Más de 14 kilómetros separan al colegio Huelén de Vitacura de la escuela básica Las Américas Modernas de Independencia, ambos ubicados en dos de las 12 comunas de la Región Metropolitana que ya están en Fase 2. El primero recibe solo a niñas desde educación parvularia hasta cuarto medio, es particular pagado y pertenece a la red Seduc, ligada al Opus Dei. En términos de matrícula, cuadruplica al segundo, que es mixto, funciona de primero a octavo básico, es particular subvencionado y laico. Los espacios físicos de uno y otro son incomparables e incluso sus alumnos provienen de realidades diametralmente opuestas. Las diferencias son evidentes a simple vista.
Hay algo, eso sí, que hace que todas esas disimilitudes queden atrás y en lo que ambos establecimientos coinciden plenamente: el retorno a las clases presenciales.
“La presencialidad no tiene cálculo, la diferencia es demasiado amplia. Claro, hay que modernizarse y subirse al carro de lo digital, pero la interacción entre docente y alumno no tiene precio, es incomparable”, señala Lorena Villarroel, directora y sostenedora de Las Américas Modernas.
Carola Reyes, directora del Huelén, coincide: “El retorno ha sido muy positivo y los papás están muy agradecidos. La parte emocional, social y académica de las alumnas se ve tremendamente fortalecida con la presencialidad, que es la esencia de la educación. No a través de una pantalla, que ha sido circunstancial. De frente percibes cuando las estudiantes aprenden”.
Y es que aun con todas las aparentes diferencias, en Vitacura e Independencia la foto es la misma: es temprano en la mañana y en ambos colegios es posible ver a alumnos distanciados, mascarillas bien puestas e irrestricto respeto por los protocolos. Todo con tal de mantener un dinamismo que, dicen, les ha ido dando resultados.
El beso de despedida lleva el mismo cariño en ambas comunas, así como en los dos establecimientos se mide la temperatura y se utiliza un pediluvio al ingreso. “Pórtate bien”, le dice un apoderado a su hija en el Huelén, que tiene apenas a 24 alumnas de 790 totales sin acudir por razones relacionadas al Covid. “Aprende harto”, se oye a otro decirle al hijo en Las Américas Modernas, donde han tenido un 60% de respuesta positiva. Ambos escolares pasan por el termómetro -manual en el primer caso y una pantalla en el segundo- antes de hacer ingreso a las aulas.
En efecto, en el colegio de niñas, su directora expone que el primer día tuvieron 85% de asistencia, algo que se condijo con una encuesta previa realizada en el colegio, donde la mayoría casi absoluta estaba de acuerdo con el retorno. Fue ahí, de hecho, cuando les exhibieron a los padres, a través de piezas audiovisuales, la preparación del establecimiento. Y aunque en Independencia no tenían los recursos para realizar algo así, se abrieron las puertas para que los mismos padres fueran testigos de cómo se habían alistado. Y la respuesta fue más que positiva. Ninguno de los dos establecimientos ha tenido brotes de Covid hasta ahora.
En ese sentido, María Ignacia Villarroel, educadora diferencial de la institución en Independencia, expone que en su caso el regreso “ha sido muy gratificante, enriquecedor y emotivo. Para todos nuestros estudiantes y comunidad educativa en general, ya que todos siempre se han sentido protegidos y seguros en nuestro colegio”.
“¡Con distancia!”, es el recordatorio que constantemente se escucha por parte de casi todos los docentes. Aunque los estudiantes respetan, bien vale una ayuda memoria para no romper los protocolos y acercarse al compañero más allá de lo debido.
Llegado el momento de las clases, al interior de las salas, a pesar de la evidente diferencia en el tamaño de ellas, se mantiene la distancia de un metro entre cada mesa. Las mascarillas no se abandonan en ningún momento, en ninguno de los dos colegios. Incluso, hay de reemplazo por si algo llega a pasar. Ya son parte del inconsciente colectivo: se ve en la cara de una pequeña de quinto básico mientras pregunta por una sumatoria en Independencia y de otra de segundo medio en Vitacura que intenta resolver dudas sobre las 82 lunas de Saturno, mientras la observan sus 20 compañeras que están en modo presencial y dos en híbrido.
Claudia Tornini, jefa de departamento y profesora de Lenguaje del Huelén, expone: “El aprendizaje tiene un fuerte componente emocional que es muy difícil transmitir a través de los medios digitales”. Y agrega: “Las mismas alumnas dicen que están muy contentas de volver, porque no solo aprenden más fácil, sino con más profundidad”.
Las preguntas son las mismas y abundan, y las clases no han cambiado, como antes. Las diferencias parecen estar más en el cómo llevar adelante la presencialidad en que si se hace con efectividad. Con los recursos de cada quien, mientras en el Huelén pueden recibir a toda su matrícula al mismo tiempo, en Las Américas Modernas han debido alternar a sus cursos entre días y horarios (mañana y tarde) para acogerlos a todos. Pero aún así encuentran similitudes: ambos tienen salas de ‘rebase’, donde llevan a alumnos en caso de superar los aforos de un aula en particular.
“Ha sido un proceso. Es como cuando un niño empieza a caminar y hay cierta inestabilidad: en los primeros pasos siempre va a haber ciertos temores, pero cuando los papás se van dando cuenta de que los protocolos funcionan y el alumnado toma conciencia, se transforma en un hábito de vida. Las alumnas conocen la importancia del uso de la mascarilla, del lavado de manos y del distanciamiento, así como las familias y los profesores”, asevera Reyes, la directora del Huelén.
Villarroel, su par de Las Américas Modernas, asiente: “Nuestro colegio es pequeño, los cursos no son de más de 25 niños y los aforos se han podido cumplir. Los niños vienen y disfrutan, aunque sean poquitas horas las que están acá. Pasa que la mayoría vive en un espacio de 3x3 e incluso no tienen las condiciones para hacer sus tareas”.
Suena el timbre, llega la hora del recreo y los pasillos que antes acostumbraban a escuchar gritos y niños correr, ahora son testigos de descansos dirigidos y observados por los profesores. Las colaciones no se comparten, y así como en el Huelén la pista de recortán es utilizada como patio para tener a todos los cursos separados, en Independencia los alumnos se sientan en sectores también delimitados.
Y así, con muchos más metros cuadrados uno que otro establecimiento, en los dos el 100% de sus docentes están vacunados, algo que sus directoras aseguran alivió a profesores y apoderados. Además, en ambos existe la señalética, las escaleras diferenciadas para subir o bajar, los ventanales abiertos, la flexibilidad con el uso del uniforme y los accesos variados.
“Acostumbrarse al principio fue tenso, pero era necesario. Antropológicamente somos seres sociables y por el solo hecho de venir, las alumnas quiebran sus rutinas”, recuerda Reyes. ¿Ha sido difícil? “Las más chicas venían con una escuela doméstica súper fuerte, de hecho, había que relajarlas un poquito. Y en las profesoras al inicio había un poco de susto, porque no había vacuna. Fue necesario ir trabajando la parte emocional”, agrega.
El día escolar empieza a llegar a su fin. “¿Te lavaste las manos?”, se oye en uno de los pasillos del Huelén. Es la pregunta de moda entre compañeras. En Las Américas Modernas, en tanto, la pequeña Vale vocifera antes del adiós: “Esto es mucho mejor que estar en la casa aburrida”. En Independencia y Vitacura, la jornada se acaba. Mañana será otro día de clases presenciales.