Una buena historia siempre es la salvación. Es un viejo credo de Hollywood despreciado por el cine de autor, más interesado en atmósferas que en tramas, pero que el director italiano Paolo Genovese aplica con detalle, esfuerzo y, sobre todo, eficacia. En 2016 las cosas le salieron tan bien que su película Perfectos desconocidos (2016) recaudó 31 millones de dólares sólo en su país.
Un año más tarde, el cineasta español Alex de la Iglesia hizo el remake en España y logró 22 millones de dólares, ubicándola en el segundo puesto de las más vistas del año. En octubre se estrenará otra versión en Francia protagonizada por Bérénice Bejo (El artista) y Genovese lleva la perfecta contabilidad de todos aquellos detalles. Eso sí, reconoce que no es un fan de los remakes: "No son necesarios. Mi película, la original, se entiende en todas partes".
Hombre formado en las finanzas y en el cine publicitario, Genovese no oculta su orgullo. "Perfectos desconocidos fue vendida a 85 países y le fue bien en todos aquellos mercados", dice, no sin antes dar a entender que la versión hispana de su cinta le pareció una bufonada a partir de algo que para él tenía un sentido más profundo: los efectos nocivos de la tecnología.
Si en aquella obra auscultaba las reacciones de un grupo de personajes sujetos a la singular prueba de exhibir cada mensaje entrante a su celular, en Los oportunistas (2017) otra vez juega con un elenco coral. Hay de todas las calañas: una monja que quiere volver a creer en Dios, un padre de familia que desea que su hijo derrote al cáncer, un ciego que busca la visión, una muchacha que quiere ser más bonita, etcétera.
Todos van a parar a la mesa del fondo de un café romano llamado The Place. Ahí está el hombre sin nombre (Valerio Mastandrea), solitario y taciturno cliente que apenas premunido de una libreta les da misiones varias veces imposibles. Todo sea por lograr lo que quieren. Si la hermana de Dios quiere volver a la fe debe tener sexo, si el no vidente pretende poseer ojos tiene que matar, si el señor de familia busca la cura para su hijo tendrá que salvar a una muchacha de un eventual asesinato.
El filme fue uno de los más vistos en Italia el año pasado, con una recaudación de US$ 5 millones 600 mil, y desde el jueves está en salas chilenas. Genovese, que también tiene dos novelas bestseller en su país, tomó la idea original de la serie estadounidense The booth at the end (2011-2012).
"No es fácil llevar una serie al cine: lo normal es al revés", comenta el realizador al teléfono. "En nuestro caso tuvimos que condensar 10 episodios de 23 minutos en 100 minutos de película. Pero además agregamos un final, ya que la serie no lo tenía", explica sobre la producción que fue filmada en dos semanas y una sola locación: el café donde pasa literalmente toda la acción de Los oportunistas.
Un cine metafórico
Para Genovese, que siempre le busca un significado extra a la mera acción de la trama, su película es una metáfora. ¿Metáfora de qué?. "Del bien y el mal, aunque suene grandilocuente. Me acordé que Dostoievski decía que donde mejor se ve la batalla entre lo bueno y lo malo es en el rostro de una persona que sufre. Por eso era importante tener actores de primera categoría", fundamenta acerca de sus personajes. Entre aquellos actores (para el cineasta, "un dream team con algunos de los mejores actores italianos del momento), están Alba Rohrwacher como la monja Chiara, Sabrina Ferilli en el rol de la mesera de The Place (el nombre del café), Alessandro Borghi en el papel del ciego Fulvio o Vinicio Marchioni como el padre desesperado.
Pero, más allá de las bien intencionadas ambiciones filosóficas de Genovese, la película es también una pequeña disección de personalidades en la sala de emergencia. Cada cual puede llegar a lo que sea en medio de una necesidad. "La pregunta que siempre me atrajo de la serie original es ¿qué estás dispuesto a hacer para lograr lo que quieres? Algunos creen que la película habla de un mito faustiano, pero para mí es más simple: nuestra moral cambia de acuerdo a la situación en que nos encontramos. Es así de frágil. Todos somos muy buenos hasta cierto punto, hasta cuando lo que nos pasa nos afecta. Ahí puedes llegar a matar", razona.
En ese sentido las palabras de Genovese se relacionan perfectamente con la crítica del diario La Repubblica, uno de los más importantes de Italia. Ahí se decía que Los oportunistas, como también lo hacía Perfectos desconocidos, era capaz de mostrar "la baja moralidad y el cinismo de los italianos".
Tal vez se trate de una fórmula de contar historias, pero hasta hoy es una ecuación que narrativamente funciona. Por eso, el director defiende como nadie el lugar del guión en el cine. "Suscribo el lema de Billy Wilder: 'Para hacer una película que funcione se necesitan tres cosas: un buen guión, un buen guión y buen guión'". Y, aprovecha de aconsejar: "En nuestra época es fundamental contar una buena historia. Los tiempos cambian y ha llegado el momento en que los largometrajes deben merecer al público. Hace 20 o 15 años la gente se desplazaba al cine para ver películas. Hoy lo puede hacer en casa a través de Netflix, Amazon o YouTube. Por lo tanto, hay que contar historias importantes, frescas, atractivas".