Tomás Laibe, constituyente socialista: “Gabriel Boric tiene un programa transformador y lo valoramos”

Tomás Laibe
Crédito: Bastián Cifuentes

El representante del Distrito 27 aborda la discusión presidencial que divide a su partido. Si bien evita definirse entre Yasna Provoste (DC) y el abanderado de Apruebo Dignidad, y sostiene que el Colectivo Socialista no tiene una posición definida, asegura que la afinidad que han tejido con el FA y que se ha expresado en la Convención “debiera proyectarse en un próximo gobierno de transformaciones profundas y que acompañe este proceso constituyente”. Sobre la senadora por Atacama, en tanto, rescata su "trayectoria", aunque sostiene que “ella debe encabezar una redefinición del proyecto político de la Democracia Cristiana".


Tiene 31 años y en unos meses cumplirá diez militando en el PS. Tomás Laibe, primera mayoría regional de Aysén y miembro de la Red Disidente de la Convención Constitucional, hace un balance sobre los avances del proceso.

Explica por qué estuvo en contra de sancionar el negacionismo en la forma en que quedó definido en el reglamento de Ética y advierte que la libertad de expresión es un derecho a defender “más aún cuando estamos amenazados por populismos y nacionalismos en todo el mundo que buscan coartar” su ejercicio.

A su vez, critica la actitud que han adoptado en ciertas discusiones los pueblos originarios en el proceso. “Tomaron una posición demasiado a la defensiva”, advierte tras la controversia que terminó con el reemplazo total del reglamento de Participación y Consulta Indígena.

¿Cuál es su evaluación respecto de la instalación?

La evaluación, sin duda, es positiva. En tres meses la Convención ha sido capaz de generar reglas para sí misma que van a definir el carácter, el alcance y el impacto del trabajo en el proceso constituyente. Tenemos un reglamento general que sorteó buena parte de los conflictos que teníamos al inicio, especialmente en torno al quórum de los 2/3, que queda confirmado por una mayoría sustantiva. Pero, también, porque los otros aspectos reglamentarios dan cuenta de la expectativa ciudadana para que sea un proceso abierto, transparente y descentralizado.

¿Qué lecciones saca?

Estos tres meses han servido para que los grupos nos conozcamos; muchos no tenían otra expresión institucional, como la Lista del Pueblo o Independientes No Neutrales, por lo tanto, ha sido un proceso en que hemos logrado generar confianzas. Asimismo, los errores que se cometieron, incluidos los errores del ímpetu con que llegó cada grupo... Nos dimos cuenta que estos conflictos no nos iban a llevar a ningún lado.

Se abstuvo en la votación que terminó reemplazando el reglamento de Participación y Consulta Indígena que se había aprobado. ¿Por qué?

El reglamento original tenía varios problemas, de coherencia interna incluso. Lo que hizo el Colectivo Socialista fue patrocinar una indicación sustitutiva, que trabajó Rosa Catrileo en representación de los pueblos originarios, y que era sustancialmente mejor. Esa indicación tenía que ser discutida por el Pleno y, al menos, los que suscribimos esa indicación no asumíamos que esta estaba aprobada. Lo que pasó ese día fue que diversos colectivos plantearon sus legítimas dudas respecto al procedimiento por el cual íbamos a votar, porque al votar una indicación sustitutiva, implicaba un nuevo texto reglamentario y lo que procedía -y que procede al menos en el caso del Congreso- es un nuevo período de indicaciones. Mi abstención tiene que ver con la forma en que los escaños reservados reaccionaron.

¿En qué sentido?

Se sintieron atacados, algunos convencionales descalificaron las posiciones de otros, los llamaron colonialistas y otro tipo de calificativos que no comparto. Muchos llegamos a esta Convención no para generar revancha con otros grupos o para levantar más divisiones, sino que para tratar de resolver los conflictos sociales que arrastra Chile hace mucho tiempo. Uno de esos conflictos graves es en torno a los pueblos originarios, pero eso no se resuelve con escaños reservados que levantan una posición y que esperan que todos adhiramos a ella sin mayor discusión.

Se abstiene para dar una señal…

Mi mejor opción era levantar una abstención como una forma de reclamar a la mesa por la decisión, pero especialmente a los pueblos originarios, que tomaron una posición demasiado a la defensiva y, en esto, hay que ser capaz de empatizar con el resto y tratar de construir. Los reglamentos no son para cada uno de los grupos. Cuando yo escribo que hay grupos históricamente discriminados en el reglamento de Participación Popular no solamente estoy haciendo una revancha para la disidencia sexual, sino que espero que la disidencia sexual tenga un diálogo con aquellos que no creen en sus derechos para poder alcanzar esa transformación social y espero que eso también ocurra con los pueblos originarios.

¿Usted cree que ha sido una actitud persistente por parte de ese grupo? ¿Es algo que va más allá de la situación ocurrida el viernes?

De alguna forma, sí. Hay una desconfianza aprendida por parte de los pueblos originarios, eso es completamente comprensible, hay 200 años de historia que explican esa desconfianza. Pero, el llamado que les hago a los convencionales de escaños reservados es a entender que tenemos grupos nuevos. Yo soy de un partido tradicional, que es el PS, pero represento a una generación distinta que está preocupada por las temáticas de género, de cambio climático y, sin duda, los conflictos con los pueblos originarios son de nuestras prioridades. Por lo tanto, la forma de dialogar en este nuevo escenario debería ser distinta, asumiendo que la realidad cambió en favor de ellos.

También votó en contra de la definición del negacionismo que quedó establecida en el reglamento de Ética. ¿Por qué?

Voté en contra del negacionismo porque creo que la libertad de expresión es uno de los derechos fundamentales más relevantes de la sociedades modernas, que viene aprendido de superar los totalitarismos y dictaduras de los siglos XIX y XX. Por lo mismo, es algo que para mí es clave defender, más aún cuando estamos amenazados por populismos y nacionalismos en todo el mundo que buscan coartar la libertad de expresión. El problema de la disposición que se aprueba es que es extremadamente amplia. Tenía un verbo que a mí me parecía muy complejo y que hablaba de omitir, es decir, ampliaba el rango de aplicación a un nivel tal que no se entendía cuál iba a ser su efecto. ¿Si yo hablo en el Pleno, por ejemplo, y no digo que se violaron los derechos humanos en dictadura estoy incurriendo en una omisión sancionable, en negacionismo? Además, se remite a periodos muy disímiles, por un lado, a la violación de derechos humanos durante la dictadura, respecto de la cual hay una verdad judicial y calificada en los informes Rettig y Valech y, por otro, al estallido social donde no tenemos esa calificación de los hechos.

Hemos visto un Frente Amplio que no tiene complejos para desmarcarse de las posturas de sus socios de Apruebo Dignidad, mientras que a la vez tienden puentes de forma permanente con el Colectivo Socialista. ¿Ve que eso se pueda proyectar?

Varios de nosotros hemos decidido no entrar en la contingencia electoral porque entendemos que nuestro rol nos obliga a tender puentes con otros sectores. Y, por lo tanto, entrar en esa lógica puede ser conflictivo. De todas maneras, lo que hemos ido confirmando en el trabajo de la Convención es que hay una afinidad con el Frente Amplio que tiene que ver con decisiones, por un lado, estratégicas; compartimos un camino institucional para avanzar en reformas y transformaciones profundas, pero también afinidades ideológicas... Hemos podido ir construyendo un discurso común respecto a materias que queremos abordar en la nueva Constitución. La afinidad del Colectivo Socialista y el FA debiera proyectarse en un próximo gobierno de transformaciones profundas y que acompañe este proceso constituyente.

¿Cuál es la mirada que tiene sobre la disyuntiva presidencial que se ha abierto en su partido entre apoyar a Yasna Provoste o Gabriel Boric?

Me parece que esta primaria que no vio la luz, entre Paula Narváez (PS), Gabriel Boric (CS) y Daniel Jadue (PC) era un buen camino para avanzar en esa consolidación de un bloque progresista y de transformaciones profundas. Lamentablemente no ocurrió, pero esos entendimientos están todavía en curso y parte de lo que ocurra en la Convención yo creo que va a aportar a ese entendimiento, precisamente, porque lo que pasa acá es ideológico y nos permite encontrarnos en términos de ideas y proyectos políticos. Entonces, luego hay que ver si nuestros proyectos políticos son capaces de conciliar un proyecto electoral. Ahora, no me corresponde a mí decidir lo que va a ocurrir en ese sentido. Pero sí puedo hablar de lo que ocurre en la Convención y creo que acá, sin duda, hay una alianza que se debe profundizar y proyectar en el tiempo.

¿El Colectivo Socialista está más cerca de Boric que de Provoste?

El Colectivo Socialista no tiene una posición presidencial, no podemos tenerla. Obviamente todos tenemos una preferencia individual, pero nuestro trabajo en la Convención es otro. Sin embargo, estamos esperando que este trabajo de transformaciones profundas en la nueva Constitución tenga un correlato en el gobierno que se va a elegir en noviembre y por ello miramos con muy buenos ojos aquellos programas que son efectivamente transformadores.

¿Para usted, en lo personal, Boric representa mejor eso?

Es mejor dedicarnos al trabajo de la Convención y luego, que cuando sean las elecciones, tratemos de entendernos con quién salga electo. De todas formas, yo celebro los programas transformadores, creo que Gabriel Boric tiene un programa transformador y lo valoramos. Creo que permite darle continuidad al trabajo de la Convención Constitucional. Ahora, lo que pase en noviembre tiene que ver con otros factores políticos que no me corresponde a mí decidir.

¿Qué opinión tiene sobre Yasna Provoste?

Tengo la mejor opinión de Yasna Provoste. Respeto su trayectoria, sus convicciones democráticas y sus posiciones progresistas. Aun así, creo que ella debe encabezar una redefinición del proyecto político de la Democracia Cristiana, necesario para enfrentar la discusión ideológica en este proceso constituyente y el desafío de materializar las transformaciones sociales en un próximo gobierno.

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