Cuando Mauricio Taricco decidió no venir a Chile a ser el ayudante técnico de Gustavo Poyet, ya que no quería someterse a los exámenes PCR exigidos por el gobierno, su cargo en el staff fue ocupado por Diego Poyet (26), hijo del entrenador.
Así, con apenas 25 años y un llamativo aspecto de fisicoculturista, Poyet Jr. asumía como asistente y analista de su papá, en Universidad Católica. “Mi idea era venir más que nada para ser un intermediario de la parte médica y el cuerpo técnico. El tema es que como se complicó la llegada del asistente de mi padre, ahora estoy ocupando un poco más ese rol”, explicó en mayo, a radio Sport 890 de Uruguay.
Parecía que su rol en el tricampeón del fútbol chileno sería algo menor, ya que como ayudante principal estaría Cristian Paulucci. Sin embargo, no fue así. En apenas cinco meses, el retirado futbolista transformó en todo un personaje en San Carlos de Apoquindo, principalmente, por cuestiones negativas como, por ejemplo, su mal comportamiento.
El hijo de Poyet tuvo una corta carrera como jugador, con pasos por clubes como el Charlton, el Huddersfield y el West Ham, entre otros. Hasta que, en 2017, cuando fichó por Godoy Cruz, ocurrió algo que le cambiaría la vida.
“Cuando estaba en Godoy Cruz no podía jugar por el tema de los cupos de extranjeros. El club conmigo, todo bien, pero fueron los peores ocho o diez meses de mi vida. La empecé a pasar mal en todo, no era que la pasaba mal entrenando. También en la casa. Decir que estaba deprimido es una palabra muy fuerte, creo que no llegué a ese extremo”, dijo el exvolante.
Entonces, comenzó a hacer ejercicios cada vez más seguido. Primero, para matar los días sin fútbol; luego, para estar preparado para cuando llegara el momento de jugar; y, finalmente, porque se dio cuenta que era lo que más le gustaba.
“Ahí fue cuando de a poquito empecé a ir al gimnasio, Como no tenía nada que hacer, para pasar el tiempo, para hacer algo. Estaba mal de la cabeza. Me empezó a gustar de a poquito el gimnasio. En Chipre también iba al gimnasio todas las tardes y estaba solo. Siempre trataba de mejorar de alguna forma para sacar ventaja en el fútbol y no me di cuenta de que el gimnasio me gustó más, más y más. Y llegó el momento de la decisión que tomé. Estudié nutrición, esto, lo otro y acá estoy”, comentó a Sport 890.
Precisamente, esa entrevista la concedió un día después de que los cruzados derrotaran a Nacional de Montevideo, por la Copa Libertadores. Fue 3-1 en la precordillera y significó el renacer de la UC, que llegó a dicho encuentro con una mala racha de tres derrotas consecutivas. Además, en ese mismo partido, protagonizó un altercado con el argentino Andrés D’Alessandro, a quien no quiso darle la pelota para que jugara un lateral, por lo que se produjo un forcejeo.
Así lo explicó Poyet hijo. “Lo de D’Alessandro fue un mal entendido. Pensé que el lateral era para nosotros, porque fue lo que dio el árbitro y le explicaba eso. Me quedé tranquilo, porque me expulsaron a mí y no perjudiqué en nada a Nacional”. Aquello le significó una multa de US$ 1.500 al tricampeón, por parte de la Conmebol.
No obstante, aquella no era la primera vez que se veía envuelto en episodios de mala conducta. Desde un principio el asunto comenzó mal, porque ya en la Fecha 1 del Torneo Nacional, ante Ñublense, fue expulsado por reclamar cuando se jugaban los descuentos. “Es expulsado por abandonar el área técnica de forma deliberada para mostrar su desacuerdo o protestar contra el cuerpo arbitral”, consignó el árbitro Rodrigo Carvajal, en su informe.
Luego, en la octava jornada, otra vez vio la roja. Fue ante Unión Española, en el Santa Laura. Según el informe del juez Felipe González, Diego Poyet fue “expulsado de la banca técnica por emplear lenguaje insultante y ofensivo. Cito textual ‘Oye, dan cinco minutos y nos comemos los mocos todo el partido. Esto, es escuchado e informado por mi asistente número uno, en el minuto 90+2″.
Incluso, aquella situación generó uno de los reclamos más insólitos de su padre, Gustavo Poyet, quien acusó al primer asistente Juan Serrano de discriminación y hasta amenazó con emprender acciones legales. “Creo que el linier tiene que tener un poquito de cuidado. Nos dijo: ‘tú vienes de afuera, no me vengas a decir lo que tenemos que hacer’. Mi hijo se refería a nuestros jugadores. ‘Nos comemos lo mocos’, dijo tres veces. Si sabe un poquito de español, no sé si en Chile se habla español u otro idioma, pero lo tendría que haber entendido, pero él quería echar a alguien, porque estaba como protagonista y lo voy a hacer protagonista. Posiblemente, haga una denuncia en su contra por discriminación contra nosotros”, advirtió Poyet padre, a fines de mayo. Al final, no pasó nada y el show terminó ahí.
Luego de esa situación, el club conversó con el cuerpo técnico y les llamó la atención, con el fin de evitar que situaciones de esa índole se volvieran a repetir. Ambos se habían calmado, sobre todo, Diego.
No obstante, en los últimos días, la figura del musculoso asistente cruzado resurgió con fuerza. Primero, tras saltarse la reja que separa las tribunas de las bancas en el estadio El Teniente, durante el clásico universitario. Y luego, con una discusión que protagonizó con Edson Puch, durante el entrenamiento del martes, en una muestra más del complejo momento que se vive en el camarín del equipo de la franja, donde tanto la directiva como los jugadores se han alejado del cuerpo técnico, al que se le acaba el crédito, principalmente, por su manejo de grupo.
“Diego no estaba suspendido, estaba apuntado para estar en el banco. Por un tema de mirar el partido desde arriba, decidió mirarlo en la tribuna. Obviamente, no quedó para nada lindo que saltara la valla, pero no fue en búsqueda de ningún problema. Si a alguien le pareció que no era buena imagen saltar la valla, lo reconocemos como tal. Una reacción que no quedó muy bonita y estoy agradecido de que no haya pasado nada más”, lamentó Gustavo Poyet, DT de la UC, sobre la acción de su hijo.