Sida: un enemigo por tres décadas

<P>El 5 de junio de 1981, el CDC advirtió, por primera vez, a la comunidad médica sobre la aparición de una nueva enfermedad. La alerta la había dado el doctor Michael Gottlieb, un inmunólogo que supo que se enfrentaba a algo "muy grande" después de atender a cuatro homosexuales con un tipo de neumonía que no cedía a las terapias conocidas. En conversación con<B> La Tercera</B>, recuerda ese momento y analiza por qué, después de 30 años, no se ha llegado a una cura definitiva. </P>




"Tengo una historia muy grande...", le dijo el doctor Michael Gottlieb a Arnold Relman, editor de la prestigiosa revista científica New England Journal. Era mediados de 1981. A los 33 años, el médico realizaba su post doctorado en Inmunología en el Centro Médico de la Universidad de California en Los Angeles y estaba ansioso por examinar "casos interesantes". Sus colegas le habían dado el dato: un homosexual de 31 años con neumonía y fiebre que no cedía a los antibióticos, había perdido mucho peso y su boca estaba repleta de llagas producidas por herpes infectados. Los análisis de laboratorio confirmaron sus sospecha: el sistema inmune del paciente estaba en el suelo, casi no tenía CD4, los linfocitos encargados de activar las defensas del organismo.

El rumor se propagó por los hospitales de toda la ciudad y comenzaron a llegarle más casos. Un especialista del mismo centro médico le contó de otros dos homosexuales en la misma condición, luego uno de Beverly Hill y otro de Santa Mónica. Eran copias idénticas. Cuando Gottlieb telefoneó al editor de la New England Journal estaba convencido de que se trataba de una nueva enfermedad. Relman también lo supo. Pero el siguiente número de la revista saldría recién en tres semanas, así es que le aconsejó que se contactara lo antes posible con el Centro de Control de Enfermedades. Los encargados del CDC nunca habían visto algo así. El 5 de junio de 1981, la entidad emitía un reporte alertando a la comunidad médica.

Ese fue el comienzo. La fecha quedó registrada en la historia como el día en que el sida apareció en nuestras vidas. Aunque, claro, cuando Gottlieb habló de una "gran historia médica", sólo pensaba en algo apenas más importante que la Enfermedad del Legionario, un tipo de neumonía bacteriana altamente infecciosa, que había aparecido por primera vez en ese país cuatro años antes. "No tenía cómo imaginar que se convertiría en una pandemia que ya ha causado 30 millones de muertes en el mundo, infectado a 33 millones de personas y que, después de tres décadas, no existen señales de cura", dice Gottlieb.

El médico conversó con La Tercera desde su consulta en California: "Recuerdo a esos cuatro hombres de forma más vívida incluso que los pacientes que atendí ayer. Vi la preocupación en sus rostros y presencié su coraje y paciencia cuando se dieron cuenta de que no teníamos ni idea de cuál era su enfermedad o cómo tratarla", comenta. Para fines de 1981, 121 personas -incluyendo los cuatro primeros casos- habían muerto y otras 300 estaban infectadas. Una imagen difícil de imaginar hoy en día, cuando el inicio temprano de una terapia combinada de antirretrovirales ha conseguido no sólo evitar el inicio de la enfermedad entre los infectados, sino que -según un reciente informe de la FDA- la posibilidad de que el contagio disminuya en 96%. "Para los jóvenes no es fácil imaginar cómo era el sida en esa época. El miedo se convirtió en terror y luego en tristeza, a medida que cientos de miles morían sólo en Estados Unidos. Los hospitales acondicionaron salas especiales, que estaban siempre atiborradas, no daban abasto", comenta el médico en un artículo que escribió para la revista Frontier.

Sin embargo, Gottlieb está convencido de que estos resultados, si bien positivos, han hecho que se pierda de vista la verdadera meta de la investigación en VIH: encontrar una vacuna contra el virus.

Un virus rebelde

Se calcula que desde 1981 hasta la fecha, se ha invertido cerca de un tercio de trillón de dólares en cuidados, medicamentos, casas de acogida e investigación médica relacionada con el VIH, sólo en Estados Unidos. Y según la última proyección del Instituto Nacional de Salud de ese país, en el 2012 se destinarán 3,2 billones de dólares a la investigación sobre VIH. ¿Por qué ha sido tan difícil vislumbrar una cura definitiva?

Hay que ser justos: los esfuerzos por hallar una forma de inmunidad no han sido pocos. Pero los científicos se han enfrentado a un puzzle demasiado complejo. La mayoría de las vacunas contra otras patologías, como la viruela, la polio o el sarampión, también son altamente infecciosas, funcionan efectiva y sencillamente: a la persona se le inyecta una pequeña porción inactiva del virus, de modo que pueda crear los anticuerpos suficientes para combatir la enfermedad una vez que se produce el contagio. El VIH se resiste a ser manipulado de esta forma.

Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, explica a La Tercera que el virus tiene la capacidad de mutar de persona a persona, lo que genera una gran variedad genética a nivel poblacional. El virus se protege a sí mismo, cambiando una y otra vez su cubierta exterior.

El caso Hudson

Los montos destinados a investigación pueden ahora sorprender. Pero los comienzos fueron muy distintos. Para Gottlieb, es una tragedia que se haya permitido que el VIH se convirtiera en un mal endémico, al menos en su país. Y cuando habla de "permitírsele", se refiere directamente al gobierno de ese momento: "No deberíamos olvidar que la administración Reagan se rehusó a admitir, mucho menos priorizar, el sida, retrasando la respuesta de la nación a la epidemia en casi una década", dijo en un artículo de la San Francisco Aids Foundation. Porque, como relata a La Tercera, al principio fue casi imposible conseguir fondos para estudiar la nueva enfermedad. "Debido, en parte, al prejuicio contra el grupo que parecía más afectado", agrega.

El periodista Randy Shilts escribió en el libro "Y la banda siguió tocando", de 1987: "Fue Rock Hudson quien atrajo la atención de Estados Unidos sobre esta nueva amenaza letal y su diagnóstico se convirtió en un hito que separaría la historia de este país en un antes y un después".

En efecto, 1984 Gottlieb recibió el llamado de una dermatóloga de Beverly Hills, solicitándole que atendiera a un paciente VIP. Así conoció a Rock Hudson y se convirtió en su médico. "El sida no estuvo en el radar hasta que Hudson reveló su enfermedad. Pero, para ese momento, ya había 12 mil casos diagnosticados en el país. Antes, la prensa no consideraba al sida como una historia legítima que mereciera su atención", cuenta.

El factor CCRS

Actualmente, una de las opciones de terapia más prometedoras que se están desarrollando es la que explora la doctora Paula Cannon, en la Universidad de Southern California (EE.UU.).

La especialista busca crear células madre hematopoiéticas que carezcan de CCR5, conocido por ser el receptor que utiliza el VIH para atacar e infectar las células. El método de la doctora Cannon -explica Pablo Vial, presidente de la Sociedad Chilena de Infectología- usa enzimas altamente especializadas, en este caso, en la tarea de eliminar la sección de ADN que alberga la información para el CCR5.

Así, se crean células madre sin el receptor, un rasgo clave, ya que la mayoría de las cepas del VIH no pueden colonizar células que carecen de CCR5, por lo que la modificación genética priva al virus de un lugar donde unirse para entrar a la célula. Esta técnica, por ahora, sólo se ha probado en ratones: cuando se le inyectan estas células madre modificadas a un ratón genéticamente alterado para tener un sistema inmune como el humano, las células se dividen y producen células inmunes "hijas" a las que les falta el receptor, haciéndolas resistentes a la infección del VIH.

De esta forma, los ratones tratados permanecen infectados, pero a niveles tan bajos que no sufren ningún tipo de consecuencias. "Una cura no significa que tengas que eliminar el virus. Simplemente, tienes que suprimir las consecuencias de los virus. Sería una tarea digna de Hércules remover cada célula del cuerpo que tiene VIH", explicó Paula Cannon a la revista Cosmos.

Fue precisamente del hallazgo de este receptor CCR5 el que inspiró al equipo médico que trató al estadounidense Timothy Ray Brown, conocido durante un tiempo como el "paciente de Berlín", quien recibió un trasplante de médula ósea de una persona con una mutación genética del CCR5 que la resguardaba contra la propagación del VIH y que convirtió a Brown en el primer paciente curado funcionalmente de sida.

"Siempre pensé que el CCR5 era un objetivo obvio, y todo lo ocurrido con el paciente de Berlín nos deja a todos en la misma página. De hecho, me gustaría llevarlo a cenar", dijo la doctora, quien agregó a Cosmos que lo ocurrido con Brown logró que el Instituto de Medicina Regenerativa de California le diera a su equipo US$ 14,5 millones para investigar.

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