Lo que ocurrió hace 20 años con la firma del Tratado de Libre Comercio entre Chile y Estados Unidos significó un hito para la política comercial chilena. Antecedido solamente por un acuerdo similar con Canadá, a partir de la negociación con EE.UU., una economía pequeña como la chilena se abrió paso al mundo.
A la firma del TLC en Miami, en junio 2003, le siguieron una serie de negociaciones con la Unión Europea, Corea del Sur, Japón, entre otras naciones que demostraron que Chile había construido una reputación de país serio, confiable, y predecible en sus relaciones internacionales. A la fecha, contamos con más de 30 acuerdos comerciales con 65 economías que representan más del 90 por ciento de las exportaciones chilenas.
A ojos de Jorge Sahd, director del Centro de Estudios Internacionales UC, el TLC fue pionero al ser “el segundo acuerdo de EE.UU. en Latinoamérica y uno de los primeros en el mundo que firmó en ese entonces el gobierno del ex presidente George W. Bush” que, en el caso local, explica que “mejoró el acceso a más del 90 por ciento de los productos chilenos en el mercado norteamericano, y viceversa, y que en 2015 alcanzó el 100 por ciento”.
Tratado visionario
Más allá del intercambio comercial, el acuerdo incorporó aspectos que hasta ese entonces no eran considerados alrededor del mundo, y que hoy son incorporados en la mayoría de negociaciones comerciales de gran parte de los países. “Muchos tienen como referencia ese acuerdo, lo que lo transforma en uno de los más vanguardistas en su tipo”, resume Sahd. De hecho, en el TPP 11 muchas de las obligaciones del acuerdo multilateral ya habían sido asumidas como obligaciones para Chile en el TLC.
Visionario en su creación, el acuerdo estableció las bases en temas laborales, digitales y medioambientales. Por ejemplo, se definieron lineamientos de capítulos en materia de economía digital, lo que permitió mantener el ciberespacio libre de aranceles y barreras, facilitar el flujo transfronterizo de datos, establecer mínimos comunes de protección de privacidad y los datos personales y comerciales. Un aspecto que conecta actualmente con el ecosistema de startups que existe en el país, que en la visión del académico siguen eligiendo al mercado estadounidense como el preferido para escalar sus negocios.
Paula Estévez, gerente general de la Cámara Chilena Norteamericana de Comercio (AmCham), complementa esta visión, dando cuenta que el TLC fijó la promoción del desarrollo sostenible y la conservación del medio ambiente. Estévez ejemplifica con Laboratorio de Contenidos de Marca el “Acuerdo de Cooperación Ambiental” (ACA), en el que ambos países reconocen la relevancia de proteger el medio ambiente y promover un desarrollo sostenible. “Permite fortalecer la legislación ambiental y el foco en las empresas para adoptar prácticas y tecnologías ambientales robustas, elevando estándares tanto para los inversionistas chilenos como de Estados Unidos”, destaca.
En materia laboral, la gerente general de AmCham valora una visión común en torno a “la creación de nuevas oportunidades de empleo y mejoras en las condiciones laborales y los niveles de vida en los territorios”. Ello significó una serie de disposiciones para comprometer avances en elevar estándares para sindicatos, la eliminación del trabajo forzado y explotación infantil, entre otros puntos.
Impacto a dos décadas
Para Paula Estévez, la visión de futuro que existió en el acuerdo logrado en 2003 “han permitido un entendimiento más integral de una relación entre países, que no descansa exclusivamente en lo económico y que son valorados por parte de las empresas estadounidenses que invierten en Chile como las compañías chilenas que invierten en EE.UU.”.
Los avances vanguardistas han impactado al desarrollo de las empresas que invierten en Chile. José Antonio Alonso, director de Asuntos Corporativos e Impacto Positivo de Cervecería AB InBev -que agrupa marcas como Corona, Budweiser, Stella Artois y Becker-, expresa que “el cuidado del medio ambiente, el acceso a mejores tecnologías y las garantías laborales que posibilitaron la transferencia de mejores prácticas sociales, de diversidad e inclusión y de gobernanza en las empresas, que actualmente vemos reflejadas en nuestro propósito corporativo”.
Alonso grafica con la serie de iniciativas que les han permitido elaborar sus productos con energía renovable, llevar agua potable a comunidades con escasez hídrica e impulsar el talento femenino al interior de la compañía.
Jorge Sahd cree que estos aspectos potencian una relación bilateral que tan solo en el período entre 2017 a 2022, ha crecido a un promedio anual del 10 por ciento. “Hoy es un acuerdo que sigue teniendo potencial para la economía chilena para seguir exportando productos y bienes a la economía norteamericana”, afirma el académico UC.