Tres influyentes personalidades de la cultura fallecieron el 10 de abril, uno de ellos, víctima del Covid-19.

Era uno de los cineastas más prolíficos de todo Japón; Nobuhiko Obayashi tenía 82 años de edad. En agosto de 2016 le diagnosticaron un cáncer de pulmón terminal y pocos meses de vida. Pero decidió seguir haciendo películas, aunque fuera en silla de ruedas. Alcanzó a filmar dos, ambas profundamente pacifistas, como toda su producción: Hanagatami (2017) y Labyrinth of Cinema (2020). Esta última, debía estrenarse el mismo día en que él muriera, pero no fue posible por el cierre global de los cines a causa del Covid-19.

“Descanse en paz, director Obayashi, usted que amó tanto las películas como para seguir haciéndolas a pesar de la enfermedad”, escribió su equipo en la web de su último filme, el cual es un homenaje al Séptimo Arte; sus protagonistas se apellidan como los cineastas que más admiraba: Truffaut, Bava y Seigel, y reviven los episodios más violentos de la historia nipona, siempre imbuidos de un hálito esperanzador.

Obayashi era un autor de culto y entre sus filmes más conocidos están House (1977), una original comedia de terror sobre jóvenes que deambulan en una casa embrujada, y la trilogía Exchange Students (1982), The Girl Who Leapt through Time (1983) y Lonely Heart (1985), que filmó en Onimichi, el puerto cerca de Hiroshima donde él nació.

Nobuhiko Obayashi, cineasta japonés. Foto: AP/Yuri Kageyama.

“Valoremos la libertad con todas nuestras fuerzas. No más mentiras”, declaró Obayashi el año pasado, en una entrevista. Hijo de un médico del ejército que luchó en la Segunda Guerra Mundial y que le regaló su primera cámara, Obayashi desarrolló una estética propia, surrealista y colorida, de profunda belleza poética, con saltos en el tiempo, incorporando elementos de la ciencia ficción y fantásticos. También hizo películas más convencionales, como el drama Turning Point (1994), donde retrata a una periodista de mediana edad que intenta no naufragar en el machismo de la industria. En paralelo, el nipón hizo más de 3.000 comerciales de televisión, con un ingenio tan singular que contó con figuras como Catherine Deneuve y Charles Bronson.

Rifat Chadirji, el influyente arquitecto que sucumbió en la pandemia

El Covid-19 no sólo frustró el simbólico estreno del último filme de Obayashi. También cobró la vida del padre de la arquitectura moderna en Irak: Rifat Chadirji, quien murió el viernes 10 de abril en Gran Bretaña, donde residía. Tenía 93 años y participó en todas las obras monumentales que se construyeron en Irak entre los años 50 y 80. Por ejemplo, en el imponente Monumento a la Libertad (1961), en la plaza Tahrir de Bagdad.

“Desaparece una gigantesca figura del Irak del siglo XX, de las que sólo se cuentan con los dedos de una mano", declaró a la agencia AFP Caecilia Pieri, investigadora del Instituto Francés del Medio Oriente.

Chadirji se formó como arquitecto en Londres, retornó en 1952 a Irak y se posicionó como una figura del país, con más de 100 edificaciones. La torre Abboud (1955) fue el primer edificio de altura de Bagdad, e integra una torre cilíndrica sobre una base triangular.

El arquitecto Rifat Chadirji. Foto: Joseph EID/AFP.

Su arquitectura logra una síntesis notable entre la forma y la función, que es el máximo principio moderno de la disciplina, y en sus creaciones siempre se reconocen gestos y matices que evocan la cultura local. Las más emblemáticas edificaciones de Bagdad son suyas, y se destacan la Oficina Central de Correos (1972) y el Monumento al Soldado Desconocido (1959), que fue destruido en 1982 y reemplazado por una estatua de Saddam Hussein, la misma que las tropas estadounidenses derribaron al invadir Bagdad en 2003.

Otras de sus obras más famosas, la sede de la Compañía Nacional de Seguros de Mosul (1966), quedó en la retina del mundo entero en 2017, cuando la ciudad fue liberada del Estado Islámico, pues desde ese edificio los yihadistas lanzaban al vacío a jóvenes homosexuales.

Debido a su compromiso patriótico, Chadirji fue encarcelado en 1978 por Ahmed Hassan Al-Bakr, pero sólo estuvo 20 meses en prisión porque, fue liberado por Saddam Hussein, quien exigió que le llevasen al mejor arquitecto del país para hacerle un encargo. Al año siguiente, en 1983, escapó del país, y sólo volvería una vez, de visita, en 2009. “No podía creer lo que había sucedido con las construcciones en Bagdad, todo había sido casi completamente destruido” recordaría después. “Un pueblo que no cuida sus creaciones es un pueblo sin memoria”.

Bruce Baillie, cineasta de vanguardia

Un tercer deceso del mundo del arte se produjo el viernes 10 de abril, en Camano, Washington. A los 88 años de edad falleció Bruce Baillie, cineasta experimental que tuvo gran influencia en los años 60 con sus poéticos filmes de paisajes. “Quiero descubrir los verdaderos temas estadounidenses, las imágenes que se encuentran junto al corazón de nuestros ciudadanos”, declaró en una entrevista.

Figura central del cine de vanguardia en la costa oeste, causó gran impacto con sus filmes Castro Street (1966), Mass (1964) y Quijote (1965), en los cuales trabaja con el paisaje, logrando resultados de insospechados alcances filosóficos. En la primera de ellas, se inspiró en el compositor francés Erik Satie, y es un collage de diez minutos de ricas texturas capturadas entre la bahía de San Francisco y refinerías de petróleo e instalaciones ferroviarias de Richmond.

Tras estudiar cine en Londres, Baillie volvió a California en 1960 y trabajó como estibador, mientras en paralelo hacía cortometrajes. Fundó Canyon Cinema, una distribuidora de películas de vanguardia, de la manera más sencilla: colgaba una sábana entre dos árboles de su patio y allí proyectaba sus filmes ante un público que bebía vino y comía cabritas. La distribuidora fue creciendo, se instaló en San Francisco, y atrajo a gente como George Lucas, quien décadas después financiaría la digitalización de la obra de Baillie.

El cineasta Bruce Baillie en 1973.

Entre sus filmes más relevantes se destacan To Parsifal (1963), Mass For The Dakota Sioux (1964), y Valentín de las Sierras (1967). Esta última, la filmó en Jalisco, México, y gira en torno el corrido homónimo. En tanto, Quick Billy (1970), ha sido destacada como una relectura norteamericana del Libro tibetano de los muertos.

“Todas las películas que hice fueron gracias a mi madre, Gladys, y mi padre, E. Kenneth Baille”, dijo el cineasta en 1989. Y justamente en la casa de ellos se produjo su deceso.