Es probable que a estas alturas The Weinstein Company sólo se mantenga con vida gracias a respiración mecánica. Golpeada por los escándalos sexuales que terminaron con la carrera profesional de su creador y máximo jefe, Harvey Weinstein , en octubre pasado, la empresa con sede en Nueva York buscaba hasta la semana pasada un acuerdo de venta al grupo económico liderado por Maria Contreras-Sweet y respaldado por el multimillonario de los supermercados Ron Burkle. La eventual transacción se dilató en extremo y finalmente este domingo el directorio de The Weinstein Company comunicó que buscará acogerse al mecanismo legal de la bancarrota.
Creada en el año 2005 por los hermanos Harvey y Bob Weinstein después de dejar su compañía Miramax Films, The Weinstein Company se transformó en poco tiempo en uno de los estudios más exitosos en el terreno de los largometrajes de mediano presupuesto. Fue más o menos la misma estrategia que le dio carácter a Miramax, con películas como Sexo, mentiras y video (1989), El juego de las lágrimas (1992) o Shakespeare apasionado (1998). The Weinstein Company retuvo su relación con Quentin Tarantino, que ha hecho todas sus películas bajo el respaldo financiero de la empresa de Harvey Weinstein, y entre 2011 y 2012 vivió su época de gloria, al lograr durante dos años seguidos el Oscar a Mejor película con El discurso de rey (2010) y El artista (2011).
En los últimos años, sin embargo, la empresa había empezado a acumular sucesivos fracasos de crítica y taquilla, entre ellos Una buena receta (2015), con Bradley Cooper; Gold (2016), con Matthew McConaughey, o Tulip fever (2017), con Alicia Vikander. La última película de The Weinstein Company que realmente funcionó al menos en términos de crítica fue Lion (2016), drama de Garth Davis sobre un muchacho que se perdía en la India y que fue nominado a seis premios Oscar. Del australiano Davis es precisamente María Magdalena (2018), producción que cuenta la historia del personaje bíblico homónimo, con Rooney Mara y Joaquin Phoenix y que hasta ahora tiene fecha de estreno en Chile para el 27 de marzo.
A pesar de la crítica situación financiera del estudio de los Weinstein durante este año, aún quedan más largometrajes por estrenar. Entre ellos están The war with grandpa, comedia con Robert De Niro; The upside, remake con Bryan Cranston de la exitosa cinta francesa Amigos intocables (2011), o The current war, filme histórico sobre la guerra entre los inventores eléctricos Thomas Alva Edison y George Westinghouse en el siglo XIX.
Tiro de gracia
De acuerdo al periódico Los Angeles Times, The Weinstein Company ya venía enfrentando problemas relativamente graves antes de las acusaciones que sepultaron las actividades de Harvey Weinstein. En rigor, la multipremiada El artista (seis Oscar) no fue un gran negocio de taquilla y la película que más éxito económico había reportado al estudio en el último tiempo era El lado bueno de las cosas (2012), el drama de David O. Russell con Jennifer Lawrence, Bradley Cooper y Robert de Niro.
En los cinco años recientes, por el contrario, el panorama estaba pintado por una fuerte carga de deudas, faltas de liquidez para campañas de marketing y una evidente ausencia de hits. Además, Quentin Tarantino tampoco había logrado un éxito comparativo con Los ochos más odiados (2015), que recaudó 150 millones de dólares contra los 425 millones de Django sin cadenas (2012) y los 321 millones de Bastardos sin gloria (2009)
En este contexto, las acusaciones de abuso y acoso sexual contra Harvey Weinstein, destapadas por el diario The New York Times el pasado 5 de octubre y reforzadas por la revista The New Yorker dos días después, fueron el tiro de gracia de una espiral de descalabros. En ese momento, el periódico consignó que la cantidad de denuncias contra Weinstein se extendían desde hace tres décadas e implicaban hasta 60 mujeres.
Tras aquellas denuncias (de las que Weinstein aún se declara inocente), la compañía tomó la decisión de mover de su cargo a su fundador, pero inmediatamente el estudio comenzó a perder aliados en futuras series y películas, entre ellos Amazon Studios y Paramount Pictures. Los actores comenzaron a alejarse de las promociones de los filmes y, en el corto plazo, ningún eventual inversionista quiso tener su nombre asociado a la marca Weinstein.
Once días después de la revelación de las conductas inapropiadas de Weinstein, la sociedad de inversión Colony Capital, de propiedad del millonario Thomas J. Barrack, entró en conversaciones para adquirir el estudio pero en menos de tres semanas desistió. Barrack dijo a The New York Times que la seguridad futura de The Weinstein Company era tan incierta como "confiar en completar acertadamente un cubo de Rubik".
A mediados de diciembre, el estudio de abogados Greenberg Glusker Fields abandonó a The Weinstein Company por no pago de honorarios. En ese momento la posibilidad de bancarrota estaba a la vuelta de la esquina, pero Maria Contreras-Sweet (una ex funcionaria del gobierno de Obama) y el empresario Ronald Burkle apoyaron con un balón de oxígeno de emergencia al ofrecer una compra por 500 millones de dólares. Todo parecía inclinado hacia el acuerdo, pero hace dos semanas el fiscal de Nueva York Eric Schneiderman interpuso una demanda contra The Weinstein Company donde acusaba que su gerente David Glasser había hecho caso omiso de las quejas de mujeres continuamente acosadas por el fundador de la compañía.
La demanda entorpeció el proceso de compra de parte del grupo de Contreras-Sweet en la medida que exigía además nuevos fondos de compensación a las víctimas. Sin dinero para seguir operando y con 150 funcionarios a la deriva, The Weinstein Company envió el domingo una carta a sus potenciales compradores, comunicando que no podía esperar más y "que en los próximos días preparará su declaración de bancarrota con el objetivo de lograr el máximo valor de sus bienes en los tribunales".