Comenzó su carrera con tres libros: uno de ensayos (Papeles falsos), una novela sobre las multitudes en Nueva York (Los ingrávidos), y otra que jugaba con el arte moderno (La historia de mis dientes). Luego de eso Valeria Luiselli (1983) comenzó una nueva etapa. La autora mexicana y residente en Nueva York escribió un ensayo sobre su experiencia como intérprete de niños que migran solos desde Centroamérica a EE.UU. Y es así como aquel texto, originalmente redactado en inglés y traducido al español por ella misma, se publicó como Los niños perdidos (Sexto Piso) en América Latina y Tell Me How It Ends en ese país.
Con este libro la carrera literaria de Luiselli tomó un nuevo aire: de alguna forma la autora ha pasado a convertirse en una activista sobre migración que, por ejemplo, escribe al respecto en The New York Times.
"Creo que el mundo cambió radicalmente entre mi primer libro y el más reciente. Y aunque no creo que la literatura deba, de modo prescriptivo, ser un instrumento político, yo me he vuelto más radical políticamente a medida que el mundo se va al carajo. Así que sí: mi trabajo refleja eso", dice desde Siracusa, Italia, de vacaciones. "Pero no estoy casada con la idea de ser una activista que es escritora, ni una escritora que es activista. Ejerzo con la mayor libertad posible ambas cosas", aclara.
A punto de inaugurar un nuevo programa de escritura creativa en español en la Universidad de Hofstra, en Long Island, y trabajando en centros de detención para menores migrantes, Luiselli sigue de cerca la crisis migratoria en EE.UU.: en las última semanas más de dos mil niños han sido separados de sus padres. En Los niños perdidos ella escribe sobre los niños que llegan solos a la frontera y caen en un espiral burocrático y totalmente deshumanizante que incluye encierros en las "hieleras" (centros fronterizos de detención), así como tener que buscar, en menos de 21 días, un abogado que los represente.
"Son dos etapas muy distintas. Una sucede durante Obama y otra durante Trump. La crisis de entonces se refería a los niños (o a los menores), que llegaban sin padres a la frontera pidiendo ya fuese asilo o alguna otra forma de procesamiento de estatus migratorio. En ese momento había políticas bastante brutales contra los niños creadas por la administración de Obama".
Entonces comienza a trabajar como intérprete para niños…
Sí, yo entré a trabajar en la corte durante esa crisis, porque no solo se necesitaba traductores sino gente que ayudara con las entrevistas, lo que se llama screenings, para poder conseguirles abogados lo más rápido posible a los niños. Ahora bien, además de estos (porque la ola de chicos y chicas que llegan solos no ha parado) siempre hay niños, casi siempre más pequeños, que llegan con padres o madres o con una tía; y la separación de esos niños, aunque oficialmente ya paró, representaba una política de gobierno. Una ley se puede contestar, se puede apelar, pero a una política de una administración no se puede. Entonces es mucho más difícil. Ahora bien: esto paró, se dejaron de detener a las familias, pero al mismo tiempo comenzaron a suceder cambios más sigilosos, silenciosos y burocráticos, que son igualmente preocupantes.
¿Por qué EE.UU. ve la crisis migratoria como algo ajeno y no como un problema local?
Porque es una narrativa muy conveniente. Si hay miles de niños que piden asilo, pero la narrativa del país te dice que son migrantes, entonces es un problema ajeno. No les pertenece a ellos. Más fácil es lavarse las manos y no darles debido proceso y no acatar las leyes internas y externas sobre refugiados. A eso se le suma que tanto en el gobierno de Trump, como en el de Obama, la inmigración ha sido enmarcada en un discurso de seguridad nacional y no de derechos humanos.
En febrero del 2019 Valeria Luiselli publicará Lost Children Archive, su nueva novela. "Hay algo sobre la migración y los niños en este libro, sí, pero no es solo de eso. Por ahora prefiero decir poco".
EE.UU. es un país obsesionado con las narrativas personales. Pero la mayoría de los medios de comunicación muestran a los migrantes como personas sin narrativas personales. ¿Cambiaría en algo si se le diera voz a los niños?
Sí, y es algo en lo que muchos autores y autoras que escribimos sobre el tema, pensamos y estamos tratando de encontrar soluciones. Yo llevo un tiempo ya pidiendo que me autoricen a entrar a un centro de detención, de migrantes menores de edad, a dar un taller de escritura creativa donde pueda de alguna manera hacer que los niños cuenten sus experiencias, no tanto de migración sino de tensión en Estados Unidos; o sea de ser detenidos y estar prisioneros. Pero es un tema delicado del cual no puedo decir mucho. Además todo lo que digan puede ser usado en su contra.