2000-2009: la década en que la economía chilena perdió el impulso




Aún no se explica por qué la economía chilena perdió su dinamismo en la última década. Las cifras son contundentes: en 1990-99 y antes que comenzara la crisis asiática, la producción chilena creció al 6,6% promedio anual, mientras las remuneraciones reales crecían 3,6% real por año y la tasa de desocupación caía desde cerca del 8% hasta bajo el 6%.

Luego de la crisis asiática, a partir de 2000, la pujanza desapareció. En los últimos 10 años (2000-09) la economía creció en promedio bajo el 4% (con una tendencia negativa al interior de esos 10 años), las remuneraciones reales crecieron bajo 2% real en promedio y la tasa de desocupación se mantuvo fluctuando en torno a 9% de la fuerza de trabajo.

La tendencia declinante ha sido constante durante la última década, a través de períodos de estrechez en las condiciones externas y de bonanza, por lo que la explicación no parece estar en factores transitorios y ajenos al control de las autoridades.

Se postula que la recuperación del mejoramiento en la productividad de factores -que explicó más de la mitad del crecimiento en la década de los 90-  requiere de estímulos a la inversión en innovación, que en otras economías es más alta que en Chile y desarrollada mayoritariamente por el sector privado.

Es obvio que esa inversión sólo vendrá en respuesta a un ambiente de incentivos y expectativas que la hagan atractiva para las empresas. Para asegurar que esas inversiones en innovación conducen al crecimiento de la economía deben evitarse estímulos que hagan privadamente rentables decisiones de inversión que socialmente no se justifican.

Más que políticas ad hoc, recuperar la capacidad de crecer requiere restablecer aquellas condiciones que impulsaron la productividad en los 90 y que hoy no existen.

El posible origen de los problemas debe buscarse primero donde han ocurrido los cambios más notorios entre ambas décadas: en el mercado laboral, en la política monetaria y cambiaria y en el peso del gasto fiscal.

En el mercado laboral, los ajustes en la jornada de trabajo, el seguro de cesantía, nuevas regulaciones a la subcontratación de labores, el mayor costo del seguro de invalidez y sobrevivencia o nuevas regulaciones tuteladas por la Dirección del Trabajo, han encarecido la contratación de mano de obra. Por otra parte, las relaciones trabajador-empresa se han hecho más distantes y ocurren en un ambiente de estímulo a mayores presiones salariales, lo que hace que la ineludible adecuación de las remuneraciones a la productividad laboral se logre con altas tasas de desocupación, situación que no existía en los 90. Así, las tasas de desocupación se han mantenido elevadas, mientras la participación masculina en la fuerza de trabajo ha decaído, configurando un cuadro de desajustes que puede explicar pérdidas de productividad.

La política monetaria y cambiaria también ha virado drásticamente entre ambas décadas. De la administración activa del tipo de cambio se ha pasado a un sistema de cambio flotante, y al uso de la tasa de interés para llevar la inflación al ritmo deseado. La consecuencia ha sido una gran volatilidad del tipo de cambio real, que es otro candidato obvio a explicar la situación de estancamiento de la productividad.

Finalmente, el precio del cobre ha permitido un incremento del gasto fiscal a niveles sin precedentes en estas dos décadas, lo que ha apreciado el tipo de cambio real. Es posible que este proceso, en la medida que determina la obsolescencia de otras actividades productivas, pueda también explicar en parte la pérdida de productividad que registra la economía.

Por décadas, la economía chilena y su manejo macroeconómico han sido descritos como ejemplares. La realidad de un pobre desempeño, a lo largo de los últimos 10 años, y de una productividad estancada que anticipa bajo crecimiento hacia el futuro, demandan un gran esfuerzo de los funcionarios de gobierno, académicos y analistas para identificar y corregir lo que ya no permite sostener visiones tan positivas.

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