La desilusión de las familias chileno-ucranianas que escaparon de la guerra
El 24 de febrero se cumplió un año de la invasión rusa a Ucrania. Poco después a Chile comenzaron a llegar familias buscando refugio. Sin embargo, a pesar de los compromisos, varias de ellas consideran que la ayuda ha sido lenta e insuficiente.
Mario Cárdenas (48) volvió a Chile desde Ucrania a mediados de marzo de 2022 junto a su esposa ucraniana Irina Andriuschenko (40) y su hijo Keilan (3). La familia vivía en Kharkiv y lograron salir del país ayudados por la embajada chilena en Polonia.
Mientras Cárdenas y su familia intentaban abandonar el país invadido, otro chileno ya había logrado salir de la zona de conflicto y estaba en Polonia con el mismo objetivo: retornar a Chile. Rodrigo Espinoza (42), quien vivía en Kiev, capital de Ucrania, con su esposa ucraniana Alexandra Korkh y sus dos hijas, comenzó a contactarse con otros compatriotas que estaban en la misma situación. “Yo estaba en Ucrania. Él se contactó conmigo y trató de ayudarme para ver el tema de la salida”, recuerda Mario Cárdenas y agrega: “La embajada se portó muy bien. El problema fue cuando llegamos a Chile”.
Cárdenas llegó al país a mediados de marzo y vivió en un tráiler prestado por un vecino en Lampa. Irina Andriuschenko, recuerda que en los primeros meses no tenían agua caliente ni gas y que lo más difícil para ella era estar lejos de su país: “Cuando estaba en Ucrania no me sentía tan asustada, pero cuando estuve lejos comencé a sentirme mucho más preocupada sobre la guerra y la gente, porque no podía ayudar”.
Rodrigo Espinoza llegó el 7 de marzo. Junto a la periodista Chris McMillan, quien también vivía en Ucrania, pero cuando estalló el conflicto se encontraba en Chile junto a su marido ucraniano y sus hijos, crearon un grupo en WhatsApp con las familias chileno-ucranianas para coordinarse y comenzar a solicitar ayuda a las autoridades. Espinoza cuenta que McMillan ya estaba en contacto con algunas, sin embargo, justo en ese periodo fue el cambio de gobierno: “Cambiaron todos los gabinetes, todos los lugares que nosotros estábamos llamando ya no nos contestaban o nos decían que no sabían. Que llamara a tal lado, que no sabían qué hacer, etcétera. Y así estuvimos yo creo que casi tres meses”.
Volver a migrar
Al concretar reuniones con algunas autoridades, lograron ciertos compromisos: una gift card de 500 mil pesos para usar una vez en un supermercado y un subsidio de arriendo, el cual sólo recibieron algunos, según cuenta Espinoza, quien sí lo recibió: “Yo estoy bien, pero sí había familias, por ejemplo, que no están con trabajo. Algunas personas ucranianas están sin familia chilena. Tampoco tienen trabajo ni disponen para poder hacer alguna cosa por el idioma. Entonces algo como una vivienda más definitiva era como lo esencial para ofrecer. Dijeron que sí, pero después no concretaron nada”. Agrega que también se comprometieron a que toda familia ucraniana iba a obtener la residencia permanente y el estatus de refugiado en ocho meses.
Según datos del Servicio Nacional de Migraciones, entre el 1 de enero de 2022 y el 31 de enero de 2023, 97 personas de nacionalidad ucraniana han solicitado refugio en el país. En el mismo periodo, 45 reconocimientos de refugio han sido otorgados. Desde la entidad recalcan que los 52 casos restantes “no corresponden a un rezago o atraso del Servicio Nacional de Migraciones, sino que se encuentran en el respectivo proceso de análisis” y que a quienes realizaron la solicitud de refugio “se les otorgaron consecuentemente las respectivas visas temporarias de ocho meses”. Agregan que: “Actualmente, las 45 personas con reconocimiento de refugiados cuentan con su residencia definitiva, también”.
Alejandro Carvallo, otro chileno que vivió por más de un año en Kiev, se encontraba en Chile cuando comenzó el ataque ruso. Su novia ucraniana logró llegar al país a fines de febrero. Carvallo cuenta que aún no reciben respuesta sobre la solicitud de refugio de su pareja, de quien prefiere no dar su nombre. Considera que “este tema de los refugiados se está tomando como una migración más, siendo que esta es una migración obligada. Todos los demás migrantes es una opción. Aquí estamos hablando de personas que han perdido sus casas, sus trabajos. Todo para lo que han trabajado toda su vida. Entonces es una situación totalmente distinta a cualquier otro tipo de migración”, y agrega: “Es una migración obligatoria porque hay un estado invasor que le destruyó la vida, la economía, los hogares a la gente”.
Eso ha provocado medidas drásticas en algunos casos. Por ejemplo, Mario Cárdenas y su familia decidieron irse de Chile en diciembre y actualmente viven en Japón. Asegura estar agradecido de todos quienes lo intentaron ayudar de alguna manera, pero que estaba cansado de las promesas.
Un año después de escapar de Kharkiv, lamenta no haber encontrado acogida en su propio país: “Yo me vine (a Japón) con mi hijo sin poder tener carnet chileno. Con una promesa de que me iban a ayudar también monetariamente. No sé, tantas cosas que se prometían y al final no llegaba a nada”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.