El rastro de Bolt y Powell

Coleman

El estadounidense Christian Coleman promete hacerse del oro en los 100 metros, mientras el cubano Echevarría ilusiona con borrar el récord eterno.



El Estadio Khalifa a la mitad de su capacidad lo reflejó todo. La ausencia de Usain Bolt en estos Mundiales de Doha se expresa desde el primer día. El show del amo de la velocidad se extraña sobre el rekortán qatarí, retirado de la alta competencia tras el amargo Londres 2017, una cita en la que terminó lesionado y lejos del oro en los 100, 200 y los 4x100 metros. A su reemplazo aún no aparece nadie. Y no aparecerá en varios años; así ocurre con las leyendas.

De hecho, ayer solo uno de los 24 clasficados a las semifinales del hectómetro pudo rebajar los 10 segundos: Christian Coleman. El estadounidense, que afrontó un expediente de dopaje en su contra por no haber estado disponible para unos controles, y que fue descartado hace apenas dos semanas por un tecnicismo, es ahora el gran favorito para quedarse con el oro mundial.

El vigente campeón, Justin Gatlin (también marcado por dos episodios de dopaje) es, obligadamente, el otro a mirar. Es la paradoja de Estados Unidos, que vuelve a su sitial de honor en la velocidad pero con un veterano de 37 años y otro de 23, nadie más. Dos generaciones enfrentadas en la lucha por la supremacía norteamericana en la prueba fundamental del atletismo. El otro estadounidense en pelea es Michael Rodgers (10"14).

Entre Coleman y Gatlin aparece el sudafricano Akani Simbine, con un 10"01 de ayer y una plusmarca de temporada de 9"93. El jamaicano Yohan Blake (10"07) y el canadiense Andree De Grasse (10"13) asoman, pero sin Bolt el show ya no es el mismo. "No tenerlo aquí es una sensación extraña", reconoció ayer el propio Gatlin.

La batalla del largo

Más apasionante es la batalla del salto largo. La irrupción del cubano José Miguel Echevarría, que ayer brincó 8,40 metros en apenas un intento, pues se exigían 8,15 para entrar a la final, le bastó para consagrarse como la mejor marca de clasificación en años.

"Para hoy el objetivo era terminar con un único salto, salir e intentar rápido la mínima de calificación. Era 8,15, que es una marca fácil para mí, así que estuve muy relajado. No tenía nada de presión", reconoció tras la competencia el cubano.

Aunque dice no pensar en el récord mundial, los 8,92 conseguidos en La Habana el año pasado (no válidos), augura que hoy podría buscarlo. Si sin esfuerzo logró ser el mejor ayer, con la exigencia de una final podría borrar para siempre la tan esquiva plusmarca de Mike Powell y esos eternos 8,95.

El atletismo se reescribe hoy.

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