testimonio personal, o de realidades y experiencias ajenas. Y así como El árabe del futuro 3 utiliza la autobiografía para dar a conocer la vida en Libia y Siria, la dibujante estadounidense Sarah Glidden (1980) lo hace desde la crónica periodística.

Durante dos meses de 2010, la ganadora del premio Ignatz al Mejor Nuevo Talento por Una judía americana perdida en Israel (2011), viajó junto a dos periodistas -los fundadores de la organización Globalist- por Turquía, Siria e Iraq. El objetivo era recolectar testimonios de los afectados por la guerra.

El resultado después de seis años es Oscuridades programadas. Una novela gráfica de estilo clásico y acuarelas tenues, donde la autora, que se mantiene en un segundo plano, dibuja las entrevistas que vio y escuchó.

Desde el inicio y hasta el final del viaje, Glidden ilustra con trazos delgados y poco definidos los rostros de Dan, un ex marino que se suma al viaje en las primeras páginas y que entrega una visión del campo de batalla. Sirvió en Afganistán durante dos años y perdió a cuatro amigos. También el de Sam, un iraquí expulsado de Estados Unidos al ser confundido con un terrorista, que busca la manera de volver para estar con su familia.

En 300 páginas, la autora cede el micrófono a refugiados, tanto iraníes que escapan a Turquía como iraquíes a una Siria prebélica. Rescata, además, el periplo de sus amigos reporteros, reflejando las dificultades y prejuicios que pasaron y la insistencia por publicar estas historias.