El visitante del espacio exterior que originó el misterio de Tunguska

<P>En 1908 una gran bola de fuego iluminó el cielo ruso y generó una explosión mil veces mayor que la bomba de Hiroshima. Luego de décadas de teorías, investigadores comprobaron que el responsable fue un asteroide que contenía hierro y cuya comparación con el que cayó en febrero pasado en Rusia podría ayudar a analizar futuros eventos.</P>




EL sol apenas despuntaba el 30 de junio de 1908 y miles de rusos corrían a los monasterios a orar y ayunar como penitencia. Habían dejado sus casas sin pensarlo dos veces, porque estaban seguros de que el Día del Juicio Final había llegado. Una luz encendía el cielo y luego una explosión que, según cálculos actuales, fue mil veces más poderosa que la provocada por la bomba de Hiroshima en 1945.

Durante más de un siglo, más de mil publicaciones científicas intentaron descifrar este evento que incluso inspiró un juego de Nintendo y un episodio de la serie X-Files: el choque de una nave alienígena, el paso de un miniagujero negro, el choque de un cometa o de un asteroide fueron propuestos como explicaciones.

La explosión se produjo cerca del río Tunguska, en Siberia, y generó un sismo grado cinco en la escala Richter. El cielo iluminado duró varios días y el fenómeno se extendió por Europa, a tal punto que se podía leer el diario en plena noche en Londres. Por lo inaccesible del lugar, la primera expedición, liderada por el mineralogista ruso Leonid Kulik, llegó al sitio recién en 1921 y lo que encontró fue impresionante: un área arrasada de 2.150 km cuadrados (casi cuatro veces Santiago) y 80 millones de árboles quemados y tumbados como si un poderoso viento los hubiera arrasado.

"El cielo estaba cubierto por fuego. Era tanto el calor que sentí que ardía… vino un gran ruido y una onda de choque me lanzó al suelo. Tembló y un viento candente destrozó vidrios y quemó cultivos", decía un testimonio recogido por Kulik.

Ahora científicos ucranianos, alemanes y estadounidenses aseguran tener la prueba definitiva de que un asteroide fue el culpable. El estudio, publicado en Planetary and Space Science, se basa en muestras recogidas por un científico ucraniano que falleció el año pasado, pero que en 1978 logró reunir varios fragmentos de no más de un milímetro de ancho en un pantano cerca del epicentro de la explosión. Su análisis, publicado en los 80 en ruso e ignorado por los científicos occidentales, indicó la presencia de londslaeíta, una estructura cristalina que se forma bajo calor y presión extremos, como los generados por el choque de un asteroide.

Su estudio no fue concluyente. Pero mediante análisis con avanzados microscopios, un equipo liderado por el geoquímico Victor Kvasnytsya, de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, demostró que los fragmentos contienen finas vetas de minerales, como troilita y taenita, muy similares a los que tienen otros meteoritos encontrados en el mundo.

"La investigación partió casi 20 años después del impacto, lo que explica la extrema dificultad para encontrar restos. Pero las muestras tienen todas las características minerales de un asteroide", dice Kvasnytsya a Tendencias.

Los autores aclaran que aún quedan incógnitas por resolver, como el verdadero tamaño y origen del asteroide. Aunque estos misterios podrían esclarecerse tras el impacto de un meteorito en la región rusa de Chelyabinsk, el 17 de febrero pasado, que dejó varios registros en video y fragmentos recogidos para su análisis.

"Estos grandes impactos son inusuales. Debemos volver atrás en el tiempo para observar su devastación, a partir de fragmentos y registros geológicos. Por eso, los eventos de Tunguska y Chelyabinsk son valiosísimos y únicos, porque ocurrieron recientemente", comenta a Tendencias Ben Jacobsen, experto en evolución del Sistema Solar del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (EE.UU.) y coautor del reporte.

Presente y pasado

Son varios los científicos que están interesados en comparar el evento de 1908 con el de febrero, cuando un asteroide rocoso de 10 mil toneladas causó una explosión equivalente a 460 kilotones de TNT en Chelyabinsk, mucho menos que los 15 megatones del asteroide en Tunguska. Bill Cooke, director de la Oficina de Ambiente Meteoroide del Centro Marshall de la Nasa, explica a Tendencias que el reciente cuerpo espacial también estaba compuesto por hierro y podría ayudar a precisar lo ocurrido a comienzos del siglo XX.

"Las bolas de fuego de Chelyabinsk y Tunguska fueron bastante similares. En ambos casos, testigos presenciaron llamaradas más brillantes que el Sol y los dos objetos se desintegraron en la atmósfera", dice. Queda por precisar el tamaño del objeto de Tunguska (se cree que pudo medir hasta 160 metros de diámetro), pero las muestras recogidas refuerzan la idea de que ambos eventos fueron generados por asteroides y no por cometas.

"Debido a su composición (un núcleo compuesto por hielo y polvo), un fragmento de cometa que llega a la atmósfera se mueve más rápido que la velocidad promedio de un asteroide, por lo que posee más energía, genera ondas expansivas más potentes y un mayor daño en la superficie", dice Cooke. Un ejemplo es lo ocurrido en 1994 con el cometa Shoemaker-Levy 9, que chocó con Júpiter y dejó marcas que incluso son visibles desde la Tierra.

El análisis de la trayectoria de entrada del reciente asteroide no sólo servirá para calcular con precisión la seguida por el de Tunguska, sino que podría ayudar a rastrear futuros eventos similares. David Kring, investigador del Centro de Ciencia Lunar y Exploración de la Nasa, explicó a New Scientist que el ángulo de entrada a la atmósfera terrestre fue bastante bajo (20°) y eso indicaría que el objeto provino directamente del cinturón de asteroides, región del Sistema Solar ubicada entre Marte y Júpiter.

Una explicación para la desintegración de ambos asteroides estaría, precisamente, en su contenido mineral. El objeto de Chelyabinsk fue clasificado en la categoría de "condrita LL", un grupo de asteroides con presencia de hierro pero a un nivel bajo (19% a 22%) que debilita su estructura y explica su estallido en múltiples fragmentos. Cuando un meteoro como el descrito entra a la atmósfera a una velocidad mayor a la del sonido, el calor de la fricción va desintegrando su estructura hasta que explota. En cambio, un meteorito como el de Sikhote-Alin que explotó en el este de Rusia en 1947 estaba formado en 90% por hierro y no se destruyó por completo: incluso se halló un trozo de 1.750 kilos.

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