Amor eterno
Hay jugadores que han consagrado la vida a un solo equipo. Francesco Totti, por ejemplo, vistió la camiseta de la Roma desde que debutara profesionalmente en 1993, y la siguió vistiendo por 25 temporadas, hasta el término de su carrera futbolística. Es más, en el momento de la despedida, Totti dejó en claro que su condición de romano iba mucho más allá de lo que estipulaba un contrato. En una carta dedicada a sus compañeros, directivos e hinchas, escribió: "Dejaré de emocionarlos con los pies, pero mi corazón estará siempre ahí con ustedes. Ahora bajo las escaleras, entro en el vestuario que me ha acogido desde el día que ingresé siendo un niño, el mismo camarín que ahora abandono convertido en un hombre".
Ricardo Bochini, el talentosísimo número 10 de Independiente, no conoció otra camiseta que la del equipo de Avellaneda. Ganó tantas cosas con el Rojo -entre otras, cinco Copas Libertadores y dos Copas Intercontinentales- que el cariño de la gente le impidió ver otros caminos: "El afecto de los hinchas a uno lo va ganando. Ese cariño y los partidos inolvidables hicieron que quisiera estar ahí en Independiente para siempre".
Ejemplos sobran. Sin ir más lejos, en Chile la lista de amores para toda la vida es larga: Carlos Campos en la U, Juan Machuca en la Unión, Raúl Ormeño en Colo Colo, Domingo Sorace en Everton, por nombrar sólo algunos.
A esta categoría cada vez más particular e infrecuente -muchas veces la danza de millones condiciona el deseo de echar raíces, de permanecer- podría ahora sumarse un nombre insigne: Lionel Messi. El argentino acaba de renovar su contrato que lo liga al Barcelona hasta el 30 de junio 2021. Con catorce temporadas en el club catalán -donde llegó siendo un púber- y con 30 años en el cuerpo, Messi se apronta para entregarle otras tres temporadas y fracción más a la institución blaugrana en una relación que perfectamente podría estirarse hasta que el rosarino decida colgar los botines.
La firma de Messi mantuvo en vilo a toda Cataluña. Los rumores sobre el interés de otros clubes, interesados en contar con los servicios de uno de los mejores futbolistas del mundo, hicieron temer a los hinchas locales por su eventual partida. El cantautor catalán Joan Manuel Serrat escribió una carta abierta al presidente del FC Barcelona, Josep María Bartomeu, publicada en el diario El País, en la que, entre otras cosas, decía: "Si este hombre veloz, chiquito y gambeteador se va de esta institución que uno sigue pensando que es la nuestra, señor Bartomeu no le arriendo a usted las ganancias".
El fervor de los catalanes por Messi -y también la desesperación porque la firma no se concretaba- quedó plasmada en la misiva de Serrat, quien, como esos amores a toda prueba, demostró su generosidad para con el objeto de su corazón: "No quisiera que vistieras otra remera que no fuera la blaugrana, pero si en algún momento como en alguna ocasión has dicho, decidieras, terminar tus días deportivos en Newell's, te juro en el nombre del Negro Fontanarrosa que si mi corazón canalla aún palpita, te acompañará hasta el Parque Independencia vestido de leproso para darte las gracias por tanto, tanto y tanto fútbol".
Esta última etapa de Messi con la camiseta catalana comienza en buena forma. Superada la segunda comezón del séptimo año, la afición, el club y el jugador mantienen vivo el fuego del romance. Quizá el rosarino termine su carrera sin conocer otro sabor que el de la victoria blaugrana -para desgracia de los leprosos-, con todo lo bueno y malo que eso implica.
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