Con la puntualidad de un reloj suizo, a las 10.45 horas de esta mañana Yo-Yo Ma (París, 1955) cruzó sonriente la entrada del gimnasio del colegio Jorge Alessandri Rodríguez de Renca. Allí lo esperaban al menos unos 30 niños y niñas, alumnos de entre 5° básico y Cuarto Medio, todos dispuestos a estrechar su mano y a interrogar al chelista franco-estadounidense, considerado un rockstar de la escena clásica actual. "¿Todos tomaron desayuno? ¿Qué comieron?", preguntó el músico. "Galletas", respondieron varios. "Vaya, yo no tengo permitido comer galletas al desayuno. Es muy importante tomar desayuno, ¿saben? Sin él no puedo pensar. Además, algunas personas se enojan si no comen, y yo me preocupo cuando la gente se enoja", agregó.
Los últimos días fueron particularmente agitados para el ganador de 19 premios Grammy. El miércoles pasado estuvo en el norte del país, donde presentó el concierto Bach bajo las estrellas en el Observatorio Europeo Austral (ESO). Al día siguiente participó del conversatorio Cultura y el cosmos, donde intercambió opiniones con varios astrónomos, y ya el sábado actuó ante más de mil personas en el Teatro del Lago de Frutillar, como parte de su gira mundial The Bach Project. La tarde de ayer, en tanto, Yo-Yo Ma apareció en la plaza central del GAM, en plena Alameda, y nada más en compañía de su chelo comenzó a improvisar a partir de testimonios y experiencias de ciudadanos chilenos con terremotos. Los poco más de 500 espectadores pudieron verlo lucirse incluso con algunas de las obras de Bach, su compositor favorito.
Pero a Yo-Yo Ma lo que más le interesa es el diálogo. El contacto con la gente. Sin autoridades a la vista ni el acoso de la prensa, el músico, de camisa arremangada y desbordante energía, ofreció el micrófono a los inquietos niños que tenía en frente. Mientras, Carmen Gloria Larenas, directora del Teatro del Lago, traducía simultáneamente el diálogo. "¿Qué sintió cuando ganó su primer premio?", le preguntó de pronto uno de ellos. El músico contestó: "No siento la satisfacción de los resultados, prefiero el proceso. Obtener eso para lo que no has trabajado te hace feliz por el momento, es fantástico, pero yo no trabajo para ganar un Grammy. No es algo de lo que me sienta completamente orgulloso. Te pones feliz por el momento, pero después eso baja. Trabajo más duro en ser puntual", bromeó.
Recordó además que llegó a tocar el chelo cuando a los 4 años vio un contrabajo que lo dejó impresionado: "Era el instrumento más grande y fantástico que yo haya visto, pero el chelo se me dio mejor", dijo. Contó también que, tras participar de un concierto a los 11 años, se largó a llorar en el metro de regreso a su casa. "¿Quieren saber por qué? Fue un momento de tanta alegría cuando toqué, que me puse muy triste cuando terminé. Raro, ¿verdad?". Agregó: (...) "Tocar música e instrumentos alimentan la imaginación. Y es fantástico, porque la imaginación es el primer paso para volverse aún más curioso. Del mismo modo que ser curioso es el primer paso para aprender algo. Pero aprender algo implica decir: 'Yo quiero hacer esto'. Ya no se trata de 'tienes que hacerlo', sino que quieres hacerlo, y ustedes están en el momento indicado para decidir. Ustedes son personas muy poderosas".
Yo-Yo Ma dio también espacio al humor y las anécdotas: "¿Alguna vez olvidó su chelo en un lugar?", le preguntó otro de los niños presentes. El músico apenas contuvo la risa: "La verdad es que una vez lo olvidé en un taxi en Nueva York", les dijo. "Pasaba poco ese día allá y se escribió mucho sobre esa historia, que en realidad fue bastante triste. Luego recuperé el chelo, pero ya de vuelta en casa recuerdo que le dije a mi hija Emily, quien solía olvidar las cosas que debía llevar de la casa al colegio, 'tienes que dejar de olvidar tus cosas'. Dijo que lo había heredado de mí, pero que ella nunca había olvidado su chelo en un taxi en Nueva York".
Tras unas cuantas selfies y a solo horas de tomar un avión rumbo a Medellín, Colombia, el músico salió pronto del gimnasio y subió a una tarima donde lo esperaba Horacio Durán, uno de los fundadores de Inti Illimani Histórico. Con su charango anclado al cuello, el músico chileno lo invitó a ubicarse entre los más de 30 niños y músicos de la Orquesta y Coro de la red de colegios SIP. A esa hora, los alumnos de otros dos establecimientos -Arturo Matte Larraín, de La Bandera, y Arturo Toro Amor, de Independencia- llenaban la improvisada tribuna que se había instalado en medio del patio.
Juntos, los músicos entonaron primero Volver a los 17, de Violeta Parra, y luego Luchín, de Víctor Jara. Después la obra Appalachia Waltz, de Mark O'Connor. Antes de partir, Yo-Yo Ma recibió como regalo las obras completas de la compositora de Gracias a la vida, un disco de música barroca interpretada por artistas mapuche y un ejemplar del libro Creadores de palabras, una antología de textos escritos por los alumnos de la misma red de colegios. Yo-Yo Ma lo abrió y leyó en voz alta uno de ellos. Oda al árbol se titulaba: "Con tus grandes brazos abrazas la naturaleza (...), y das muchos-muchos frutos". Antes de despedirse, agregó: "Todos ustedes son también un montón de árboles".