Sus primeros versos fueron sobre la Conquista de Chile, después al estilo "garcíalorquiano", decía Nicanor Parra, quien con 40 años y un conjunto titulado Poemas y antipoemas revolucionó la poesía latinoamericana en 1954.
En adelante su obra girará "en torno a dos principios discutidos, rebatidos hasta el cansancio en esas clases de mecánica avanzada de la universidad de Brown: el principio de relatividad general y el principio de incertidumbre", escribe Rafael Gumucio (48) en Nicanor Parra, rey y mendigo, biografía que ahora publica Ediciones UDP, a siete meses de la muerte del antipoeta, ocurrida el 23 de enero, a los 103 años.
Gumucio visitó a Parra por primera vez en 2002 en su casa de Las Cruces. "Sabía que escribiría este libro tarde o temprano", apunta Gumucio, quien en casi 500 páginas revisa los orígenes familiares de Parra; viaja a San Fabián de Alico, donde nació en 1914, a Nueva York, a Oxford, e intenta ahondar en la vida del profesor de mecánica teórica, padre, hermano, amante, que tuvo seis hijos y que en los 80 se definía como "un luchador ecológico".
Así Gumucio cuenta episodios poco conocidos de su vida. Habla del primer amor, Olguita Juárez, en Lautaro, y luego de Maruja Labbé; de su hermana Elba, la Kurura; sus días con el grupo de Los Inmortales, en el INBA, sus huellas en Chillán, donde vivió el terremoto de 1939; su conflictivo vínculo con Pablo Neruda y Gonzalo Rojas, y su gusto por las mujeres rubias, demostrado en la relación con la sueca Inga Palmer.
Además, el biógrafo desarrolla cómo fueron sus postulaciones al Premio Nobel; la amistad con "La mafia", grupo de amigos que compartió las últimas décadas (Matías Rivas, Adán Méndez, Patricio Fernández, Alejandro Zambra), y los problemas familiares tras la demanda de nulidad del testamento.
"Eso me pasa por traducir El Rey Lear", dijo Parra en 2012, cuando cuadros de su hermana Violeta fueron sacados de su casa de La Reina por su hija mayor, Catalina, pero que su nieto Tololo en un comienzo denunció como un caso policial.
En Nicanor Parra, rey y mendigo Gumucio se refiere a la compleja relación con el menor de los hijos, Juan de Dios (45). "Hubo un lío con una novia", se lee sobre una pareja de Barraco que se estusiasmó con el padre.
Un año antes de morir, Gumucio visitó a Parra por última vez y este lo llamó "Bernardo". "Supe que ese era el final de algo", anota y hacia el final describe el ambiente que reinaba el 25 de enero en Las Cruces: "El entierro de un energúmeno donde todos se miran feo, se pelean, rivalizan, no saben qué hacer".
¿Cuándo decidió escribir la biografía?
A partir de los primeros encuentros. Nuestras conversaciones giraban sobre la historia de Chile y luego la historia personal. Siempre trataba de reorientar la conversación, más que a su pensamiento, hacia datos, personas y lugares, con un afán novelístico. Él se resistía a eso. Por ejemplo, le preguntaba sobre el terremoto de Chillán y a él le gustaba entregar esa información, pero de manera libre.
Anota que Parra vivía el pasado como "presente continuo"...
Volvía a escenificar su vida. Entonces The Clinic era el Quebrantahuesos, el Departamento de Estudios Humanísticos, del que formó parte en la U. de Chile, era el Instituto de Estudios Humorísticos de la U. Diego Portales. "La mafia" tiene que ver con eso también: encontrarse en un mundo con gente que sintonizara con él.
Pero su diálogo solo giraba en torno a él, ¿no?
El construyó un culto al yo muy grande, pero que incluía al otro y eso lo volvía generoso. Tenía conciencia total de su egocentrismo. De hecho al final comía un helado que se llama Egocéntrico. Todos los testimonios que recogí dicen lo mismo, cuando estabas con él, era una sensación al principio de horizontalidad, pero muy pronto te dabas cuenta que él tenía el control. Era un ego que tenía más que ver con su obra. Su gran obsesión era la reafirmación de la antipoesía, mostrar que era una forma filosófica de visión del mundo.
Dice que "reconocía como propia solo a la Violeta"...
Y a Roberto también... La Violeta, Roberto y él eran un triángulo inquebrantable. Con Roberto tuvo gran afecto, auténtica relación de hermanos. Creo que con Hilda y Lalo las cosas estaban bien. Pero algo pasó con Lautaro que nunca fluyó. Con Violeta era una historia de fascinación mutua. Tengo la sensación que Volver a los 17 es un poema que Nicanor nunca pudo escribir. Y con Roberto, del afecto pasó a la admiración cuando hizo La Negra Ester. Yo creo que los tres son un solo autor. Es lo que antes se llamaba Homero o el autor de la Biblia, muchos escribiendo una obra.
¿Políticamente qué terminó siendo Parra?
Un liberal posmoderno. Pero tuvo varias etapas. Primero un compañero de ruta cercano al Partido Comunista, luego una posición más ultra siendo maoísta. Después ocupa un lugar, en los 80 y 90, que podría estar en la Democracia Cristiana. Al único presidente de Chile que le hace un poema es a Eduardo Frei. Y esa posición final, de liberal posmoderno escéptico, es cercana a Isaiah Berlin. Pero era tramposo, porque todo eso podía variar según el tema. De liberal posmoderno, en un momento a otro, podía volverse un marxista.
¿Cree que la impugnación del testamento termine por afectar su difusión?
No vaya a ser que la gente se asuste de trabajar con la obra de Parra. Todo lo que facilite el acceso es bienvenido. En Chile Nicanor se ganó todos los premios y es de una presencia importantísima, pero no ocurre lo mismo en el resto del mundo. Creo que queda aún mucho por hacer. Parra, sin lecturas, solo se transformará en un muy buen poeta de la tradición antipoética. Parra todavía es algo por trabajar, tanto por estudiosos y no estudiosos. Es obvio que estas demandas entorpecen. Creo que habría que separar también lo afectivo de lo literario y que existiera un grupo de personas dedicadas al fomento de su obra. Este año sin Nicanor, su ausencia ya pesa, porque gran parte del trabajo lo hacía él.