Comienza el partido entre la Selección y Bolivia. Como siempre, Ricardo Gareca se ubica en la misma posición: al borde del campo de juego, muy cerca de la línea de banda. En los primeros minutos, se limita a mirar. Ni siquiera da demasiadas indicaciones. Pretende, seguramente, observar cómo sus jugadores desarrollan el plan que había preparado en Juan Pinto Durán con la finalidad de vulnerar a un equipo que, presumiblemente, llegaría al Estadio Nacional a refugiarse en su zona defensiva, con el añadido de la especialidad de su golero, Carlos Lampe, en dejar transcurrir el reloj a cualquier precio.
En la mente del Tigre estaba el diseño de una propuesta agresiva. La prueba de ello es que saltó al campo de juego con cinco elementos de marcada tendencia ofensiva: Darío Osorio, Carlos Palacios, Víctor Dávila, Ben Brereton y su amuleto, Eduardo Vargas. El plan era el más ofensivo de los que había alistado en Macul. Sin embargo, el funcionamiento estaba lejos de sus expectativas. Para colmo, como si se tratara de un infausto designio, en los 13′, Carmelo Algarañaz aprovechó un desajuste defensivo para marcar el 0-1 y silenciar completamente a un semivacío recinto ñuñoíno que, ciertamente, no presentaba un ambiente propio de Eliminatorias.
El enredo y un cambio clave
Aunque se trataba de su planificación original, poco se entendió que, recién pasada la media hora, la paleta luminosa que indica las sustituciones mostrara el 22 de Ben Brereton. ¿Su reemplazante? Vicente Pizarro, volante de buenas condiciones técnicas, pero defensivo por definición. Mantener el control del balón tampoco parecía una tarea demasiado compleja, considerando la disposición del rival.
De todas formas, la atención se puso sobre el trato que el estratega le estaba dando al único atacante chileno que mantiene presencia permanente en alguna de las ligas que integran el Top 5 a nivel mundial. Big Ben defiende al Southampton en la Premier League. En esta doble fecha, Gareca le utilizó por 11′ en Buenos Aires (reemplazó a Vargas) y los citados 34′ que demoró en reemplazarlo por el mediocampista de Colo Colo.
La desazón del exariete del Blackburn Rovers y el Villarreal fue evidente, aunque igualmente el delantero saludó al adiestrador con un apretón de manos. Cuando llegó a la banca, Brereton se encontró con una manifestación que bien puede traducir el descontento del equipo al trato que estaba recibiendo: prácticamente todos los suplentes salieron a recibirle. Por razones obvias, el también ‘inglés’ Lawrence Vigouroux fue quien más escuchó y entendió sus descargos.
“Simplemente buscamos mayor profundidad desde la entrada y donde vimos que a lo mejor no sincronizamos bien la contención, opté por cambiar cuando yo lo creí conveniente. O sea, en cuanto a eso tengo la posibilidad de poder hacerlo en el momento que yo quiero del partido, eso forma parte de mi trabajo: planificar, plantear...”, justificó el Tigre después de la histórica derrota por 1-2.
En la intimidad de la Roja dan cuenta de un problema de comunicación. La barrera idiomática es, en rigor, un muro. “Ni Ben le entiende a Gareca ni Gareca le entiende a Ben”, grafican. “Me llamó la atención que no hable español bien. No es un impedimento, pero me gustaría que hable español. Lo considero fundamental para estar en la Selección. Para la comunicación dentro y fuera del campo de juego”, había dicho el técnico al comienzo de su gestión. El ariete ha avanzado, pero, naturalmente, aún no domina el idioma a la perfección.
Confusión
Los problemas de comunicación con Brereton (y con Vigouroux, para el caso, aunque el golero se relaciona más con el preparador de arqueros), hasta cierto punto, se entenderían, considerando la barrera del lenguaje. Sin embargo, lo preocupante son las señales que surgen desde los otros integrantes del plantel. Derechamente, los hispanohablantes, la amplia mayoría del equipo. Ahí se empiezan a dar luces de un discurso confuso, plagado de estructuras que a veces resultan incomprensibles las que, por cierto, también se escuchan en cada intervención pública del estratega.
Palabras de lado, si la referencia es estrictamente futbolística, en el duelo ante Bolivia quedó más que claro que los jugadores no fueron capaces de interpretar sus ideas o que la explicación no fue lo suficientemente clara como para que la aplicación fuese óptima. Un síntoma: la tranquilidad con la que Gareca había comenzado el partido dio paso a una inquietud permanente: el DT transitaba entre la línea lateral y la banca, para acercarse permanentemente a sus colaboradores en busca de luz. Entre ellos, el más influyente es su ayudante, el uruguayo Sergio Santín. En la cancha, los que más sufrían eran los laterales, los encargados de transmitirles los ajustes a sus compañeros.
Con Bolivia en ventaja, en pleno segundo tiempo, Gareca volvió a cambiar de planes. En rigor, el ingreso de Gonzalo Tapia y Jean Meneses lo hizo volver a la propuesta que había desplegado desde el principio, otra vez sin éxito alguno. Nuevamente, en la cancha y en las tribunas (incluso en la oficial, donde se agrupan los dirigentes) hubo miradas de desconcierto. La credibilidad del entrenador trastabillaba. Internamente, Gareca reconoció que se había equivocado en la planificación del duelo. En la antesala, había trabajado con tres formaciones probables, otra muestra de escasa claridad.
Desconocimiento y contradicciones
El trato a Brereton, dejando el aspecto idiomático al margen, es una abierta contradicción. El ariete es uno de los que cumple una condición basal que estableció Gareca para jugar en la Roja: militar en el extranjero. De los convocados originalmente para la reciente fecha, solo cinco jugadores actúan en la competencia chilena. A Brayan Cortés, figura en un Colo Colo que se alista para disputar los cuartos de final de la Copa Libertadores, le pesa decisivamente no haber dado el paso fuera de las fronteras, una recomendación que, por cierto, también había recibido de los staff de Martín Lasarte y Eduardo Berizzo. Al iquiqueño también dijo desconocerlo, a un mes de su arribo.
Tomando como ejemplo el caso del pórtico, llama la atención la referencia que entregó públicamente el propio Gareca respecto del llamado de Vigouroux, quien empieza a destacarse en el Swansea, de la Championship, la segunda categoría del fútbol inglés. “No lo conozco tanto, de haberlo visto nada más, pero también confío en el colaborador mío que es el preparador de arqueros. Él tiene un conocimiento más profundo y mayor en cuanto a esto”, explicó en la antesala del choque ante el campeón del mundo. “La convocatoria de él está plenamente ligada a lo que pude observar, a lo que me pueden explicar y al conocimiento que tiene mi colaborador que es mi preparador de arqueros”, amplió. Ambas respuestas produjeron sorpresa. Habrían resultado impensables en períodos más exitosos, como los de Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli, donde el conocimiento de los futbolistas era total. Ambos, de hecho, se presentaron a reuniones previas a sus contrataciones con listas estructuradas. Gareca, en cambio, ha reconocido públicamente que está en fase de conocimiento de los jugadores.
Otra muestra se da entre los volantes. Semana a semana, Rodrigo Echeverría y Williams Alarcón brillan en la mitad de la cancha de Huracán, cuarto en la tabla del fútbol argentino. El primero, además, había sido la figura más regular de Chile en una Copa América que abrió las dudas: la Roja ni siquiera fue capaz de convertir un gol. Las figuras del Globo estuvieron juntos apenas 11 minutos en la caída ante la Albiceleste. El primero fue reemplazado por Claudio Baeza, en los 72′. El segundo había sustituido a Marcelino Núñez, en los 61′. Gareca, por cierto, cuenta con un nutrido cuartel general en Buenos Aires.
Incluso, en un plano más anecdótico, Gareca demuestra que aún no conoce plenamente el contexto en que se mueve. Antes de los últimos encuentros, pidió un compromiso transversal, que involucraba el apoyo de los hinchas y hasta el periodístico. A diferencia de lo que acontecía en Perú, en Chile los magros resultados le generaron el repudio de los fanáticos y las fundadas críticas especializadas. Hasta Arturo Vidal, uno de los históricos a los que el Tigre no ha considerado, se alzó duramente en su contra. La directiva que encabeza Pablo Milad también empieza a inquietarse.