Ingresar 

El breve paso de Martino por Rancagua

<P>El nuevo técnico de Barcelona jugó 11 partidos por O'Higgins en la temporada 1996. Llegó de la mano del técnico Raúl Roque Alfaro y apenas anotó un gol. </P>




El 16 de febrero de 1996, Gerardo Martino fue presentado en el estadio El Teniente de Rancagua como flamante refuerzo de O'Higgins. El hoy nuevo técnico de Barcelona llegaba de la mano de Raúl Roque Alfaro, ex compañero suyo en Newell's y que por entonces asumía la banca del cuadro celeste para intentar hacer olvidar a Jorge "Pestaña" Díaz y Claudio Borghi, que en la temporada anterior habían dejado un muy grato recuerdo entre los hinchas.

Ya con 34 años a cuesta, Martino fue seducido a venir a Chile por Alfaro y por su amigo Ariel Cozzoni, un robusto delantero al que apodaban la "Chancha", que también firmó en O'Higgins en esa temporada. La apuesta, desgraciadamente para los rancagüinos, no resultó. Fueron sólo cuatro meses, que incluso el propio "Tata" quisiera olvidar. Después, partiría a Barcelona de Guayaquil para cerrar su trayectoria como futbolista.

"Pensamos en ese momento que podía triunfar en el club. Teníamos claro que ya no era el gran jugador de antes, pero podía sernos muy útil. Al final no nos fue bien", recuerda Ariel Palena, entonces PF de Alfaro, que años después sería ayudante de Martino en Almirante Brown de Arrecife e Instituto de Córdoba.

Sería un paso breve, quizás el más irrelevante de su carrera como jugador por la campaña que hizo: apenas 11 partidos, tres por Copa Chile y ocho por el torneo nacional, con un gol convertido. La salida de Alfaro de la banca, por los malos resultados, terminaría gatillando también su partida.

"Ahí fue consecuente, como lo ha sido siempre. No dudó en irse apenas despidieron a la persona que lo trajo", cuenta el ex lateral Rodrigo Pérez, quien compartió muchas veces la habitación en la concentración rancagüina con el "Tata": "Era un tipo fanático de Newell's. Hincha a morir. Gran persona, decente. Años después nos cruzamos en Paraguay, cuando dirigía a Cerro Porteño, y todavía me preguntaba por O'Higgins".

La ovación que recibió en su presentación, acompañada de un amistoso con Newell's, pronto se empezó a evaporar. Apenas un gol ante Antofagasta, en la primera fecha del torneo nacional, y una gran actuación ante Universidad de Chile, en la victoria 4-1 en ese mismo campeonato, serían sus dos presentaciones más recordadas. Del resto, casi nada.

"Cuando vino, ya estaba pensando más en lo que sería su futuro fuera del fútbol, ya como entrenador. Me imagino que el recuerdo que tiene de O'Higgins no debe ser el mejor, por la campaña que hizo el equipo", recuerda el ex portero Roberto "Tomatín" Rojas, compañero suyo en aquel cuadro que terminaría descendiendo al final del año.

De aquel jugador vistoso y elegante, elegido por los hinchas de Newell's como el más importante en la historia del club "leproso", poco y nada. "Para quienes no lo vieron jugar mucho en Chile, se parece a (Marcelo) Espina. Si hasta para abrocharse los botines era distinto. Un crack", sostiene Palena.

Así como las cosas en la cancha no se le daban, tampoco lo pasaba bien fuera de ella. Instalado solo en un departamento en la esquina de Almarza y Cuevas, sobre la sede de O'Higgins, Martino extrañaba demasiado su natal Rosario. Para colmo, el resto de sus compatriotas en el equipo vivían todos juntos en otro edificio, a dos cuadras de ahí.

"Después de los partidos, nos juntábamos los argentinos en el departamento de Roque Burella o en el mío. A veces, como sabíamos que estaba solo, lo íbamos a acompañar un rato", comenta Norberto Retamar, quien llegó ese mismo año al club y aún recuerda la vez que vio al "Tata" en el estadio El Teniente: "No lo podía creer. Compartir equipo fue para mí algo inolvidable".

De salidas fuera de casa, ni hablar. Apenas un par de veces a algún café cerca del edificio donde residía, casi en pleno centro.

"Días después que llegó, lo invité a comer a un restaurante, creo que se llamaba Tomacho, a un costado de la carretera. Para ambientarlo un poco a la ciudad", cuenta Rojas, quien se apresura a definir al "Tata" como un argentino atípico: "Es de perfil muy bajo. Jamás hablando de más. Siempre abierto a conversar. En los asados que hicimos en ese tiempo, siempre escuchaba a todos. Era de tomarse una copita de vino, estar en la parrilla cocinando la carne".

Apenas la dirigencia de O'Higgins decidió la salida de Alfaro y nombró a Jorge Socías como su reemplazante, Martino se acercó a conversar con el "Lulo". Le explicó que no quería continuar y que creía que eso era lo mejor para todos. Así, en silencio, abandonaría Rancagua, que hoy no deja de ser más que una anécdota para el hombre que ahora conducirá el destino del poderoso Barcelona.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.