Sylvio Costa, analista brasileño: “Lula busca la unidad nacional para reconstruir el país”
El fundador del sitio Congresso em Foco analiza en esta entrevista con La Tercera los mensajes que el gobernante izquierdista entregó a su país, a la región y al mundo en su primer día en el cargo.
Con la llegada del Luiz Inácio Lula da Silva al poder en Brasil, junto con su promesa de “reconstruir el país” y la serie de medidas tomadas una vez asumida la presidencia del país, un nuevo escenario se abre para el gigante sudamericano. Sobre los desafíos que enfrenta el gobierno del político izquierdista se refiere el fundador del sitio Congresso em Foco, Sylvio Costa, en la siguiente entrevista con La Tercera.
¿Qué señales envió el ahora Presidente de Brasil, Lula da Silva, con sus primeras medidas tomadas como mandatario?
La primera gran señal es que Lula busca la unidad nacional para reconstruir el país, es decir, restaurar acciones y políticas que fueron abandonadas o destruidas durante el gobierno de Jair Bolsonaro. Políticas en materia de salud, educación, medio ambiente y derechos humanos, entre otras. Y trata de convocar a fuerzas políticas ajenas al Partido de los Trabajadores (PT) o al campo de la izquierda y centroizquierda para hacerlo posible, pues todo el mundo sabe que el bolsonarismo sigue activo y con una presencia significativa en Brasil. Este nuevo mensaje quedó muy claro en el logotipo adoptado por el nuevo gobierno, que lleva precisamente las palabras Unión y Reconstrucción. De las primeras medidas, considero especialmente importante el decreto que suspende la política de flexibilización de la tenencia de armas. El decreto muestra un giro radical en la concepción y forma de tratar el tema de la criminalidad, abandonando la visión militarista y autoritaria que encontraba en la entrega de armas la solución para enfrentar la violencia, adoptando un pensamiento más compatible con la Constitución vigente y con experiencias exitosas en el campo de la seguridad pública, especialmente en otras naciones. Este pensamiento está basado en la idea de que solo una razón de peso y plenamente justificada puede legitimar la posesión y el porte de armas por parte de los individuos. Igualmente importantes son las medidas que retoman las acciones contra la deforestación, indicando también un giro, en este caso, en la dirección deseada por la mayoría de los brasileños y también por la opinión pública internacional, es decir, hacia la sostenibilidad y la protección del clima.
¿Estas señales están destinadas solo a Brasil, o también son un mensaje a la región y al mundo?
Ciertamente, se trata de señales tanto para la población brasileña como para la de otros países. El gran número de autoridades extranjeras presentes en la toma de posesión de Lula y su decisión de dedicar la agenda de hoy (lunes) exclusivamente a contactos con representantes de naciones amigas es, en mi opinión, una prueba de la voluntad del nuevo presidente brasileño de buscar un mayor protagonismo internacional, con énfasis en el fortalecimiento del bloque de países sudamericanos y de América Latina en general.
¿Cómo se insertan estas medidas en su promesa de “reconstruir el país”?
Es imposible desarrollar una sociedad en la que el propio gobierno anima a sus seguidores a armarse para que, con el pretexto de defender “la patria, la familia y la libertad”, utilicen la violencia como arma recurrente de acción política. Pacificar Brasil es un paso fundamental y obligatorio para cualquier tarea de reconstrucción. Es sintomático que el nuevo ministro de Justicia y Seguridad Pública, Flávio Dino, haya dicho en su discurso de investidura que dirigirá el “Ministerio de la Paz”. Lo mismo ocurre con el desmantelamiento de la política medioambiental, practicada en los últimos cuatro años. El gobierno de Bolsonaro destituyó a funcionarios competentes y renunció a compromisos internacionales previamente asumidos para transformar a Brasil en un paraíso de la minería ilegal y la deforestación. Revocar las acciones criminales del gobierno anterior es el comienzo de la tarea -que es inmensa- de reconstruir las políticas socioambientales.
Por último, ¿qué efecto podría tener en la oposición brasileña esta celeridad por desmantelar las medidas adoptadas en la administración de Bolsonaro?
No creo que la oposición se haya sorprendido. Son medidas que corresponden exactamente a lo prometido en la campaña electoral. Lo que ocurrirá con la oposición en los próximos meses y años es una de las mayores incógnitas, en este momento, de la política brasileña. Evidentemente, Bolsonaro perdió espacio entre sus partidarios al huir del país. Frustró a los seguidores más radicales, que aún sueñan con un golpe militar para mantenerlo en el poder. Y también ha decepcionado a votantes que lo apoyaron por ser antipetistas o antilulistas, pero que no aprueban la intervención armada ni salirse de lo que establece la Constitución. Bolsonaro parece demasiado preocupado por las decenas de investigaciones en curso contra él y sus hijos, que lo paralizan y dejan a sus partidarios con una cierta sensación de orfandad. Pero conserva el apoyo de millones de brasileños y en este momento todavía no se puede identificar ningún otro nombre que pueda sustituirlo como principal líder de la oposición. Los senadores electos Hamilton Mourão, exvicepresidente de Bolsonaro, y el exjuez Sergio Moro dan señales de aspirar a ese cargo, pero hasta ahora no han demostrado la habilidad política ni la capacidad de movilización popular para lograrlo. Un político del bando conservador al que habrá que seguir de cerca es el nuevo gobernador de Sao Paulo, Tarcísio Gomes de Freitas, un tecnócrata que abandonó el gabinete de Bolsonaro para derrotar en las urnas al nuevo ministro de Hacienda, Fernando Haddad. El éxito de Tarcísio en las primeras elecciones a las que se presentó, el peso específico del estado de Sao Paulo (el más poblado y rico del país) y el esfuerzo que ha hecho para atraer a su gobierno a distintos sectores de la derecha indican que es una estrella ascendente en el campo opositor.
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