Hace semanas, un académico había comentado que este año el Premio Nacional de Historia "tiene perfume de mujer". Tenía razón: por primera vez en sus más de cuatro décadas, el galardón que entrega el Estado a los historiadores fue concedido a una investigadora, la historiadora y académica de la UC Sol Serrano.
Especialista en historia de la educación y habitual en el debate público, Sol Serrano postulaba por tercera vez al premio, apoyada por el Instituto de Historia de la UC con el respaldo de numerosas personalidades, entre ellas Sonia Montecino, Emma de Ramón y Lucía Santa Cruz. Su nombre se impuso a las candidaturas de Luz María Méndez de la Universidad de Chile, Victoria Castro de la U. de Chile y la U. Alberto Hurtado, y Bernardo Arriaza de la Universidad de Tarapacá.
El jurado lo integraron la nueva ministra de Educación, Marcela Cubillos; Ennio Vivaldi, rector de la U. de Chile; Patricio Sanhueza, rector de la U. de Playa Ancha y representante del Consejo de Rectores; Alejandro Guzmán, representante de la Academia Chilena de la Historia, y Julio Pinto, como último ganador.
El premio está dotado de una suma cercana a los $ 13 millones, entregados de una vez, y una pensión vitalicia de 20 UTM ($ 940 mil al día de hoy).
Educación y política
Nacida en Santiago en 1954, hermana de la escritora Marcela Serrano y de la periodista Margarita Serrano, la autora premiada es master de la Universidad de Yale y doctora en historia de la UC, y se ha especializado en temas vinculados a educación y la secularización del Estado. Entre sus obras destacan Universidad y nación, Chile en el siglo XIX; Qué hacer con Dios en la República, y los dos volúmenes de Historia de la Educación en Chile, en coautoría con Macarena Ponce de León y Francisca Rengifo.
Su obra más reciente es El liceo, un ensayo en torno a una de las figuras esenciales de la educación republicana hasta los años 60, como propone la historiadora. En el texto, dice, hay "una postura sobre la conciencia histórica, la política y la comunidad cívica. Creo que la política abandonó el relato histórico de sí misma y ese abandono hizo líquido -que no es lo mismo que decir que liquidó, o quizá sí- el espesor de la política. Creo que el libro redondea y, en cierto sentido, concluye una larga fase de la pregunta que me ha obsesionado: cómo se crean los vínculos políticos modernos en un Estado y en una democracia representativa".
Hace dos años, con motivo de la reedición de su libro Universidad y nación, Sol Serrano decía a La Tercera que le gustaría formular una pregunta a los candidatos a la presidencia: qué ha leído de historia de Chile. En su opinión, la clase política actual "no sabe historia de Chile. En las últimas décadas, los presidentes que sabían, que la llevaban dentro, son Aylwin y Lagos, ambos formados antes del 73". La investigadora agregaba que "la historia larga de Chile, que está siendo muy cultivada por las generaciones jóvenes de historiadores, está clausurada en el análisis y en la conciencia política". Es por eso, afirmaba, que hoy "sólo hablamos de memoria, pero no de historia. Ambas son dimensiones del pasado en el presente. No se excluyen, ambas son fundamentales. Pero no son intercambiables".
El tercer tomo de su Historia de la Educación en Chile está previsto para ser publicado en septiembre por el sello Taurus.