El gobierno de Biden intenta acercarse a los líderes izquierdistas de América Latina
Con todas menos una de las grandes naciones de la región gobernadas por la izquierda, los Estados Unidos miran con preocupación el futuro de las políticas de la guerra contra las drogas, la migración y el comercio.
El secretario de Estado Antony Blinkin llegó a Sudamérica como parte de un esfuerzo para estrechar relaciones con algunos de los nuevos líderes izquierdistas del continente, quienes están estremeciendo las alianzas tradicionales en un momento en que China se está mostrando, cada vez más, como una alternativa a Washington.
Blinken hizo su primera parada en la capital colombiana este lunes, encontrándose con el recientemente electo presidente Gustavo Petro, un exguerrillero que pidió terminar con la guerra contra las drogas, además de rediseñar otros elementos claves de la cercana relación entre su país y los Estados Unidos. Blinken también tiene agendadas visitas en Chile y Perú esta semana, lugares donde algunas mineras pusieron sus inversiones en pausa luego de que políticos de izquierda entraran al poder a través de las elecciones el año pasado.
Los gobiernos occidentales han tenido problemas para conectar constructivamente con una nueva cosecha de líderes en México, Centroamérica y Sudamérica, que se muestran más receptivos para relacionarse con China y Rusia, y con menor tendencia a aliarse con políticas norteamericanas, incluyendo en esto estrategias antinarcóticos, la pelea contra la corrupción y la migración.
El viaje de cinco días de Blinken comenzó luego de que el ícono latinoamericano de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva, consiguiese la mayoría de votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas. Si Da Silva gana el balotaje este 30 de octubre, otra vez contra el presidente de derecha Jair Bolsonaro, todos los grandes países de América Latina, desde Argentina hasta México, tendrían gobiernos de izquierda, siendo algunos de estos abiertamente antagónicos hacia Washington.
Las relaciones entre América Latina y los Estados Unidos se han ido tensando en los últimos años.
Tanto México como los países de Centroamérica han disentido con Estados Unidos respecto de las políticas de corrupción. Algunos países de la región se han mostrado en contra de las políticas de Estados Unidos hacia Cuba y Venezuela. Estados Unidos y México chocaron también sobre las políticas energéticas nacionalistas del Presidente Andrés Manuel López Obrador. La pandemia, la consiguiente crisis económica global y, ahora, la guerra en Ucrania, han provocado la caída en las monedas locales, inflación y hambre.
En junio, el Presidente Joe Biden recibió la Cumbre de las Américas, dirigida a reforzar el compromiso de su administración con el Hemisferio Occidental. Pero la convocatoria provocó boicots desde un puñado de líderes de América Latina y el Caribe, incluyendo al presidente mexicano, que condenaron la decisión de la Casa Blanca de no invitar a los tres países autoritarios de izquierda: Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Muchos líderes de Latinoamérica están reescribiendo las reglas de los impuestos y la inversión internacional, particularmente en lo que respecta a la extracción de recursos naturales, dirigidos por el rechazo popular a las reformas de mercado, y una antipatía hacia la élite de las clases políticas, a quien se culpa de las inequidades sociales. Todo esto es una preocupación para Estados Unidos, señalan funcionarios del gobierno, aunque el foco sería encontrar un piso común con los gobiernos elegidos democráticamente.
“No juzgaremos a los países basándonos en donde caen en el arco político, sino que por su compromiso con la democracia, el imperio de la ley y los derechos humanos”, dijo a los periodistas el secretario asistente Brian Nichols, el diplomático de mayor rango dentro del Departamento de Estado en el Hemisferio Occidental.
“Estamos visitando tres países que han sido durante mucho tiempo aliados de comercio vitales para los Estados Unidos, países con acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos, países con una larga historia de intercambios con los Estados Unidos”, señaló Nichols.
El viaje de Blinken llega entre inquietudes respecto del foco de la diplomacia norteamericana, que ha tenido otras prioridades geopolíticas en los últimos años, en desmedro del Hemisferio Occidental. En tanto, China invirtió más de 130 billones de dólares en la región entre 2005 y 2020. El comercio entre China y América Latina también creció, de 12 billones de dólares en el 2000 a 315 billones en 2020. Se espera que esto aumente a un doble en 2035, alcanzando más de 700 billones de dólares, de acuerdo al Foro Económico Internacional.
Una de las inquietudes más grandes de los diplomáticos norteamericanos se centra en uno de los aliados más leales que ha tenido Washingon.
En Colombia, Petro prometió acabar con la dependencia del país del gas natural y el petróleo, ambos recursos que se exportan a Estados Unidos. Petro ha dicho querer revisar el tratado de libre comercio entre ambas naciones, señalando que afecta la agricultura colombiana. También propuso embarcarse en conversaciones con algunos de los grupos que trafican drogas y reducir la erradicación de los cultivos de droga, un tema que preocupa significativamente a Estados Unidos, a medida que intenta reducir el flujo de cocaína a su país.
“Este es un tema social que creemos es fundamental para sacar a Colombia fuera de los ciclos de violencia”, dijo Petro.
“No hay una sola solución para todos estos temas”, señaló Blinken a los reporteros luego de una conferencia de prensa conjunta con Petro en Bogotá. Blinken eligió enfatizar áreas como el cambio climático, tratando también la crisis humanitaria en Venezuela.
Petro reconoció que ambos países tienen “perspectivas diferentes” en ciertos temas, sobre todo el relativo a la batalla contra el narcotráfico.
Sin embargo, el presidente colombiano afirmó que ambos países coinciden en la importancia de mejorar la vida de los agricultores pobres que optan por cultivar droga. Su gobierno pretende repartir campos en barbecho, e implementar un pacto de paz con las guerrillas marxistas, en miras a modernizar el campo.
Durante este viaje, que en una semana recorre tres países con una población sumada de 100 millones, Blinken también participará de una cumbre con sus contrapartes regionales, y tendrá conversaciones sobre migración, narcotráfico, la recuperación económica pospandemia, cambio climático y la crisis en Venezuela, que sufrió un colapso económico y ha visto a 6,8 millones de personas saliendo del país.
Este sábado, un raro intercambio de prisioneros tuvo lugar cuando Venezuela liberó a seis ciudadanos norteamericanos y un residente permanente, incluyendo a cinco ejecutivos de compañías petroleras, que los funcionarios norteamericanos alegaron, habían sido ilegalmente arrestados. La administración de Biden liberó a dos familiares del presidente venezolano Nicolás Maduro, que habían estado presos en Florida por cargos de drogas, levantando críticas desde ciertos opositores políticos, que señalaban que esto sentaba un peligroso precedente.
Los diplomáticos norteamericanos señalaron que la decisión de Petro de restablecer relaciones con Caracas no era bienvenida por Washington, y que fue un punto de inquietud cuando Blinken se reunió con él este lunes. En lo que fue un golpe para la posición norteamericana, Petro recientemente anunció el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el gobierno de Maduro, y reabrió la frontera entre los dos países: un cambio abrupto para Washington, que por el momento contaba con el apoyo de Bogotá para aislar a Maduro y su régimen autoritario.
En Bogotá, Blinken espera reenforzar una relación que Biden ha descrito como “el eje del hemisferio entero”, cuando se reunió con el predecesor de Petro, Iván Duque, en marzo. La reciente propuesta de Petro de permitir a los granjeros cultivar coca, el cultivo usado para hacer cocaína, es solo una de las políticas nuevas que supondrá una prueba para la relación con Estados Unidos, apuntaron diplomáticos norteamericanos.
La siguiente parada de Blinken, Perú, llega en un momento crítico para el Presidente Pedro Castillo, un izquierdista que llegó al poder el año pasado. El exprofesor está enfrentando una cantidad creciente de acusaciones de corrupción contra él y sus aliados más cercanos. Por el momento, niega cualquier mala actuación.
La última etapa del viaje es Chile, donde el Presidente Gabriel Boric ha roto la tendencia de otros líderes izquierdistas, al criticar abiertamente a los líderes autocráticos como Maduro en Venezuela y el presidente Daniel Ortega en Nicaragua.
Su gobierno también favorece mayor control en la minería, ya que Chile es un proveedor mayor de cobre y litio, mineral esencial para los vehículos eléctricos. Boric también condenó la decisión de Biden de excluir a Cuba, Venezuela y Nicaragua de la Cumbre de las Américas. Los siete meses que lleva Boric en la presidencia han sido complicados, con los votantes chilenos rechazando por amplia mayoría una propuesta de nueva Constitución. Eso lo forzó a rearmar su gabinete con más ministros centristas.
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