Los acuerdos comerciales internacionales entre países no solo son impulsores de medidas económicas, sino que terminan mejorando estándares corporativos que impactan en las empresas, la sociedad y las personas. Así ha ocurrido con el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Chile, que desde su firma en 2003 ha ido generando un consenso en la búsqueda de prácticas que apuntan hacia la sostenibilidad de las organizaciones.
Dante Pesce, director del Centro Vincular de la Escuela de Negocios de la Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y especialista en el rol de la empresa en la sociedad, da cuenta que “en general, las corporaciones se han preocupado de hacer lo correcto, independiente de si el mercado las recompensa, aún en contextos difíciles. Existen al menos tres elementos que se ven movilizados por el incentivo que significa un tratado de libre comercio: las expectativas de la sociedad, las normas regulatorias y las variables de riesgo en las inversiones”.
En un ecosistema en que la conducta empresarial responsable es sinónimo de reputación, Pesce asegura que “hoy existe un escrutinio inmenso a cualquiera que tenga poder. Se exige más y se hace seguimiento a cualquier compromiso adquirido”. El académico, quien fue presidente del Grupo de Trabajo de Empresas y Derechos Humanos de las Naciones Unidas, considera que “la tendencia que viene al alza para el mundo privado es abrazar la cultura de prevención empresarial, algo que la sociedad, los gobiernos y los inversionistas están solicitando”.
Por eso, no es extraño que las compañías quieran progresar por su cuenta cuando el TLC abre las puertas para entrar con mayor facilidad a un mercado de 331.9 millones de personas, como lo es el estadounidense. Como ejemplo, el académico explica que los inversionistas institucionales piden ciertas condiciones y certezas normativas que cumplir en medidas medioambientales, derechos laborales, temas de género y diversidad sexual, entre otros aspectos, que aparecen como parte de los compromisos a considerar en este tipo de acuerdos, reforzando marcos normativos ya existentes, pero que aún no se cumplían del todo en Chile.
“Los TLC que ha firmado Chile, principalmente desde el acuerdo con EE.UU., han tenido el efecto de nivelar hacia arriba, estableciendo marcos institucionales robustos y metas claras para que funcione. Eso mueve voluntades y van elevando los estándares”, complementa Pesce, valorando, además, que los TLC impulsan una democracia sólida, instituciones que funcionen y marcos institucionales robustos que dan confianza a los inversores extranjeros.
Los desafíos de Cervecería AB InBev
“La actividad económica se basa en la confianza y, en la medida que las empresas podamos transmitirla a los distintos stakeholders, desde trabajadores, sindicatos, comunidades, proveedores, consumidores, significa que nuestro negocio tendrá una mayor proyección de cara al futuro”, sostiene José Antonio Alonso, director de Asuntos Corporativos e Impacto Positivo de Cervecería AB InBev, que agrupa marcas como Corona, Budweiser, Stella Artois y Becker.
Desde 2017 que la multinacional fijó una línea de base, estableciendo metas que en Chile trabajan en tres dimensiones de cara a 2025. Así, en aspectos medioambientales destaca la creación de proyectos ligados a economía circular, agricultura inteligente, apoyo a startups y emprendimiento; en el ámbito social, impulsan programas en comunidades, escuelas y jardines infantiles, además de impulsar temáticas de género, diversidad e inclusión al interior de la compañía; mientras que en el caso de gobernanza, se abarcan tareas ligadas a anticorrupción, libre competencia, compliance, protección de datos y monitoreo de los estándares de sostenibilidad en la cadena de valor y derechos humanos.
“Se dice que la reputación es un buen negocio, pero en Cerveceria AB InBev la vemos como el resultado de transitar por el camino correcto de cara a la sociedad, el que, en definitiva, nos va a llevar a tener un negocio por los próximos 100 años”, sintetiza Alonso, quien complementa que la compañía avanza en una política transversal que abarca la inclusión laboral, programas para establecer pisos mínimos en equidad y diversidad de género, apoyo a la innovación con el Programa 100+ Accelerator para enfrentar el impacto en la huella de carbono, así como involucrarse en el territorio, como por ejemplo ocurre con el programa Agua Segura, que entrega agua sanitizada en jardines infantiles y escuelas ubicadas en localidades apartadas con fuerte estrés hídrico.
Cumpliéndose 20 años del TLC, Alonso reflexiona que este hito ha permitido que las empresas introduzcan en Chile buenas prácticas y hacer espejo con un mercado estadounidense más avanzado, para así robustecer los gobiernos corporativos. “La era de la inocencia se acabó; sabemos las reglas que debemos cumplir. Es mejor prevenir que corregir y, aquellas compañías alineadas con esa idea, tendrán mejores resultados económicos a largo plazo”, sostiene, en sintonía con lo expresado por Dante Pesce.