Se habló de la restauración conservadora. El triunfo de José Antonio Kast en primera vuelta, a seis meses de la elección de la Convención Constitucional, indicaba un brusco giro político. La demanda por orden parecía imponerse al deseo de transformaciones sociales. La derecha se vio con nuevas energías, pero no fueron suficientes para convocar a la mayoría de los electores. O fueron insuficientes para liberarse de la herencia de un gobierno con pobres niveles de aprobación, piensa el analista Daniel Mansuy.
“Cuando Sebastián Piñera fue electo, se dijo que la vara del éxito de su gobierno iba a ser si lograba reelegir a alguien de derecha o de su coalición. Ya era un fracaso, porque José Antonio Kast no era de su coalición, por tanto, ya había algo que no estaba funcionando”, comenta Mansuy. “Es cierto que pasaron muchas cosas, estallido social, acuerdo constitucional, Convención, pandemia, es cierto, los planes políticos duran lo que duran. Si a alguien le cabía alguna duda, quedó confirmado que el piñerismo fue un experimento político fallido y que la derecha cometió un error muy grave al plegarse tan acríticamente a esa segunda candidatura de Piñera, y que a veces ganar es perder”.
Doctor en ciencia política, panelista de Radio 13 y académico de la Universidad de Los Andes, Mansuy recuerda cómo la derecha pasó de ese triunfo, donde observó cierta soberbia, a la derrota actual. “A veces, cuando no se gana bien, cuando no se sabe ganar, esos triunfos se convierten en derrotas mucho más brutales. Porque imagínate la derrota cultural y política en la que está la derecha: después de haber ganado hace cuatro años, perdió la Constitución, perdió la Convención y perdió la presidencia. Vaya, aunque la candidatura de Kast mostró que había algo vivo, y en primera vuelta fue primero, me parece que la derrota ideológica, cultural y política de la derecha es un batatazo en toda la línea, no? Naturalmente, esta vez no fue como en la Convención; el resultado en el Parlamento le permite mirar con cierto equilibrio las cosas, porque ahí, digamos, el gobierno de Boric no tiene nada parecido a una mayoría y ni siquiera llega a un tercio del Parlamento”.
Es una derrota dolorosa pero no absoluta: aun tienen capacidad de negociación en el Congreso
Tienen mucha capacidad de negociación en el Congreso, y hay algo que Gabriel Boric va a tener que administrar con sumo cuidado, que es el plebiscito de salida. Los plebiscitos suelen ser no tanto sobre el contenido de lo que me preguntan sino sobre la persona que me lo pregunta. Entonces, si Gabriel Boric se identifica mucho con la Convención, el plebiscito de salida va a ser un plebiscito sobre Gabriel Boric. La pregunta es cómo llega parado Gabriel Boric a septiembre, octubre, cuando sea el plebiscito. Y ahí corre un riesgo alto, porque la volatilidad de los apoyos políticos en Chile duran pocos meses y por tanto, si Boric no se maneja bien, ese plebiscito se puede perder y se puede volver a dar una vuelta de campana brutal.
¿Qué tipo de oposición podría adoptar la derecha?
Pregunta difícil, porque supone qué va a hacer Gabriel Boric como Gobierno. Si es un Gobierno demasiado inclinado a la izquierda, me parece que la oposición de la derecha va a ser bastante dura, y a la que incluso se pueden plegar sectores como el Partido de la Gente o los sectores más moderados de la DC. Y en ese caso vamos a tener algo parecido a una guerrilla entre el Gobierno y el Parlamento. Pero si Gabriel Boric da señales reales, efectivas, de que su gobierno va a ser el de un socialdemócrata -porque no sabemos quién es Gabriel Boric todavía, la gran incógnita esta noche es qué gobierno va a hacer Boric-, pero si hace un gobierno orientado hacia el centro, por supuesto que la derecha tiene que sentarse a conversar y colaborar y llegar a acuerdos en las cosas a las que se puede llegar a acuerdo. Y será la gran paradoja de que el gobierno de Gabriel Boric revivirá la tan denostada política de los acuerdos de Patricio Aylwin. En fin, la historia se escribe con renglones torcidos.
Ahora, la derecha no es uniforme. ¿Cómo ve la desenvoltura de estas distintas derechas o las proyecciones ante esta derrota?
Aquí hubo un movimiento tectónico a la derecha, el Partido Republicano se instaló con una bancada parlamentaria muy importante, la tercera en la Cámara de Diputados, y José Antonio Kast va a aspirar legítimamente a cierta hegemonía en la derecha, porque sacó una cantidad de votos muy importante, tanto en primera como en segunda vuelta. Y ahí va haber una disputa de hegemonía entre una derecha más liberal, que es lo que va a intentar hacer Evópoli, que en todo caso quedó reducida a una expresión chica, tiene cuatro diputados, no hay que engañarse con el potencial electoral que tiene ese mundo, es relativamente bajo; una derecha social que supongo que el mundo de Renovación Nacional y Mario Desbordes podrá volver a levantar; una UDI que va a estar en un problema crucial, porque Kast es como una costilla que le hubieran sacado: es un UDI entero, de pies a cabeza, cómo se viste, cómo piensa, cómo habla. La UDI probablemente se someta más fácilmente a la hegemonía de Kast, porque tampoco tiene muchos liderazgos alternativos. Y ahí va a haber una competencia entre esos liderazgos que probablemente se resuelva en una primaria en cuatro años más, pero estos cuatro años esos liderazgos van a estar compitiendo. Y eso el gobierno de Gabriel Boric puede utilizarlo para negociar con una y aislar a la otra, en fin, todo lo que hace un gobierno con habilidad política y que es ir a pirquinear votos, que es lo que se necesita con tanta necesidad. Ahora, en los temas fundamentales, creo yo, la derecha debería tratar de permanecer unida, pero eso no va a ser nada fácil.
¿Es posible una fusión Republicanos-UDI?
No la veo imposible, porque creo que parte importante del Partido Republicano, que son sus diputados menos escandalosos, son UDI noventeros y podrían militar perfectamente en ella. Y hay otros más escandalosos que son más problemáticos, claro.
¿Qué capacidad ve en Kast de controlar a esos diputados problemático?
Fíjate que baja, porque son personalidades que se han construido en torno a declaraciones muy disruptivas, muy fuertes, y el sistema electoral proporcional te permite salir electo con esos votos, incluso fuera de lista. Entonces seguro que su capacidad de control sobre ellos va a ser limitado. Algo parecido ocurre en la izquierda. El sistema proporcional alimenta el surgimiento y la existencia de gente muy disruptiva, por decirlo de un modo amable, en ambos extremos. Yo lo lamento, creo que el sistema proporcional tiene ese problema.
¿Qué fuerza anímica ve en la derecha para volver a pararse?
Yo creo que la derecha sigue parada y en esta lección mostró fortaleza. El piñerismo fracasó y surgió una fuerza alternativa que mostró una fortaleza electoral importante, en un momento en que la derecha parecía arrasada. La sensación que tuvimos todos en mayo es que la derecha había dejado de existir, que había desaparecido de los territorios. Sebastián Sichel en la primaria movilizó gente a votar y fue como un balde de oxígeno para la derecha. La parlamentaria y la elección de Cores fueron otros baldes de oxígeno. Me parece que el piñerismo fue una tragedia para la derecha, la derecha se hundió por causa del piñerismo. La derecha tiene que reconstruir el pospiñerismo y creo que tiene fuerzas electorales, que en un minuto muchos pensaron, incluso pensamos, que estaban completamente apagadas, pero que en verdad es la misma derecha que ha existido siempre en Chile y que ronda el 40 por ciento. Creo que están las herramientas para seguir existiendo y esto es muy importante, porque un buen gobierno necesita una buena oposición, una oposición consistente y sólida, y eso es lo que la derecha tiene que articular.
José Antonio Kast seguramente ganará protagonismo como líder de la derecha. ¿Podrá mantener sus opciones presidenciales?
En política cuatro años es una eternidad, pero me parece que está instalado y tiene ya una construcción de dos campañas en el cuerpo, una segunda vuelta. Me parece inevitable pensar que va a estar al menos en la primera línea de esa discusión. La pregunta es si va a querer construir coalición o si va a seguir al margen. Esa es una pregunta bien interesante, pero me parece evidente que va a jugar un papel en la reconstrucción de esta derecha. A la derecha no le sobran liderazgos. Fíjate que en la última primaria, Sebastián Sichel ganó pero después fue arrasado en la primera vuelta, Joaquín Lavín se retiró, Mario Desbordes e Ignacio Briones sacaron muy poquitos votos. Por tanto, no es que a la derecha le sobran liderazgos presidenciales, es decir, José Antonio Kast va a jugar un papel muy relevante ahora.
¿Cuál es el desafío que observa en el gobierno de Boric?
Boric logró hacer una campaña de segunda vuelta donde moderaba su discurso, pero esa moderación no se vio reflejada en caras. Sus voceros siguieron siendo Giorgio Jackson, en temas económicos Diego Pardow, Izkia Siches que, básicamente, piensa muy parecido a él. Y por tanto, la gran pregunta que enfrentamos es si va a gobernar con el Frente Amplio y Apruebo Dignidad o si va a integrar a los cuadros del PS que tienen experiencia en el gobierno. Son dos gobiernos muy distintos, un gobierno donde, por decirlo así, sean Giorgio Jackson ministro del Interior y Claudia Sanhueza ministra de Hacienda y un gobierno donde sean Carlos Montes ministro de Interior y Andrea Repetto ministra de Hacienda. Son dos universos distintos. Gabriel Boric tuvo el talento de no explicitar la respuesta a esa pregunta durante su campaña. Muy bien, felicitaciones, lo logró. Pero ese tiempo se acabó. Esas señales tienen que darse lo más rápido posible porque son dos mundos paralelos.
Si quiere tender puentes hacia el mundo empresarial y generar confianza debería optar por la moderación, ¿no?
Efectivamente, pero ha sido muy talentoso en no decirlo, porque generalmente un candidato a esta altura ya debería dar señales de su gabinete. Pero Boric no ha tenido la necesidad de hacerlo. En fin, eso se acabó. Ahora hay que dar señales rápido de qué tipo de gobierno va a hacer, porque son dos gobiernos radicalmente distintos, el socialdemócrata y el presidente de la Fech.